domingo, diciembre 23, 2007

Del hablar por hablar y de la conversación quebrada con C. J. Cela al fondo.

El aovado con cabeza de saurio gastaba un reló dorado tan pesado como una estrella colapsada. Debía de ser pieza de estreno, sino única o de museo, a juzgar por los gestos fuera de lugar -algunos como de tragasables- con los que lo ostentaba. Mi plaza era de nubes y rojizos tornasolados; de pasillo la suya. Entre ambas antípodas conceptuales (el palabro suena bien aunque me temo no sea del todo exacto) mi amigo Aníbal dormía como un tronco. Por el modo tan sublime con el que mi amigo en toda circunstancia duerme, apostaría que algún negocio se trae a pachas con el hideputa de Morfeo, el de la planta de adormidera en la mano y alitas de mariposa cargadas a la espalda. Iconograficamente Morfeo pica a maricón y Gadafi, le acabo de ver en la tele, a travestón, a echadora de cartas con tendencias marranas. Aníbal no. A mi amigo le he visto dormir, en Managua, sobre el mostrador de una tienda de comestibles desabastada mientras a dos cuadras las tanquetas de la Guardia Nacional y las botellas incendiarias de los insurgentes se explayaban. Imbéciles: muerte, ruido y humo para cambiar de amos.
Al otro lado del pasillo un joven muy pulido con barbita neroniana, si es que Nerón gasto alguna vez barba y la figura vale. Un joven, digo, entre nervioso y apocado que, a mi pesar y con supino desinterés, supe se llamaba Ignacio, era socio del Osasuna, aborrecía hasta lo patológico a los insectos, montaba en moto y tenia una novieta -enfermera- que le exigía mucho. Ambos, el joven pastueño y el saurio, trabajaban en algo relacionado con la industria farmacéutica. Eran colegas... La especialidad concreta del dúo me paso por alto, acaso, porque en el momento me encontrara leyendo un articulillo ajedrecistico sobre las "partidas de mínima duración por mate" (Hay ocho series de movimientos que empiezan en la posición inicial de la partida y terminan en mate al segundo movimiento de las negras; ejemplo: 1.- P3AR, P3R; 2.- P4CR, D5T mate; 347 series que terminan igualmente con mate al tercer movimiento de las blancas y 10828 al tercero de las negras), o escuchando "La danza de los cocheros" de Petrouchka, o embebido en un arcaico "Tratado de estereotipia, galvanotipia y metalografia tipográfica" que ha perdido todo sentido practico, aunque dilucide no pocos asuntos de interés tecnológico.

- ¿Y qué hay de nuevo en esto, Gaiferos? ¿Donde está la consecuencia ética o moraleja? Me temo que por dar visos de continuidad a este, su colchón de insulseces, termine usted escribiendo depravaciones o la más depurada de las bobadas. Cuente, oiga.

- Cierto que de nuevo no hay nada, como debe de ser y las ordenanzas mandan, y la moraleja es usted, atento lector, quien la debe de sacar al ruedo para lidiarla. Así que no se me sulfuren, coño, y déjenme seguir. Por cierto, depravación y de las grandes es hacer pasar al "canon digital" por constitucional. Miren, que una entidad privada sea depositaria y gestora de un impuesto estatal obligatorio e innecesario, suena cuando menos a bandidaje. A lo peor hay que ciscarse en ese papelucho que a nadie parece importar e introducírselo por las tragaderas a quien corresponda. Puñado de tontos en vísperas argumentan que el diezmo servirá para llevar a justo termino las ganancias de nuestros mas valiosos conciudadanos, perjudicados ellos, pobriños, por la terca incivilidad del paisanaje. Joder, que chuscada; será la ganancia de alguno de los suyos, digo yo. Si los mas granados intelectualmente de entre los nuestros perteneciera al gang, mejor que España se hundiera en el mar y que el diablo nos llevara a todos. Esto es de autoexilio, repugna y da asco.

En fin, es hora de cerrar el circulo de lo inefable.

