jueves, septiembre 25, 2003
CRONICAS DEL AIRE VII
¿Ana diré un ánade?
¿Ocultaré bajo un sombrero un estrambote?
¿Enmarcare juntos los retratos
de Pessoa y Almada?
Compraré un mirlo
para guardarlo
con las raíces de un cardo?
Sigue adelante amigo
frente al trigo
dorado.
Pinta sin dejar nunca
de escribir lo pintado.
Traza líneas oblicuas,
quebradas, paralelas
y, sobre todo, deja
que la hierba del prado
crezca sobre tu pelo,
en tu pañuelo crezca,
y florezca
la selva
con estrellas de amor,
de poesía sin guantes, para que bien se vea
que, en Gamud y Cejunta,
los creadores vivos
llevan en las solapas
los dobles corazones
del arte y la poesía.
A. Fernández-Molina en el catalogo de Manchas y garabatos de mosca (Óleos, acuarelas y dibujos)
Fue así: cuatro juglares venturosos, andarines, cardinales y locos, tropezaron sus vidas en la "Venta de Paja, vinos y comidas"... dice Ignacio de Aldecoa, al comienzo de un cuento titulado "Las Cuatro Baladas Extrañas". Y dice bien, que hay sollastres por ahí para los que el dilatado mundo tiene la anchura de la sombra de un ciprés; gente que al albur de los vientos encuentra su camino sembrado de jornadas memorables y encuentros felices e inesperados. Seguramente yo también pertenezca a esta cofradía cardinal y loca... Vete tu a saber.
Andy Warhol fue un chico de Pittsburgh que llegó a icono de la ciudad de Nueva York. Aunque algunos libros digan que Warhol fue un innovador radical, y que marcó una época y todas esas cosas, a mi me apasiona menos que un forúnculo en el culo. No se si el pollo era grabador, fotógrafo, calcador, cineasta, xilografo, editor, memoralista, churrero o pintor. Bueno, pintor seguro que no, porque Warhol es a la pintura lo que la charanga del Tío Garabito es a la música. O sea, un accidente. Términos como Pop-Art, Interview, Factory, Underground... parecen ir unidos a su vida. Warhol, un señor con gafas seguramente tímido que iba del salón más glamouroso a la discoteca más infecta con sus novietes y en taxi, quiso ser un Petronio de la modernidad pero quedó en la pura y dura impostura. Le faltaba fondo.
Diré más, aunque como es natural esté sujeto al error, a la ignorancia y a la incapacidad de conocer en detalle lo que es: Artísticamente, lo más a lo que llegó semejante niñato bitongo trufado de pijería fue a etiquetar una puta lata de sopa; afear a la noble raza gatuna; grabar sillas eléctricas; dar colorines a un retrato sepia de Mao; dolarizar banderas, como si eso fuese una novedad o una metáfora inteligente; desustanciar, si tal hazaña fuera posible, al plasta de la boina; serigrafiar a una rubia de frasco solitaria y abatida, muerta, etc... Retratos personalizados al estilo del de la Monroe tengo entendido que hizo muchos, bien para gente del espectáculo o para cualquier excéntrico gilipollas con ganas de pagar una pastizara por el placer de verse colgado en colorines de la pared. En realidad Warhol fue un cirujano plástico. El pintor de cámara de anfetaminicos con fama, exquisitos, millonarias revenidas, putas consortes, nobles imbecilizados, cabronazos en alza y chalados ¡Y ya se sabe hasta donde son capaces de llegar los pintores de corte para medrar! Recuérdese sino al marqués de los Balbases, aquél portugués que comisionado para hacer llegar a la familia real española el retrato de doña Bárbara de Braganza, postulante (pobre criatura) a la mano del príncipe de Asturias (don Fernando, hijo mayor de Felipe V)... Pues bien, llega el buen marques a la corte y pregunta a un tullido fingido por las señas de su alojamiento. Por dos monedas y la pluma del su sombrero le conducen a él, igual a la compañía. Apease del caballo, escupe y toma un vaso de vino para pasar los polvos del camino. Ligero de paso hacia sus aposentos larga un pedo cuyos dientes aparta de si disimuladamente con la mano. Le siguen tres criados medio mareados. La habitación da a una huerta de enclaustradas, así que saca la minga y mea por la ventana. Mientras le sirven el fuego que ha pedido se asea cara, manos y sobacos. Es curioso el marques, y por ver a la luz de Madrid el retrato que de su dueña y señora le han ordenado entregar rasga muselinas, aparta sedas y despliega terciopelos. Entonces lo ve, compara con la terca realidad, se asombra hasta la alienación, escupe, muda de vergüenza la color de su patricio rostro romano, pide recado de escribir y dicta: Por decir verdad diré que doña Barbara no esta nada semejante en este retrato, pues en él, además de encubrir las señales de la viruela se han favorecido considerablemente los ojos, la nariz y la boca, facciones en su persona harto defectuosas...
