miércoles, mayo 23, 2007

J.C. Maxwell en Delhi.

Que J.C. Maxwell jamas estuvo en India[1] es cosa de sobra probada, o eso han intentado dejarnos ver sus más prestigiosos biógrafos, que han sido muchos y generalmente bien informados. Pero rasca-vidas aparte, he de confesar que mis colegas Marcel, Hemachandra y yo hemos dado con él en Delhi, una ciudad que como toda que se precie se asienta a su manera a las orillas de un río. Este se llama Yamuna, es afluente del Ganges y tan sagrado como él, y en los días que toco revoltoso y del color de la mierda descafeinada. El río parte pero no reparte, porque la ciudad se asienta mayormente en la orilla oeste del río, aunque su contraria, pasito a pasito, va repuntando.

Delhi es una ciudad como suma de otras veinte y todas astrosas y feas. Quien utilice a Delhi como puerta de India llevara siempre en la memoria un reniego. Hay cierto empeño en partir a Delhi en dos: la nueva y la vieja, pero para unos sentidos entrenados el gambito no funciona. Para bien o par mal Delhi no es partición, sino suma.

Los taxis de Delhi no pasan revisión ni falta que les hace, son mas divertidos. Delhi es ruido, superlativo agitanamiento y especias; esquinas con sorpresa, contaminación y procesiones de los mas raro. Delhi es color, mendicidad, bulevares a la europea, mierda y moscas. Delhi, toda ella, es un divertido mercadillo: caro a veces y a propósito para los bobos occidentales que la visitamos. Pasar sin transición de una avenida magníficamente asfaltada a una calle embarrada por cuyas orillas discurren las aguas residuales es una de las cosas que mas me han divertido. Extremoso que es uno.

Como fuere y por lo que fuere en Delhi hay centros de enseñanza tan excelentes que ya los quisiera yo para España. Sus estudiantes, sujetos a programas de lo mas avanzado, pasan por disciplinados y aplicados: solo había que ver el numero de ellos con los que di en una serie de conferencias sobre la preparación y manipulación de nanoestructuras en forma de películas mediante la técnica de Langmuir-Blodgett. Aclaro que me vi allí como acompañante y no como experto. Pensándolo bien, fío mas el futuro a los indios que a los chinos. Querencias acaso...

Delhi es dilatada hasta la extenuación. Claro, en puridad Delhi es la suma de siete ciudades: La nueva y la vieja, Dhillika, Tughluqabad y Purana Quila puede que sean las más monumentales e importantes. Pero Delhi cuenta con un magnifico metro con mas kilometraje a cielo abierto que subterráneo. Otro punto a su favor: en el lugar no esta mal visto patear en los testículos a un viajero por lograr plaza en un autobús. Quienes presuman de olfato fino mejor que olviden este servicio. Los triciclos (rickshaws), motorizados o no, son mi modo de transporte preferido; el problema reside en que su circulación no es universal, sino que se ve circunscrita a determinadas zonas. De vivir en Delhi este escribiente conduciría un blindado, tal es el miedo que los nativos me producen al volante.

Delhi es además ritos, extrañas usanzas, un torbellino de vida fuertemente arraigada. Asi lo creo y asi lo digo.

Bien guiado, uno puede comer estupendamente fuera de los circuitos hoteleros, aunque hay que ir preparado para ciertas sorpresas vegetales. Tienen una casi pasable cerveza nacional, siempre que se tome fría, muy fría. Cuenta la urbe con una oferta cultural que, aun teniendo que atender a una fuerte diversidad, no es desdeñable. Hay cines y cines y mas cines, cuya decoración y vida interior es difícil de imaginar; las estrellas locales gozan de gran predicamento y lucen en cartelones de delirante optimismo. En los días que traigo a colación la prensa anunciaba un ciclo de películas latinas del oeste, con Sergio Leone como figura predominante. Creo recordar, aunque no lo encuentro entre mis notas, que el español Alex de la Iglesia también estaba incluido en el lote.