La singularidad de la extraña pareja era evidente. Su nula comunicación verbal... de elevado rango. Apenas rompía a hablar el joven trefe cuando, egotico, saltaba el saurio como a resorte y le mordía las palabras, engullía todo atisbo de conversación fundada. Mira que uno ha visto cosas, pero hasta la fecha jamas canibalismo verbal de semejante categoría. Estoy por asegurar que en cuatro horas largas de vuelo no termino el pobre muchacho mas de media docena de frases. Para pasmarse, señores.

Sabido es que mediante la agudeza, la conversación puede convertirse en un arte: exigente, difícil, mejorable, espontaneo..., como todo arte. Sobre la conversación se ha teorizado mucho, empezando por los metódicos señores socráticos. Se han escrito centón de métodos inútiles sobre la misma y no hay diccionario filosófico que se precie que no la reserve un abundoso espacio. Unos y otros trastean en vano con las palabras, y obvian que el buen conversador llega a serlo mediante una acción pedagógica temprana. Nadie, por lo que he visto y leído, se preocupa de cosas capitales como la adquisición natural del lenguaje como fenómeno de intercambio; el entorno en el que se lleva a cabo; su desarrollo rítmico y guiado; tampoco de los desordenes perturbadores de su naturaleza enumerativa; ni de la imitación y el continuo ejercicio... Cuentan, a saber por qué, de la complicidad entre el lenguaje escrito y el lenguaje hablado. Mentira. Los mejores conversadores que conozco apenas se ponen ante un folio en blanco quedan paralizados. Tampoco hay que confundir el narrar con el conversar, puesto que las coordenadas espacio-temporales son del todo distintas: se narra, mejor o peor, con la memoria; se conversa, sin embargo, siguiendo las pautas cerebrales de influjos auditivos inmediatos...

Lo dejo, coño; estamos en vacaciones y no es tiempo de catequizar a nadie.

Por acabar: Como adicto al buen vino conversado (se puede probar que la palabra mejora cualquier noetico caldo; al fin, es la charleta sacerdotal, entre los católicos, la que místicamente transubstancia el vino), mi nadar es entre excelentes conversadores. Yo también creo serlo, pero en mi no tiene mérito ninguno, puesto que mi aprendizaje primero tuvo lugar entre individuos que, a falta de otras mundanidades, dominaban de pe a pa esta incruenta esgrima verbal de la que hablamos.

A primeros de los años cincuenta del pasado siglo, Camilo José Cela escribió al respecto:

SOBRE EL DELICADO PLACER DE LA CONVERSACION
(Cuando el niño sabe decir piedra, entonces la mollera se le cierra)

Siempre he creído, y no sería cosa de volverme aquí atrás, que eso que se llama el delicado placer de la conversación suele ser tara, más que virtud, y cortina de humo, antes que chorro de luz.

Con frecuencia, el buen conversador cubre de palabras su hondo vacío de ideas y adorna, con su pronta voz, el desierto de su tardo discurrir.

Reunirse «a conversar», que se tiene por fino pasatiempo, se me antoja algo tan rigurosamente inútil como reunirse a no hacer nada. En el mejor, o, por lo menos, en la mayoría de los casos, la conversación no pasa de ser un juego de sociedad como el bridge o el pinacle.

No creo que tuviera razón Pascal al decir que con la conversación se forman el espíritu y el sentimiento. Esto, bien mirado, no es sino vana palabrería y, a la postre, «tema de conversación». A menos que Pascal, cosa tampoco improbable, llamara conversación a algo que, por regla general, no llega a alcanzarse entre los conversadores al uso.

Se puede hablar o conversar por razones múltiples. Se puede hablar por hablar; se puede hablar para hacer huir las horas (Ovidio); se puede hablar por pedantería; por llamar la atención, por gimnasia, por vanidad. La Rochefoucauld deja bien sentado que, a menos que la vanidad le haga hablar, el hombre habla muy poco.