Eso si, no será el menda quien niegue a Warhol lo abultado de su producción en comandita, ni menos aun, su asombrosa capacidad para sacar dólares y provecho de cualquier cosa rara.
El tesoro que con más celo guardo son mis amigos, mis amigos de la infancia sobre todo. Dicen que dos han muerto, pero es mentira porque están conmigo cada día. Y esto, quede claro, sin gota de melancolía ni de sentimentalismo. De aquella tropilla disparatada y alegre y mentecata y rijosa y curiosona me quedan tres soldados: Martin, 3R y Silvino. Silvino y yo, es curioso, somos como frontón y pelota: siempre tropezamos.
Silvino es sumamente culto, poeta de calidad y coleccionista de ingenieriles grabados; brusco, mujeriego, blasfemador y muy... pero que muy alto; luce desde tiempo inmemorial barba, lleva un gato blanco sobre la cabeza, esta soltero y mea sentado. Hará como veinte años que Silvino vio a Warhol en Madrid. Más o menos me lo contó así : "Iba estropajo y alambre, fea percha, hortera como una alfombra peluda de acrÃÂlico rosa al pie de la taza verde-vomito de un cagadero, con pose de marioneta de metal blandurrio troquelada de perfil, indeciso, medio lelo, cianótico y ezcematico de careto, todo él pulidín, pastaflora, en plan Gandhi del aguarrás y del brochazo, seguido en su andar por lo más granado del abundoso puterio nacional, y por maricas, enteraos, macarras, gandules, modernos, bolleras, fantasmas, guaperas, quedones, pedorras, transexuales, gafos, travestones, gusarapientos, pasmaos, naturopatas, artistas homoformalizados, un vendedor de lotería, residuales de la rive gauche, una duquesa con el aparato fonador de una cabra, el tonto de Lavapies y un cojo. En fin, Bros, Warhol y un parque temático de gusanos. País..."
Estoy optimizando un tren de cementación, ando mucho por los altos (como los monos cabrones de la isla de Kashima) y como ya no tengo treinta años pues estoy jodido y cansado. Además me ha picado una araña en el cuello y le llevo inflamado. Lo cual que una mañana, después de pasar por las manos del pinchaculos de la Mutua, entré en un café en el que, no con demasiada sorpresa, encontré a mi amigo Silvino. Estaba, ya es casualidad, sentado a una mesa, bajo la reproducción de una cosa de Warhol con florecillas entre psicodélicas y franciscanas. Corría el territorio en compañía de una dama (Esto de Silvino y las damas es tan repetitivo que ya a nadie sorprende. En realidad el último encuentro que tuvimos fue en Trieste, donde acompañaba a una profesora norteamericana que, según ella misma me dijo, estaba documentándose sobre la estadía de Joyce en la ciudad), en tanto en Lisboa cargaban y colocaban una nueva Stülken (grúa de carga) en su buque. Silvino es un corremares que a día de hoy capitanea el Lusiadas, un mercante de 180 m. de eslora y 14200 T de registro bruto. Esta vez, contó, la carga estaba compuesta por fertilizante, pienso, botellería de vidrio, persianas, maquinaria textil, agua mineral, electrodomésticos, congelados y automóviles. La ruta prevista, que me dibujó con todo detalle sobre una servilleta, comprendía las Azores, Madeira, Cabo Verde, Dakar, Lagos, Ciudad del Cabo, Durban y Maputo, desde donde posiblemente cruzará el Indico con un destino aun no determinado. Quedamos para cenar.