En Delhi, en la Delhi autentica y profunda uno se hace entender por señas[2], pues cada uno parla como dios o el diablo le da a entender. La burguesía empresarial del lugar tiene un ingles antañón y repulido, madruga poco, viste muy finolis y gasta un protocolo gestual que acojona. En Delhi hay cucarachas para todos los gustos, y tengo para mi que entre ellas guardan un rígido sistema de castas. Aquí el calor viene con un pegamento de fuerza instantánea incorporado.

Desde la atalaya mas alta del palacete de cinco torres en el que nos alojamos se ve un puente y luego un ensanchamiento considerable del río. En su parte trasera hay un espacio ajardinado, exótico para alguien de las tierras góticas como yo; una pista de tenis; un campo de cricket; un templete barroquizante sobre el que músicos de blanco impoluto descojonan melodías que les son extrañas; un pabellón en el que el alcohol corre libre de impuestos y a toda hora frecuentan nativos de posibles muy trajeados. Todo esto rodeado por una cerca. Por una cerca a la berlinesa: alta, recia, de púas rematada, y vijiada por un energúmeno de profética barba que armado de un riguroso palo monta un elefante. Una diminuta puerta en el muro alambrado da a una inadvertida calle, a la calle en la que con J.C Maxwell topamos.

No Maxwell a secas; sino J.C. Maxwell, con todas las letras, unas letras de dos dedos de grosor a fuer de ser repintadas sobre lo que debió de ser el letrero original, como rezaba un torcido letreron que lucia sobre un muro aquejado de lepra que ocultaba un corralón por el que corrían mas de veinte especies animales. El acceso se llevaba a cabo por una puerta doble, de madera en estado terminal, desgoznada. Tras apartar de nuestro paso a un par de perros famélicos, cabras y gallinas, algún que otro pato de secano y demás fauna llegamos, no sin cierta aprensión, lo reconozco, a un oscuro local donde en caótico orden igual se veían teclados de ordenador que planchas de antes de la arruga, afeitadoras del tamaño de cajas de zapatos o radios de galena...; ya digo, un autentico museo de lo absurdo y desfasado. Roña sobre roña.

Encontramos al presunto propietario, ojos de antracita y menudo cual cuija, con un motorcillo eléctrico entre las manos, sentado en un taburete de bar, de espaldas a una mesa de trabajo llena de cachivaches propios de un museo etnológico. Desde un claro habilitado sin concierto en ella, un endriago que permanecía en cuclillas y gastaba unas gafas mas grandes que la cabeza le cortaba el pelo. Un gato atigrado y hocicudo husmeaba los rizos que caían al suelo. A la pregunta que le hizo Hemachandra sobre la razón del nombre que campeaba sobre el paramento del patio, contesto que no lo sabia con certeza, puesto que el había llegado de Bikaner hacia tan solo siete años. Luego, tras lubricar la maquina pensante mediante reiteradas maniobras repartidas entre orejas y nariz, dijo recordar haber oído que acaso aquello del nombre se debiera a que allí vivió un electricista ingles muy famoso, de los que salen en los libros... ¡Y el mundo gira y gira..., habrase visto!

Y cierro ya esta evocación india para confesar sin sonrojo que J.C. Maxwell, el Maxwell del que ahora vengo a hablar, tuvome durante años como a puta por rastrojo: con el culo pelado y las neuronas estragadas por mejor decir. No propiamente él, hombre sin tacha y un si no es apocado, pobriño, sino aquellas sus ecuaciones que vinieron a sentarme como un potaje de garbanzos de acero.