La conversación, en un noble y alto sentido que el tiempo y otras circunstancias le han ido haciendo perder, sí pudo haber sido, entre elegidos, un noble empeño, una aleccionadora realidad; lo que sucede es que la conversación ha muerto, como la poesía épica o las civilizaciones antiguas, y sus últimos flecos -eso que se llama, digo, el delicado placer de la conversación- hieden a carroña al aire, a mojama que se obstina en perfumarse con pachulí.

Las dos balas, o los dos navajazos, que hirieron de muerte a la conversación, fueron el pasarse -los conversadores- el tiempo «contando cosas», actitud que condujo al uso y abuso del chiste, ese antifaz que, sin serlo, finge el ingenio, y el no «pararse a pensar las cosas» y hablar al acelerado ritmo que se nos impone y que no siempre está sintonizado con nuestras entendederas. En menos palabras: se ha cubierto el sano discurrir con la gruesa manta de lo ingenioso, de lo agudo, y el sano discurrir se ahogó. (Obsérvese que el hombre ingenioso en la conversación suele quedarse en eso).

La Bruyère, que estudió este fenómeno de la conversación con tanta sagacidad como detenimiento y solidez, afirma que hay personas que comienzan a hablar un momento antes de haber pensado, y añade que una de las señales del ingenio mediocre es la de estar siempre contando cosas. La certera observación de La Bruyère se ha acentuado de su tiempo al nuestro: hoy hay más conversadores que razonan a remolque de su palabra y más irredentos contadores de chistes que nunca hubo.

Las cosas han llegado a semejantes graves extremos , que cualquier persona que ande un poco por el medio puede ser testigo de esas conversaciones «a tema fijo», en las que se intenta discutir, por ejemplo, qué es más importante, si amar o ser amado, o cualquier otra zarandaja por el estilo.

Insisto en que, como juego de sociedad, la conversación, como el parchís o la canasta uruguaya, puede cumplir perfectamente esa subfunción a que ha quedado reducida, pero el buen arte, el noble arte de la conversación es algo que se ha perdido. Por eso le llamamos, en irónico y doble sentido, «delicado placer», placer para uso de «snobs», de dogmáticos y de bachilleres. Massimo Bontempelli dice que ya no hay quien conozca el arte de la conversación, de la discusión. Conversar -añade- es entrar en el surco que ha trazado el otro e insistir en el trazo y perfección de aquel surco; dialogo es colaboración.

Para nuestra desgracia, estas nobles palabras de Bontempelli no sólo no han perdido vigencia, sino que, a medida que los años pasan, cobran nuevos y más lozanos impulsos.

Hoy, a la gente, no le gusta conversar, departir, hablar con sus semejantes, sino tener razón a ultranza y caiga quien caiga. O, al otro extremo del alambre, hoy a la gente, también se puede afirmar, lo único que le place es «conversar», en su más inmediato y riguroso sentido etimológico, esto es, dar vueltas a las cosas, aunque jamás se llegue al fin.

Las apologías de la conversación que hicieron los antiguos -Cicerón, Ovidio, Plinio, Séneca- han perdido vigencia, y sus palabras nos suenan ya a hueco reflejo de más felices tiempos.

A mi juicio, la conversación ha muerto agotada, ha desaparecido porque la hemos acabado como un queso, ni más ni menos, Los hombres pasaron por un tiempo - quizás un tiempo que va desde fines del XVIII hasta la segunda mitad del XIX- en el que creyeron que los negocios del alma y del estado podían arreglarse a fuerza de hablar de ellos, y tanto y tanto hubo de hablarse de todo, que la conversación, como algunas especies animales de períodos geológicos prescritos, se acabó.

Los rabos sueltos que aun quedan, de cuando en cuando, por ahí, no son sino un mero espejismo y jamás una realidad.

Y sus cultivadores, algo tan raro y tan benemérito como los concertistas de clavicordio.

Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)



martes, diciembre 04, 2007

Yo que fui mochil del maestro Durero. (Crónica viajera).