De vuelta al hotel, mientras examinaba el salón con detalle para rapiñear la prensa en inglés del día, Herr Dürr dio conmigo. Apenas le eché un ojo encima supe lo que me esperaba. Con dos cascos de motorista en la mano, vestía para la ocasión pantalón y chupa de cuero, una camiseta negra con una calavera estampada, pañuelo motero al cuello y unas botas de hebillas, altas. Le dije que hostias, que de moto nada, que si no era en algo más confortable yo no me movía. No obstante subimos a lomos de Taktstocck y con lastimeras quejas por parte de mi culo agujereado nos llegamos hasta la obra; eché un vistazo a unas tolvas de apertura hidráulica que están instalando, hice un par de llamadas, dibujé un monigote en la tapa de un catalogo de efectos de espeleología, comprobé los análisis diarios sobre la calidad del hormigón, tomé un café, di algunas instrucciones a Jatav... y le invité a cenar, firmé media docena de cosas, puse un fax y cogí un Toyota...
Estoy esperando unos cuantos aparatos fijos de control que no me llegan y conduzco un pelin preocupado. El paisaje observo que ha cambiado. Ha cambiado para bien, se ha hecho más humano. En las laderas de las vaguadas se ve a gente vendimiando. Herr Dürr me cuenta que los belgas se han ido y que su habitación la ocupan ahora dos hermanas de Bristol: una es farmacéutica y la otra se mueve en una silla ruedas. Le digo que metidos en harina ya, podemos invitarlas a cenar; y que a la paralítica la lleve él en moto y de la mano , como si condujera un sidecar. Es preferible llevarse bien con la gente que a bofetadas. Pese a lo que llevo hecho durante el día aun es temprano. Me detengo a repostar y por matar el tiempo acerco a una cuadrilla de vendimiadores hasta el tajo. Un viejo alegre como unas castañuelas dice que va a cambiar el tiempo porque las oropéndolas se están marchando. Las cigüeñas ya no se van, las cigüeñas son residentes. Herr Dürr se coloca el casco para hacer vete a saber que ajustes y dos mujeronas bozudas se mofan de su aspecto de Hormiga Atómica. Él no las entiende y yo no le digo nada. En la viña hay diez o doce personas trabajando. El abuelo se acerca a un remolque que va como mediado y nos regala una bolsa de uvas, verdiblancas, agridulces, grandes, de pepitas livianas. Uno al que llaman Amílcar acerca a cuatro zagalas hasta nosotros y nos hace un par de fotos. Supongo que la alegre cuadrilla estará descojonandose todavía de nosotros. Es igual...
A las orillas de la carretera serpean los detritus dejados por las cunetas desbordadas. Ayer, a ultima hora de la tarde, unos cumulonimbos de esos que se desarrollan verticalmente como caballos desbocados se resolvieron en un violento e intermitente aguacero. Pensando en los incendios de días atrás, le digo a Herr Dürr que la lluvia salvaje es una fatalidad para el terreno quemado. Disiente, y armado de santa paciencia, tengo que explicarle por qué: Cuando llueve por lo grueso el efecto del agua caída se atenúa considerablemente por la vegetación; es más, si esta es lo suficientemente tupida hasta puede llegar a anularse. Esto es fácil de ver, porque el terreno cubierto de vegetación esta defendido de la acción mecánica de la lluvia, tanto por las hojas como por las raíces a las que se aferra la tierra; además -y por ello- el agua discurre en estos terrenos lentamente por las pendientes, se detiene y embalsa en las suaves ondulaciones y penetra sin traumas en el subsuelo. De ahí que las montañas con espesa vegetación (piénsese en las selvas) tengan formas redondeadas y suaves, mientras que las peladas y desnudas presentan topografía agreste y variada: pendientes abruptas y difíciles, laderas abarrancadas, crestas agudas..., que dan una idea cabal del poder del agua desbocada. Esto viene a explicar, aunque pocos le den importancia, los daños que ocasionan en las llanuras cultivadas la tala de bosques y roturado de monte bajo y matorrales de ladera, que palian, si no es que impiden, las grandes riadas y favorecen las infiltraciones de agua de lluvia en el subsuelo.