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Fue mi torturador de ayer (permítaseme la licencia) hijo de un terrateniente escocés. Aplicado además, puesto que en vez de dedicarse, como Dios manda, a la destilación de espirituosos, a dar plomo a cuanto bicho se moviera o a perseguir acezante a las mozas por prados y henales, dedicose a la investigación y a la enseñanza. Maxwell, discípulo de Faraday, tenía un buen pasar económico, la barba poblada, un perro que no se llamaba Lulu[3] y una mujer que le ayudaba en su trabajo. Se llamaba esta Katherine Mary, y hay retratos en los que sale elegante pero envarada. En 1873 Maxwell dio a la luz un tocho titulado «Treatise on Electricity and Magnetism», en el que compendiaba y "sintetizaba", con menos claridad que sabiduría, todos los conocimientos sobre tan brumosos temas. El resultado fue ese conjunto de ecuaciones que hoy conocemos como «ecuaciones de Maxwell», en las cuales vino a deducir que las leyes experimentales de la electricidad y el magnetismo (léase leyes de Coulomb, Gaus, Ampere, Biot-Savart, Faraday) podían resumirse de una forma matemática simplificada. En realidad, lo que hacen las ecuaciones de Maxwell es relacionar los vectores de campo eléctrico y magnético (E y B) con sus fuentes: las cargas eléctricas, las corrientes y los campos variables. Estas "apestosas" ecuaciones, cuya aplicación a la mayoría de los problemas exige un buen rodaje matemático, vienen a ser al electromagnetismo clásico lo que las leyes de Newton a la mecánica clásica. Además, como bien sabéis, la fuerza electromagnética es indispensable para la vida, pues es la responsable de que los átomos se liguen entre si gracias a la llamada «fuerza electromagnética residual» Maxwell palmolive en 1879, nueve años antes de que los experimentos de Hertz confirmaran la validez de su teoria.

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NOTAS:

[1].- En plan puntilloso diríamos que tal aseveración no es cierta, puesto que Maxwell nació en la casa que la familia poseía en el 14 de India Street, Edinburgh.

[2].- La India es abiertamente plurilingüe. El hindi y el ingles pasan por ser los dos idiomas oficiales, aunque la Constitución reconoce como "principales" a otras 18 lenguas. A mas de las citadas existen otras 418 "enumeradas", cada una de ellas hablada por mas de 10.000 personas. Y aun hay mas, variantes de las citadas unas, pertenecientes a minorías arcaicas otras.

[3].- En realidad aquel con el que tantas veces salió fotografiado se llamaba "Choli".

CORRESPONDENCIAS:

· School of Mathematical and Computational Sciences University of St Andrews: James Clerk Maxwell.

· physicsweb: James Clerk Maxwell: a force for physics

· SONNET: Biografia J.C. Maxwell. Excelente biografía aunque en ingles. Recomiendo su descarga.

· Joint Astronomy Centre: James Clerk Maxwell Telescope.

· Soko: Ondas electromagnéticas (Autora: Silvia Sokolovsky)

· Centro de Conocimientos: Historia del Desarrollo de la Electricidad.

· Universidad del Pais Vasco: Demostración de la ley de Faraday (I)


Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)


Publicado por Don Gaiferos en 1:36 p. m. |  
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lunes, mayo 14, 2007

De tonadilleras, balcones y un montón de amonedado.


Aunque no lo parezca, esto sigue siendo un espacio dedicado mayormente a la ciencia y sus aledaños. Ocurre que a falta de tiempo para originalidades, he optado por patear -con su correspondiente befa y estrépito- a toda noticia que generada por la estulticia me venga a mano. Y sea de momento este el ultimo rebrote febril, porque tantos encajes de resopón me merman prestigio y confianza.

Vuelvo ahora al esquizofrénico titulo.

"España" es un país de balcones. De balcones para ver y para ser visto. De balcones de luto estricto o de abigarrado colorido. Cada "maja" su balcón, y cada pronunciamiento o proclama; cada justa, cada festejo o ajusticiamiento... Cada español ve el mundo desde un balcón, a mas de los balcones de sus ojos. De ahí que el tercer ojo del español sea un balcón inamovible y ferrado.