Obsérvese como la cabecera de este apuntamiento es un “goyesco dos de mayo” de la divertida, conseguida y agridulce obra de Bohumil Hrabal titulada: “Yo que he servido al rey de Inglaterra”. No hay casualidad en ello. Titulo así a este mistifori como homenaje al autor citado y a la libertad narrativa. No obstante he de apuntar y apuntalar algunas cosas: Esta va a ser una posada larga en relación con lo que se lleva, a ratos enrevesada, culta a medias y a mi modo fantasiosa y disparatada. Pero nadie tema, que, de permitírmelo el tiempo, la aliñare de modo que sus ingredientes - hechos ciertos e incontestables, verdades a medias y dislates de una imaginación fuera de cauce- resulten indiscutiblemente diferenciables. Vaya por delante, sin embargo, mi voluntad de divertir e instruir. Es decir, no jodan con naderías historiograficas y tomen ustedes la mosca por do quieran.

Y las maletas sin deshacer. ¡Dita sea...!

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Antecedentes.

El 19 de enero 1519, acaso su "tiempo" impulsado hacia el agotamiento por el dedo imperceptible de su vida tumultuosa, muere el emperador Maximiliano I. En el sainete sucesorio subsiguiente todo esta enredado, no hay nada claro. Muerto el perro las reses se desmandan, y las promesas hechas en la Dieta de Augsburgo de 1518 por los Electores de Maguncia, Colonia, el Palatinado, Brandeburgo y Bohemia de sostener la candidatura de su nieto Carlos quedan en nada; resultan sin valor ni efecto. Hay necesidad de empezar de nuevo. El otro primer espada del cartel es Francisco I, rey de Francia. Otro postulante es el rey de Inglaterra, aunque mas por joder que por otra cosa. El Papa, por costumbre inveterada y mas pendiente de los bienes temporales que de los espirituales, siembra cizaña entre los contendientes para luego meter la cuchara en el sopicaldo y sacar tajada. Hay momentos tan delicados que la propia Margarita de Saboya, valedora leal de su sobrino Carlos y dama de tanta mano izquierda como bragada, desespera. Pero las cartas siguen corriendo de mano en mano. Carlos tiene problemas en Castilla; para los tiempos que corren, Francisco reina en un país pacificado. Carlos esta a dos velas; los enviados de Francisco, poco discretos e inconsecuentes, reparten dinero a manos llenas. Aunque valiente, generoso y prodigo, Francisco es voluble y poco resolutivo; Carlos, sin embargo, es tenaz, duro y seco como un asno zamorano. Francisco dilapida; Carlos fía su suerte a las magnificas tripulaciones de sus naves americanas. Mientras uno se agota el otro promete maravillas y hace amigos alemanes. Con valores tanto exóticos como tangibles en las manos, Carlos se procura de la casa de banca Fugger un préstamo inicial de 500.000 florines, destinados a comprar brazos armados y voluntades. Poco tiene que hacer el francés, puesto que al punto su crédito no vale nada, ya que la liga de Suabia prohibe a sus comerciantes aceptar sus valores. Transige "cagaillo" el Papa y, tras un coste de 850.000 florines, el día 28 de junio de 1519, los Electores votan por unanimidad en Francfort la elección de Carlos.

Merced a la simpatía que Maximiliano tuvo por Durero, la ciudad de Nüremberg le había pensionado con una renta anual de cien florines. Su muerte podía significar la cancelación de este beneficio, pues el consejo municipal quizá no se atreviera a confirmarlo sin la autorización expresa de Carlos V, llamado a ser el nuevo Emperador de Alemania. Por eso, sabedor el maestro de la inminente coronación en Aquisgrán de Carlos como emperador del Sacro Imperio Romano, acompañado de su mujer, Agnes Frey, emprende, próximo ya a los cincuenta años, viaje para ver su renta vitalicia confirmada. La anuencia imperial a tal privilegio tiene lugar en Bruselas, a finales de agosto de 1520. Luego, dispuesto a vivir nuevas experiencias artísticas y humanas, continua el maestro viaje hacia los Países Bajos.