Tengo un infiltrado en estos hermosos campos lusos del sur. Campea el territorio extravagante en moto y apenas comprende el significado de lo que oye. No importa, mayormente me sirvo de sus ojos. Y siguiendo las instrucciones que mi espía dicta me llego hasta tres graveras. Las dos primeras son putos chamizos que no merecen la pena. Me equivoqué de pleno al pensar que iba a encontrar en ellas un buen equipo de extracción, así como buenas instalaciones de almacenado, transporte, machacado, lavado y clasificado. La tercera, aunque algo caótica y obsoleta, es la única que merece el nombre de planta de tratamiento de áridos, como reza el cartel que la da acceso. Después del fiasco visitamos una cantera que expide productos con nombres tan poéticos como Alpina, Cafe Rosita, Caramel Rose, Moca Creme y Verde Viana Cristal. Les alabo el gusto.
En el Campus da Penha arreglo los detalles de un par de comparecencias que tengo que efectuar a primeros de Octubre, seguramente coincidentes con la última CRONICA VENTOSA que os ponga. Al salir recogemos a un gato esmirriado que bebe agua de un charco que hay debajo del coche. Después de un tenso tira y afloja queda dormido, nieve sucia sobre negro, en el coriáceo interior del casco de mi amigo. Mientras espero en un establecimiento de MultiOpticas la entrega de unas gafas, Herweg corre a comprar comida gatuna, una cesta y no se qué cosa para las lombrices. Vemos al animal comer, le creemos muy capaz de comerse sin pestañear a dos infantes crudos y le asignamos el nombre de Herodes. Herodes es del color de la ceniza de pinaza, tiene una mala hostia del copón y gasta calcetines negros. Dice Herweg que Herodes compondrá un magnifico retrato de familia con las hermanas inglesas. Quedamos en comprarle un sonoro cascabel después de comer. En tanto nos preparan la comida charlamos un par de birras negras, frías, cardiotónicas. A mi, que por esos mundos de Dios poco me ha faltado para comer mierda, la comida portuguesa en general me encanta. No como mucho, pero cuando puedo como sabrosón y bueno. En realidad de Portugal me gusta casi todo. Lo peor del país es que se ve la televisión española. Ya se sabe cual es mi mantra favorito: "La televisión es una puta mierda". Además, sin ningún fundamento lógico, hay hosteleros desalmados que la ponen a todo trapo, sin dejarte la opción de ignorarla. Tal, que mientras comíamos un buen arroz con caza, tres atolondradas lenguaraces a las que, aun unidas, les venía grande el cerebro de una gallina, ocuparon la caja porcatoria para ponerse, por no recuerdo que sinsorgada y en un tono arrabalero que acojonaba, como chupa de dómine, con una falta de autoestima y pudor inverosímil. Pero con ser todo esto vergonzoso y malo, lo que más me llama la atención es el comportamiento del publico. Un publico, seguramente allí presente por hacer favor a algún frenopatico, bobalicón y arrobado que, boquiabierto y con los ojos como platos, asiente a las memeces de las pavisosas como si se les estuviese revelando el secreto del tetrafenilporfirina, o como si, mapa en mano, su labor fuera la de marcar los objetivos de la Comisión Científica del Pacifico, aquella que el 10 de agosto de 1862 partió del puerto de Cádiz, a bordo de la Fragata de S.M. "Nuestra Señora del Triunfo". El mundo y sus manifiestas complejidades, supongo...
Tarde serena de la que cuelgan hilos de seda. Creo no haber visto nunca tanta tela de araña sin dueña, volandera. Herr Dürr, que se ha comprado unas gafas oscuras intimidantes y unos CDs de ópera cómica alemana ("Zar und Zimmermann" y "Martha oder der Markt zu Richmond"), me cuenta una historia que viene a significar que la familia de su esposa es "dura de cartera". Luego, en lúgubre gorigori, enumera con los dedos a los que esta noche nos iremos de cena. Le sale un 12 bordado: apostólico y redondo. En su cesta de estreno, ajeno a las elucubraciones matemáticas de mi colega, Herodes duerme con el sueño fácil y grácil de los gatos. Me divierte una inmensa pintada que luce sobre la fachada de un edificio triste e inconcluso. Dice así: "Arrancada de caballo parada de burro asegurada".
Y Sanseacabó esta crónica, que llevo demasiado tiempo sentado y a mi culo no le gusta trabar amistad con ninguna silla. Además aun tengo que buscar un wallpaper chulo y leer un par de cosas que tengo pendientes.