Se cuenta que en Valladolid, donde se derramara en torrentia de penas una tonadillera dicha "la Pantoja", pilosa y tirando a la machorrez ella, viuda de torero y al martillo de la ley pretendiente, ofertanse balcones por no menos de 6000 para verla cacarear, cual gallinita sin gallo y locuela, en olor a pueblo. ¡Menudo convite para el ojo lapidatorio de fisgones y vecindogas!

Pero que tal ocurra en Valladolid no es nada nuevo, que para esto del espectáculo los señores pincianos se pintan solos y siempre han tenido querencia por los tablados, balcones y tejados.

¿Quien ha sido el malsin que ha dicho que no es cierto?

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Narracion mas o menos somera del auto de fe que verificóse el domingo, día de la Trinidad, 21
de mayo de 1559, en la Plaza Mayor de Valladolid.

.... Alzóse en la plaza de Valladolid un tablado de madera, alto y suntuoso, en forma de Y griega, defendido por verjas y balaustres. El frente daba a las Casas Consistoriales, la espalda al Monasterio de San Francisco. Gradas en forma circular para los penitentes; un púlpito para que de uno en uno oyesen la sentencia; otro enfrente para el predicador; una valla o palenque de madera, de doce pies de ancho, que desde las cárceles de la Inquisición protegía el camino hasta la plaza; un tablado más bajo, en forma triangular, para los ministros del Santo Oficio, con tribunas para los relatores; en los corredores de las Casas Consistoriales, prevenidos asientos para la infanta gobernadora y el príncipe D. Carlos, para sus damas y servidunbre, para los Consejos, Chancillería y grandes señores, y, finalmente, más de doscientos tablados para los curiosos, que llegaron a tomar asiento desde media noche, y pagaron por ellos doce, trece y hasta veinte reales. Los que no pudieron acomodarse se encaramaron a los tejados y ventanas, y como el calor era grande, se defendían con toldos de angeo. Desde la víspera de la Trinidad mucha gente de armas guardaba el tablado, por temor de que los amigos de Cazalla lo quemasen, como ya lo habían intentado dos noches antes. El primer día de Pascua del Espíritu Santo se había echado pregon, prohibiendo andar a caballo ni traer armas mientras durase el auto. Castilla entera se despobló para acudir a la famosa solemnidad; no solo posadas y mesones, sino las aldeas comarcanas y huertas y granjas se llenaron de gente, y como eran días del florido mayo, muchos durmieron al raso por aquellos campos de pan llevar. «Parezia una general congregación del mundo..., un propio retrato del Juicio», dice Fray Antonio de la Carrera. Muchos se quedaron sin ver nada; pero al menos tuvieron el gusto de recrearse «en la diversidad de gentes, , naciones y lenguas allí presentes», en el aparato de los cadalsos y en la bizarría y hermosura de tantas apuestas damas como ocupaban las finestras y terrados de las calles por donde habían de venir los penitentes. Más de dos mil personas velaban en la plaza, al resplandor de hachas y luminarias.

Entonces se madrugaba mucho. A la una empezó a decirse misa en iglesias y mionasterios, y aún no eran las cinco de la mañana cuando aparecieron en el Consistorio la pricesa gobernadora, Dª Juana, «vestida de raxa, con su manto y toca negra de espumilla a la castellana, jubón de raso, guantes blancos y un abanico dorado y negro en la mano», y el débil y valetudinario príncipe D. Carlos «con capa y ropilla de raxa llana, con media calza de lana de aguja y muslos de terciopelo, y y gorra de paño y su espada y guantes». Les acompañaban el condestable de Castilla, el almirante, el marqués de Astorga, el de Denia; los condes de Miranda, Andrade, Monteagudo, Módica y Lerma; el ayo del príncipe D. García de Toledo; los Arzobispos de Santiago y de Sevilla; el Obispo de Ciudad Rodrigo, domeñador de los feroces conquistadores del Perú. Delante venía la Guardia Real de a pie, con pifanos y tambores.