Agnes, aquella Até implacable y dominante, de ninguna manera hubiera permitido que Durero se echara a los caminos solo, como antaño lo hiciera cuando se trasladara a Italia, donde conoció a los artistas más famosos de la época. Hijo de su tiempo al fin, Durero había contraído nupcias por conveniencia paterna, sin ser consultado previamente, ajeno por completo a la naturaleza desabrida de aquella que, más que fiel esposa, fue piedra imán de sus desgracias.

De como este cagalabraga cayo sin red en esta historia.

En fecha que no es necesario precisar, mi madre, G*R*, hija del maestro espadero de nacion portuguesa Hipólito Rebelo, soltera, y a la sazón cocinera de la casa de J*H*, ricohombre de la ciudad de Fürth, ajustome a mi, A*R*, como servidor del maestro Alberto Durero, honorable de la ciudad de Nürenberg, a fin de que le sirviera con entendimiento y lealtad, desde el día siguiente al de la fecha, hasta el cabo del viaje, y no más, que estaba a punto de emprender para la resolución de un asunto que tenia con el Rey.

Era entonces yo de catorce para quince años, estaba lustroso por lo bien comido, vivía con la alerta picara de un gato pajarero, estudiaba con Vespasiano Boloñes, un maestro calculista que me enseñaba la magia de los números a puñadas, echaba vello do más deseaba y cumplía con mil y una bellaquerías. En ocasiones ayudaba en la oficina de Sebastián Hutz, un impresor (a más de libros imprimía indulgencias, calendarios y panfletos sobre temas efímeros) e importador de papel que pretendía a mi madre. Maese Sebastián tenia el cabello como el fuego, era grande como una montaña y de carácter faustico; hábil metalista, cincelaba y fundía sus propios tipos. Su mayor orgullo era haber escrito e impreso un hermoso libro sobre el señor Lorenzo Valla. Con el tiempo contrajo matrimonio con mi madre y me dio dos hermanas y un hermano.

“En julio de 1520, coincidiendo con los días álgidos de la Reforma luterana, sale Durero, acompañado de su esposa y una criada, para los Países Bajos...”, suelen decir los tratados que comentan su peripecia viajera siguiendo su propio diario. Que mi persona no figurara en el original manuscrito (desaparecido), ni lo haga, aun pudiendo y debiéndoselo a la verdad, en otros sucesivos, les llamara menos la atención a ustedes, gente sagaz y avisada, tras conocer algunas condiciones que puso mi madre para mi empleo.

No pacto, por ejemplo, jornal ninguno por mis servicios. Si exigió sin embargo, alto y claro, que mis necesidades y gastos corrientes fueran satisfechos con la puntualidad y calidad de un propio de la casa, que monsieur Durero, personalmente, me instruyera en la conducta de un hombre honorable, mirara por mi educación artística y me enseñase a ver critico el mundo. Y lo que es más esclarecedor e importante: que bajo ninguna condición o circunstancia, sirviera a otro que no fuera él, sino era por mi gusto y con su aquiescencia. Esta condición aparentemente leonina se debió, supe después, al hecho de que mi madre sabia, ¿acaso de primera mano?, del carácter resabiado y tiránico e imperativo de Agnes Frey, de quien Jorge Hartmann, amigo del señor Durero, llego a decir: “Le había roído el corazón de tal manera, endureció su carácter con sufrimientos tales, que bien podía decirse que Albert había perdido la razón. Jamás le permitía interrumpir su trabajo, le alejaba de todas las sociedades, y con lamentaciones continuas, le tenia encadenado a la obra, sólo porque le dejase una grande suma de dinero después de la muerte. Siempre estaba atormentada por la idea de morir en la miseria, y este temor sigue torturándola aún hoy en día, a pesar de que Durero le ha legado cerca de seis mil florines...”