Venga, a ser felices, y el que se aburra que se vaya a hacer gárgolas.
¿Ocultaré bajo un sombrero un estrambote?
¿Enmarcare juntos los retratos
de Pessoa y Almada?
Compraré un mirlo
para guardarlo
con las raíces de un cardo?
Sigue adelante amigo
frente al trigo
dorado.
Pinta sin dejar nunca
de escribir lo pintado.
Traza líneas oblicuas,
quebradas, paralelas
y, sobre todo, deja
que la hierba del prado
crezca sobre tu pelo,
en tu pañuelo crezca,
y florezca
la selva
con estrellas de amor,
de poesía sin guantes, para que bien se vea
que, en Gamud y Cejunta,
los creadores vivos
llevan en las solapas
los dobles corazones
del arte y la poesía.
A. Fernández-Molina en el catalogo de Manchas y garabatos de mosca (Óleos, acuarelas y dibujos)
Fue así: cuatro juglares venturosos, andarines, cardinales y locos, tropezaron sus vidas en la "Venta de Paja, vinos y comidas"... dice Ignacio de Aldecoa, al comienzo de un cuento titulado "Las Cuatro Baladas Extrañas". Y dice bien, que hay sollastres por ahí para los que el dilatado mundo tiene la anchura de la sombra de un ciprés; gente que al albur de los vientos encuentra su camino sembrado de jornadas memorables y encuentros felices e inesperados. Seguramente yo también pertenezca a esta cofradía cardinal y loca... Vete tu a saber.
Andy Warhol fue un chico de Pittsburgh que llegó a icono de la ciudad de Nueva York. Aunque algunos libros digan que Warhol fue un innovador radical, y que marcó una época y todas esas cosas, a mi me apasiona menos que un forúnculo en el culo. No se si el pollo era grabador, fotógrafo, calcador, cineasta, xilografo, editor, memoralista, churrero o pintor. Bueno, pintor seguro que no, porque Warhol es a la pintura lo que la charanga del Tío Garabito es a la música. O sea, un accidente. Términos como Pop-Art, Interview, Factory, Underground... parecen ir unidos a su vida. Warhol, un señor con gafas seguramente tímido que iba del salón más glamouroso a la discoteca más infecta con sus novietes y en taxi, quiso ser un Petronio de la modernidad pero quedó en la pura y dura impostura. Le faltaba fondo.
Diré más, aunque como es natural esté sujeto al error, a la ignorancia y a la incapacidad de conocer en detalle lo que es: Artísticamente, lo más a lo que llegó semejante niñato bitongo trufado de pijería fue a etiquetar una puta lata de sopa; afear a la noble raza gatuna; grabar sillas eléctricas; dar colorines a un retrato sepia de Mao; dolarizar banderas, como si eso fuese una novedad o una metáfora inteligente; desustanciar, si tal hazaña fuera posible, al plasta de la boina; serigrafiar a una rubia de frasco solitaria y abatida, muerta, etc... Retratos personalizados al estilo del de la Monroe tengo entendido que hizo muchos, bien para gente del espectáculo o para cualquier excéntrico gilipollas con ganas de pagar una pastizara por el placer de verse colgado en colorines de la pared. En realidad Warhol fue un cirujano plástico. El pintor de cámara de anfetaminicos con fama, exquisitos, millonarias revenidas, putas consortes, nobles imbecilizados, cabronazos en alza y chalados ¡Y ya se sabe hasta donde son capaces de llegar los pintores de corte para medrar! Recuérdese sino al marqués de los Balbases, aquél portugués que comisionado para hacer llegar a la familia real española el retrato de doña Bárbara de Braganza, postulante (pobre criatura) a la mano del príncipe de Asturias (don Fernando, hijo mayor de Felipe V)... Pues bien, llega el buen marques a la corte y pregunta a un tullido fingido por las señas de su alojamiento. Por dos monedas y la pluma del su sombrero le conducen a él, igual a la compañía. Apease del caballo, escupe y toma un vaso de vino para pasar los polvos del camino. Ligero de paso hacia sus aposentos larga un pedo cuyos dientes aparta de si disimuladamente con la mano. Le siguen tres criados medio mareados. La habitación da a una huerta de enclaustradas, así que saca la minga y mea por la ventana. Mientras le sirven el fuego que ha pedido se asea cara, manos y sobacos. Es curioso el marques, y por ver a la luz de Madrid el retrato que de su dueña y señora le han ordenado entregar rasga muselinas, aparta sedas y despliega terciopelos. Entonces lo ve, compara con la terca realidad, se asombra hasta la alienación, escupe, muda de vergüenza la color de su patricio rostro romano, pide recado de escribir y dicta: Por decir verdad diré que doña Barbara no esta nada semejante en este retrato, pues en él, además de encubrir las señales de la viruela se han favorecido considerablemente los ojos, la nariz y la boca, facciones en su persona harto defectuosas...