El orden de la comitiva era éste: a todos precedía el Consejo de Castilla y los grandes; en pos, las damas de la princesa, ricamente ataviadas, aunque de luto. Delante de los príncipes venían dos maceros, cuatro reyes de armas vestidos con dalmáticas de terciopelo carmesí, que mostraban bordadas las armas reales, y el conde de Buendía con el estoque desnudo.

Luego que tomaron asiento los príncipes bajo doseles de brocado, empezó a desfilar la procesión de los penitenciados, delante de la cual venía un pendón de damasco carmesí con una cruz se oro al cabo y otra bordada en medio, y debajo las armas reales, llevado por el fiscal del Santo Oficio Jerónimo Ramírez. En el tablado más alto se colocó la cruz de la parroquia del Salvador, cubierta de luto. Los penitentes eran treinta: llevaban velas y cruces verdes; trece de ellos corozas, Herrezuelo mordaza y los demás sambenitos y candelasen las manos. Los hombres iban sin caperuza. Acompañabanlos sesenta familiares.

Comenzó la fiesta por un sermón del insigne dominico fray Melchor Cano, electo Obispo de Canarias, y fué como de tan gran varón podía esperarse, según declaran unánimes los que le oyeron. Duró una hora, y verso sobre este lugar de San Mateo (VII, 15): «Attendite a falsis prophetis, qui veniunt ad vos in vestimentis ovirum: intrinsecus autem sunt lupi rapaces»

Acabado el sermón, el Arzobispo Valdés, acompañado del inquisidor Francisco Vaca y de su secretario, se acercó a los principes y les hizo jurar sobre la cruz y el misal que «defenderían con su poder y vidas la fe católica que tiene y cree la Santa Madre Iglesia Apostólica de Roma, y la conservación y aumento della; y perseguirían a los herejes y apóstatas, enemigos della; y darían todo favor y ayuda al Santo Oficio y a sus Ministros, para que los herejes pertubadores de la religión cristiana fuesen punidos y castigados conforme a los decretos apostólicos y sacros cánones, sinque hubiese omisión de su parte ni acepción de persona alguna». Leída por un relator la misma fórmula al pueblo, contestaron todos con inmenso alarido: «Sí juramos». Acabado el juramento, leyeron alternativamente las sentencias el licenciado Juan de Ortega, relator, y Juan de Vergara, escribano público de Toledo...

A las cuatro de la tarde acabó el auto. La monja volvió a su convento. D. Pedro Sarmiento, el marqués de Poza y D. Juan Ulloa Pereyra fueron llevados a la cárcel de corte, y los demás reconciliados a la del Santo Oficio. Los relajados al brazo seglar caminanaron hacia la Puerta del Campo, junto a la cual había clavados cinco maderos con argollas para quemarlos. Cazalla, que al bajar del tablado había pedido la bendición del Arzobispo de Santiago, y despídiose con muchas lágrimas de su hermana doña Constanza, cabalgó en su jumento, y fue predicando a la muchedumbre por todo el camino. «Veis aquí -decía- el predicador de los príncipes, regalado del mundo, el que las gentes traían sobre sus hombros; veisle aquí en la confusión que merezía su soberbia; mirad por reverencia de Dios que toméis ejemplo en mi para que no os perdais, ni confieis en vuestra razón ni en la prudencia humana; fiad en la fe de Cristo y en la obediencia de la Iglesia, que este es el camino para no perderse los hombres...»