Eso si, no será el menda quien niegue a Warhol lo abultado de su producción en comandita, ni menos aun, su asombrosa capacidad para sacar dólares y provecho de cualquier cosa rara.
El tesoro que con más celo guardo son mis amigos, mis amigos de la infancia sobre todo. Dicen que dos han muerto, pero es mentira porque están conmigo cada día. Y esto, quede claro, sin gota de melancolía ni de sentimentalismo. De aquella tropilla disparatada y alegre y mentecata y rijosa y curiosona me quedan tres soldados: Martin, 3R y Silvino. Silvino y yo, es curioso, somos como frontón y pelota: siempre tropezamos.
Silvino es sumamente culto, poeta de calidad y coleccionista de ingenieriles grabados; brusco, mujeriego, blasfemador y muy... pero que muy alto; luce desde tiempo inmemorial barba, lleva un gato blanco sobre la cabeza, esta soltero y mea sentado. Hará como veinte años que Silvino vio a Warhol en Madrid. Más o menos me lo contó así : "Iba estropajo y alambre, fea percha, hortera como una alfombra peluda de acrÃÂlico rosa al pie de la taza verde-vomito de un cagadero, con pose de marioneta de metal blandurrio troquelada de perfil, indeciso, medio lelo, cianótico y ezcematico de careto, todo él pulidín, pastaflora, en plan Gandhi del aguarrás y del brochazo, seguido en su andar por lo más granado del abundoso puterio nacional, y por maricas, enteraos, macarras, gandules, modernos, bolleras, fantasmas, guaperas, quedones, pedorras, transexuales, gafos, travestones, gusarapientos, pasmaos, naturopatas, artistas homoformalizados, un vendedor de lotería, residuales de la rive gauche, una duquesa con el aparato fonador de una cabra, el tonto de Lavapies y un cojo. En fin, Bros, Warhol y un parque temático de gusanos. País..."
Estoy optimizando un tren de cementación, ando mucho por los altos (como los monos cabrones de la isla de Kashima) y como ya no tengo treinta años pues estoy jodido y cansado. Además me ha picado una araña en el cuello y le llevo inflamado. Lo cual que una mañana, después de pasar por las manos del pinchaculos de la Mutua, entré en un café en el que, no con demasiada sorpresa, encontré a mi amigo Silvino. Estaba, ya es casualidad, sentado a una mesa, bajo la reproducción de una cosa de Warhol con florecillas entre psicodélicas y franciscanas. Corría el territorio en compañía de una dama (Esto de Silvino y las damas es tan repetitivo que ya a nadie sorprende. En realidad el último encuentro que tuvimos fue en Trieste, donde acompañaba a una profesora norteamericana que, según ella misma me dijo, estaba documentándose sobre la estadía de Joyce en la ciudad), en tanto en Lisboa cargaban y colocaban una nueva Stülken (grúa de carga) en su buque. Silvino es un corremares que a día de hoy capitanea el Lusiadas, un mercante de 180 m. de eslora y 14200 T de registro bruto. Esta vez, contó, la carga estaba compuesta por fertilizante, pienso, botellería de vidrio, persianas, maquinaria textil, agua mineral, electrodomésticos, congelados y automóviles. La ruta prevista, que me dibujó con todo detalle sobre una servilleta, comprendía las Azores, Madeira, Cabo Verde, Dakar, Lagos, Ciudad del Cabo, Durban y Maputo, desde donde posiblemente cruzará el Indico con un destino aun no determinado. Quedamos para cenar.
De vuelta al hotel, mientras examinaba el salón con detalle para rapiñear la prensa en inglés del día, Herr Dürr dio conmigo. Apenas le eché un ojo encima supe lo que me esperaba. Con dos cascos de motorista en la mano, vestía para la ocasión pantalón y chupa de cuero, una camiseta negra con una calavera estampada, pañuelo motero al cuello y unas botas de hebillas, altas. Le dije que hostias, que de moto nada, que si no era en algo más confortable yo no me movía. No obstante subimos a lomos de Taktstocck y con lastimeras quejas por parte de mi culo agujereado nos llegamos hasta la obra; eché un vistazo a unas tolvas de apertura hidráulica que están instalando, hice un par de llamadas, dibujé un monigote en la tapa de un catalogo de efectos de espeleología, comprobé los análisis diarios sobre la calidad del hormigón, tomé un café, di algunas instrucciones a Jatav... y le invité a cenar, firmé media docena de cosas, puse un fax y cogí un Toyota...
Estoy esperando unos cuantos aparatos fijos de control que no me llegan y conduzco un pelin preocupado. El paisaje observo que ha cambiado. Ha cambiado para bien, se ha hecho más humano. En las laderas de las vaguadas se ve a gente vendimiando. Herr Dürr me cuenta que los belgas se han ido y que su habitación la ocupan ahora dos hermanas de Bristol: una es farmacéutica y la otra se mueve en una silla ruedas. Le digo que metidos en harina ya, podemos invitarlas a cenar; y que a la paralítica la lleve él en moto y de la mano , como si condujera un sidecar. Es preferible llevarse bien con la gente que a bofetadas. Pese a lo que llevo hecho durante el día aun es temprano. Me detengo a repostar y por matar el tiempo acerco a una cuadrilla de vendimiadores hasta el tajo. Un viejo alegre como unas castañuelas dice que va a cambiar el tiempo porque las oropéndolas se están marchando. Las cigüeñas ya no se van, las cigüeñas son residentes. Herr Dürr se coloca el casco para hacer vete a saber que ajustes y dos mujeronas bozudas se mofan de su aspecto de Hormiga Atómica. Él no las entiende y yo no le digo nada. En la viña hay diez o doce personas trabajando. El abuelo se acerca a un remolque que va como mediado y nos regala una bolsa de uvas, verdiblancas, agridulces, grandes, de pepitas livianas. Uno al que llaman Amílcar acerca a cuatro zagalas hasta nosotros y nos hace un par de fotos. Supongo que la alegre cuadrilla estará descojonandose todavía de nosotros. Es igual...
A las orillas de la carretera serpean los detritus dejados por las cunetas desbordadas. Ayer, a ultima hora de la tarde, unos cumulonimbos de esos que se desarrollan verticalmente como caballos desbocados se resolvieron en un violento e intermitente aguacero. Pensando en los incendios de días atrás, le digo a Herr Dürr que la lluvia salvaje es una fatalidad para el terreno quemado. Disiente, y armado de santa paciencia, tengo que explicarle por qué: Cuando llueve por lo grueso el efecto del agua caída se atenúa considerablemente por la vegetación; es más, si esta es lo suficientemente tupida hasta puede llegar a anularse. Esto es fácil de ver, porque el terreno cubierto de vegetación esta defendido de la acción mecánica de la lluvia, tanto por las hojas como por las raíces a las que se aferra la tierra; además -y por ello- el agua discurre en estos terrenos lentamente por las pendientes, se detiene y embalsa en las suaves ondulaciones y penetra sin traumas en el subsuelo. De ahí que las montañas con espesa vegetación (piénsese en las selvas) tengan formas redondeadas y suaves, mientras que las peladas y desnudas presentan topografía agreste y variada: pendientes abruptas y difíciles, laderas abarrancadas, crestas agudas..., que dan una idea cabal del poder del agua desbocada. Esto viene a explicar, aunque pocos le den importancia, los daños que ocasionan en las llanuras cultivadas la tala de bosques y roturado de monte bajo y matorrales de ladera, que palian, si no es que impiden, las grandes riadas y favorecen las infiltraciones de agua de lluvia en el subsuelo.