En vista de sus retractaciones, a él y a los demás se les conmutó el genero de suplicio: fueron agarrotados y reducidos sus cuerpos a ceniza. «De todos quince -dice Illescas-, solo el bachiller Herrezuelo se dejó quemar vivo, con la mayor dureza que jamás se vio. Yo me hallé tan cerca del, que pude ver y notar todos sus meneos. No pudo hablar, porque por sus blasfemias tenía una mordaza en la lengua; pero en todas las cosas pareció duro y empedernido, y que por no doblar sus brazos quiso antes morir ardiendo que creer lo que otros de sus compañeros. Noté mucho en él, que aunque no se quejó ni hizo extremo ninguno con que mostrase dolor, con todo eso murió con con la más extraña tristeza en la cara de quantas yo he visto jamás. Tanto, que ponía espanto mirarle al rostro, como aquél que en un momento había de ser en el infierno con su compañero y maestro Luthero»...

Los primeros agarrotados fueron Cristóbal de Ocampo y doña Beatriz de Vibero, mujer de extremada hermosura, al decir de los contemporaneos. Así fueron discurriendo hasta llegar a Cazalla, que, sentado en el palo y con la coroza en las manos, a grandes voces decía: «Esta es la mitra que Su Majestad me había de dar; este es el pago que da el mundo y el demonio a los que le siguen». Luego arrojó la coroza al suelo, y con grande ánimo y fervor besaba el Cristo, exclamando: «Esta bandera me ha de librar de los lazos en que el demonio me ha puesto; hoy espero la misericordia de Dios que la tendrá de mi ánima; y así se lo suplico, poniendo por intercesor a la Virgen Nuestra Señora».

Y poniendo los ojos en el cielo dijo al verdugo: «Ea, hermano»;y él comenzó a torcer el garrote, y el Dr. Cazalla a decir «Credo, credo», y a besar la cruz; y así fué ahorcado y quemado.


PROTESTA :

Contrario a mi costumbre de esta capillada no pueden esperarse notas ni enlaces. Me disculpo de ello por tratarse de un texto descriptivo alejado de toda intención didáctica. Explicar además el carácter de los personajes, instituciones, usos y costumbres de la época que refleja, es mas de una tesina que de un culto divertimento: mi intención primera y ultima. He venido a contar aquí, según razono someramente en la introducción, del gusto del español por el espectáculo, bueno o malo, culto o nefando. Decir si acaso que la narración, a veces tremenda, esta cargada de truculencia y dramatismo: No tenia, por ejemplo, el Tribunal del Santo Oficio, ese poder en el que el texto nos hace pensar; era en realidad un brazo mas del poder real y como tal se comportaba. La Inquisición española (hubo varias y contradictorias entre si) siempre ha sido espuriamente tratada, como si no importase la verdad de sus actuaciones, leves por demás si los comparamos con la de otros países europeos. Sobre tal, mi libro de cabecera es: "La Inquisición Española" (Nueva Visión, Nuevos Horizontes), recopilación de los trabajos presentados en el I Symposium Internacional sobre la Inquisición española, celebrado en Cuenca en septiembre de 1978.

Vale.

Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)



miércoles, mayo 09, 2007

El Pene del Delfín... de Francia.


Confieso que la idea para la presente capillada me la sugirió un articulo del siempre mesurado J.P. Quiñonero en el que abordaba las peculiaridades sentimentales (léase sexuales si se quiere) de la ampulosa clase política francesa.

Lo cual que en tanto me centro un mínimo y pongo en orden mis notas de viaje, llenare este espacio con las no menos peculiares relaciones que el futuro Luis XIII mantuvo durante su infancia con los adultos y el sexo. Piedra angular del relato es el diario sobre la infancia del "príncipe" llevado con extrema meticulosidad por monsieur Heroard [1], su médico de cabecera.

Tomo pues de una estantería el libro[3] que corresponde, le rasuro someramente (recuérdese que el polvo es la barba de los libros) y paso a copiar a la letra lo que interesa:


El diario de Heroard

El 27 de septiembre de 1601 nace Luis [2].

#1602

24 de julio. Vestido ya a las siete de la mañana, experimenta un gran placer y ríe a carcajadas cuando su nodriza le hace cosquillas en los órganos genitales con la punta de los dedos.

11 de septiembre. Mademoiselle de Ventelet le cuenta que él va a dormir con la infanta (con la cual está comprometido -13 años más tarde, en efecto, se convierte ella en su mujer). Ello le provoca risa.

27 de septiembre. Juega con sus genitales y contrae el vientre para poder verlos mejor (Il se3 joue à sa guillery, repousse son ventre en dedans, qui l'empechoit de la voir).

5 de noviembre. Va a comer con el rey. Deja que varias personas (cortesanos) besen sus órganos genitales. Los cortesanos son mencionados expresamente: Monsieur de Souvre, Monsieur de Termes, Monsieur de Liancourt, Monsieur de Zamet.

12 de diciembre. Hacia las nueve menos cuarto juega a algunos juegos. Se le pregunta: «¿Dónde está el tesoro de papá?» El se muestra a sí mismo y se golpea el vientre. Yo le pregunto: «¿Dónde está el tesoro de la infanta?» El pone la mano sobre sus genitales.

#1603

Su nodriza le pregunta a un cortesano qué ha cenado por la noche. El cortesano responde: «Pollo, salsas, etc» Luego le pregunta al Delfín: «Y tú naricita graciosa, mi pequeño tesoro, ¿qué has comido por la noche?» El responde riéndose: «Mierda» («de la merde»).

#1604

8 de junio. Al levantarse no quiere ponerse su camisón y dice: «Nada de camisón primero quiero echar leche por mi picha» («je veux donner premierement du lait de ma guillery»). Se la sujeta, hace como si tirara de de sus genitales y comienza a hacer «ps, ps, ps», nos salpica a todos con eso y sólo entonces se deja poner el camisón.

12 de agosto. Despierto a las ocho de la mañana, llama a Mademoiselle Bethouzay y le cuenta: «Mamachel, mi picha juega al puente levadizo, arriba y abajo, arriba y abajo. («le vela levé, le vela baissé»).

25 de octubre. Va donde Madame y juega allí con una pequeña cama de terciopelo que le habían regalado a ésta en el día anterior. En ella están Holoformes decapitado, su cabeza y Judith. El pregunta: «¿Dónde está la mujer?» Se le responde: «Ahí». Y él replica: «Eh! ne faut-il pas que la femme soit sous l'homme?» («¡Cómo! ¿No debe estar acaso la mujer debajo del hombre?»).

5 de noviembre. Es llevado adonde la reina. Madame Guise le muestra la cama de la reina y le dice: «Monsieur, voilà où vois avez été fait» (Monsieur, aquí es donde Vd. fue hecho»).
El replica: «Avec maman» («Con mamá»).

#1605

10 de febrero. En este día se ha casado Davienne, su cocinero. El dice: «Mi gran pedazo de asado se ha casado; ahora tiene mujer y va a dormir con ella».

11 de junio. Después de haber comido con la reina. Una vez que él y Madame de han desvestido, se acuestan desnudos en la cama junto al rey, se besan, se susurran («gazouillent» chillan, gorjean, susurran, ¿ambivalente?) y le provocan al rey mucho placer. El rey pregunta: «Hijo mío, ¿donde tiene la infanta el paquetito?» («le paquet de l'Infante»). El lo señala y dice: «pero no hay ningún hueso adentro, papá». Luego, después que el pene ha comenzado a ponerse erecto: «ahora sí, y muchas veces sí que sí».

19 de junio. Se pone a cantar una canción de cuna:
Bourbon l'a tant aimée
Qu'à la fin l'engrossa
Vive la fleur de lis...
(Borbón la amaba tanto, que por fin la dejó encinta. Viva la flor de lis...)

#1606

20 de abril. Juega con su nodriza, la besa, la acaricia, le desabrocha el vestido y le chupa las tetas.