Tengo un infiltrado en estos hermosos campos lusos del sur. Campea el territorio extravagante en moto y apenas comprende el significado de lo que oye. No importa, mayormente me sirvo de sus ojos. Y siguiendo las instrucciones que mi espía dicta me llego hasta tres graveras. Las dos primeras son putos chamizos que no merecen la pena. Me equivoqué de pleno al pensar que iba a encontrar en ellas un buen equipo de extracción, así como buenas instalaciones de almacenado, transporte, machacado, lavado y clasificado. La tercera, aunque algo caótica y obsoleta, es la única que merece el nombre de planta de tratamiento de áridos, como reza el cartel que la da acceso. Después del fiasco visitamos una cantera que expide productos con nombres tan poéticos como Alpina, Cafe Rosita, Caramel Rose, Moca Creme y Verde Viana Cristal. Les alabo el gusto.
En el Campus da Penha arreglo los detalles de un par de comparecencias que tengo que efectuar a primeros de Octubre, seguramente coincidentes con la última CRONICA VENTOSA que os ponga. Al salir recogemos a un gato esmirriado que bebe agua de un charco que hay debajo del coche. Después de un tenso tira y afloja queda dormido, nieve sucia sobre negro, en el coriáceo interior del casco de mi amigo. Mientras espero en un establecimiento de MultiOpticas la entrega de unas gafas, Herweg corre a comprar comida gatuna, una cesta y no se qué cosa para las lombrices. Vemos al animal comer, le creemos muy capaz de comerse sin pestañear a dos infantes crudos y le asignamos el nombre de Herodes. Herodes es del color de la ceniza de pinaza, tiene una mala hostia del copón y gasta calcetines negros. Dice Herweg que Herodes compondrá un magnifico retrato de familia con las hermanas inglesas. Quedamos en comprarle un sonoro cascabel después de comer. En tanto nos preparan la comida charlamos un par de birras negras, frías, cardiotónicas. A mi, que por esos mundos de Dios poco me ha faltado para comer mierda, la comida portuguesa en general me encanta. No como mucho, pero cuando puedo como sabrosón y bueno. En realidad de Portugal me gusta casi todo. Lo peor del país es que se ve la televisión española. Ya se sabe cual es mi mantra favorito: "La televisión es una puta mierda". Además, sin ningún fundamento lógico, hay hosteleros desalmados que la ponen a todo trapo, sin dejarte la opción de ignorarla. Tal, que mientras comíamos un buen arroz con caza, tres atolondradas lenguaraces a las que, aun unidas, les venía grande el cerebro de una gallina, ocuparon la caja porcatoria para ponerse, por no recuerdo que sinsorgada y en un tono arrabalero que acojonaba, como chupa de dómine, con una falta de autoestima y pudor inverosímil. Pero con ser todo esto vergonzoso y malo, lo que más me llama la atención es el comportamiento del publico. Un publico, seguramente allí presente por hacer favor a algún frenopatico, bobalicón y arrobado que, boquiabierto y con los ojos como platos, asiente a las memeces de las pavisosas como si se les estuviese revelando el secreto del tetrafenilporfirina, o como si, mapa en mano, su labor fuera la de marcar los objetivos de la Comisión Científica del Pacifico, aquella que el 10 de agosto de 1862 partió del puerto de Cádiz, a bordo de la Fragata de S.M. "Nuestra Señora del Triunfo". El mundo y sus manifiestas complejidades, supongo...
Tarde serena de la que cuelgan hilos de seda. Creo no haber visto nunca tanta tela de araña sin dueña, volandera. Herr Dürr, que se ha comprado unas gafas oscuras intimidantes y unos CDs de ópera cómica alemana ("Zar und Zimmermann" y "Martha oder der Markt zu Richmond"), me cuenta una historia que viene a significar que la familia de su esposa es "dura de cartera". Luego, en lúgubre gorigori, enumera con los dedos a los que esta noche nos iremos de cena. Le sale un 12 bordado: apostólico y redondo. En su cesta de estreno, ajeno a las elucubraciones matemáticas de mi colega, Herodes duerme con el sueño fácil y grácil de los gatos. Me divierte una inmensa pintada que luce sobre la fachada de un edificio triste e inconcluso. Dice así: "Arrancada de caballo parada de burro asegurada".
Y Sanseacabó esta crónica, que llevo demasiado tiempo sentado y a mi culo no le gusta trabar amistad con ninguna silla. Además aun tengo que buscar un wallpaper chulo y leer un par de cosas que tengo pendientes.
Venga, a ser felices, y el que se aburra que se vaya a hacer gárgolas.