7 de mayo. Mademoiselle Mercier, una de sus camareras, acaba de pasar la noche en la misma habitación que el Delfín y sigue recostada en su cama, frente a la de él. El juega con ella y le cuenta luego a su nodriza que ha podido ver su vagina mientras jugaba.

26 de junio. Conversa con las señoras de Vitry y de Saint-Georges. Aquí Heroard se vuelve en su relato claramente más escueto e indirecto: «... il dit mots noveuaux et paroles honteuses et indignes, disant que celle de papa est bien plud longue que la sienne, qu'elle est aussi longue que cela, montrant la moitíe de son bras»
Aclara el traductor: «... inventa palabras nuevas y dice frases vergonzosas e indignas, dice que la de su papá es mucho más larga que la suya, que es así de larga, y muestra la mitad de su brazo».

23 de agosto. Madame de Saint-Georges le pregunta: «Monsieur, ¿dónde hay que mirar para saber si es una mujer o un hombre?» - «Entre las piernas».

#1607

26 de enero. Asiste a la representación de una pieza de teatro, una farsa en la que Laforset hace el papel de marido engañado, el barón Montglant el de la esposa infiel e Indret es el amante.

16 de junio. En la cama con Madame de Montglat y su marido.

19 de noviembre. Va a las habitaciones de su ama y de Madame de Montglat y les hace burlas porque siempre están en la cama con sus maridos.

14 de febrero. Desvestido hacia las diez de la noche y metido en la cama , me pregunta, después de haber rezado la oración de la noche: «Mousseu Heroua, ¿puede Usted adivinar díonde tengo mis manos?» - «Señor, entre las piernas». «Las pongo siempre sobre mi picha» («je les mets toujours sur ma guillery»).

#1612

26 de enero. Después de la cena la reina le dice: «Hijo mío, quisiera casarme con Usted, ¿está Usted de acuerdo?» - « Sí, señora». - «Pero Usted no sabe cómo se fabrican los niños». - «Por cierto que sí, señora». - «¿Y cómo lo sabe usted?» - «Monsieur de Souvre me lo ha enseñado».



Y con esto doy cabo a las - me parece a mi - prematuras querencias venereas del “lindo don Luis”. Decir por acabar, sin embargo, que llama la atención y sorprende la escasa escrupulosidad con la que se trataba sobre lo sexual en el seno de la clase aristocrática francesa, así como la conducta desinhibida que observaban los cortesanos frente al príncipe heredero. Toca ahora, picado por la curiosidad, averiguar en que época y condiciones se impusieron los tabúes y constricciones sobre la sexualidad a los que nos acostumbró la clase burguesa.


NOTAS:

1.- Especifica la autora: “Heroard estaba al servicio de María de Médicis, cuyo interés por el Delfín, o sea, por el sucesor masculino del trono, era primordialmente un interés político que Heroard, sin duda, halagaba con su particular atención hacia las cualidades fálicas del infante Luis XIII.

2.- Contemporáneo del gabachin en balbuceos, mocos y babas fue nuestro Felipe IV, a quien conociendo el paño que guardaba el arca de los Austrias, no imagino en trances gozosos semejantes. Cierto que con el tiempo resultaría el pájaro de lo mas extremoso: tan piadoso como rijoso, tan trentino como libertino y putero tapado. Aun obviando el concurso de cortesanos pelotas, aquel encoñamiento suyo que dio lugar al episodio del Convento de San Placido no deja de ser memorablemente sabroso.

Para obtener una visión general sobre la época de tal genitor de modorros recomiendo la consulta de la obra de José Deleito y Piñuela; en especial de los amenisimos y nada farragosos "El rey se divierte" y "La mala vida en la España de Felipe IV".

3.- «El juego de los niños» Estudios sobre la génesis de la infancia, por D. Elschenbroich. Colección: "Promoción del Pueblo", nº 36.


Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)

Publicado por Don Gaiferos en 6:15 p. m. |  
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