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Apuntes al casual extraídos del diario de viaje del maestro Durero:

«Algunas semanas después de la Pascua de Pentecostés he emprendido el viaje, yo, Alberto Durero, con mi esposa, desde Nüremberg a los Países Bajos, haciendo el trayecto por mi propia cuenta y riesgo»

 Recordar que de aquella las fiestas movibles que subseguían a la Pascua de Resurrección eran cuatro; esto es, Ascensión, Pentecostés, Trinidad y Corpus Christi._ Como se ha visto, a su mujer y a él les acompañábamos B*. y este modesto escribiente._ Antes de partir, mi amo expidió gran numero de cartas dirigidas a los notables de los lugares por los que pasaríamos. Mi señor, además de tener un gusto enfermizo por asomarse a los espejos, era un hombre de sólida reputación y de muchas aldabas.

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«He pasado por Bamberg, donde he regalado al obispo un óleo de la Virgen, los grabados de "La vida de Nuestra Señora" , un "Apocalipsis" y otro grabado que me ha comprado por un florin. Su eminencia me invitó como huésped suyo, y me dio una carta para la aduana y tres salvoconductos, librándome además de la cuenta de la hospedería, donde había consumido alimentos por valor de un florín... »

 Tres salvoconductos, cierto. Yo no necesité de ninguno por haber embarcado previamente en la barcaza de unos carboneros. Llevaba conmigo al perro Teer, muy afecto a mi amo; un cartapacio con grabados que mi señor pretendía vender por do pasáramos para costear el viaje; sus ropas de gala y una vihuela que su malhumorada esposa, el diablo la atormente con toda su saña, solía rascar sin mérito.

«También he dado al capitán del barco seis florines de oro por llevarnos de Bamberg a Franfort. También los maestros Lorenzo Benedict y Hans me han regalado el vino...»

 Esta etapa fluvial fue siguiendo el curso del Meno, en tudesco "Main", río de muchas revueltas que cuando la nieve le crispa resulta ser terrible._ Por su aspereza, unos buches que guardome B* no resultaron de mi agrado. En casa era de uso un vino betico fermentado en tinajas de barro claro.

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«... Después nos trasladamos a Amberes. Allí me instalé en la fonda de Jobst Planckfelt; y la misma noche fui invitado a una comida opípara que me ofreció el representante de Focker, llamado Bernardo Stecher, pero mi mujer comió en la fonda. Al capitán del barco le he dado por llevar a tres personas, tres florines de oro, y al que nos llevó las mercancías [...]. El sábado siguiente a San Pedro, mi huésped me condujo a la nueva Casa Municipal de Amberes; recién construida, desmesurada en tamaño y casi bien proporcionada, con unas cámaras excepcionalmente bellas y grandiosas, con un torreón lleno de los más magnificentes ornamentos, un jardín inmenso: en suma, un edificio tan magnifico como no lo he visto en los países de Alemania...»

 Con este Jobst Planckfelt mantuvo mi señor una gaya e imperecedera amistad. Era reidor y desprendido; su fortuna venia de los días que corrió como teniente de un condotiero; cuando le conocí renqueaba de la derecha y tiraba a obeso._ A este don Stecher faltabale una mano que tronchole un ingenio hidráulico minero. Era capaz de jugar a naipes con los pies y tenido por fiero y duro. Como caile en gracia por recitar de corrido muchos epigramas picantes de aquellos que escribieran en la antigüedad los señores romanos, los alfabetos griego y hebraico, así como de cuentas y libros de asiento, regalome una daga turca y una capa de pieles a mi medida. Solo comía carne de pluma, hígado de caballo encebollado y miel sarda. A tal dieta la tenia por antipestifera._ Duele pero es verdad. No hubo en los tiempos matrimonio peor trabado. El apuntamiento "mi mujer comió en la fonda" es una expresión de puro gozo. La mohína con la que la petarda envolvía a mi amo llevabale a la melancolía extrema y al desapego. Con razón quienes en verdad le apreciaban ponían todo su arte en tratar con el a solas, sin aquella pestilencia consuntiva que tenia como figura a la ávida arpía con la que le casaron.

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«... También he estado en la casa del maestro pintor Quintín (Matsys), donde he admirado sus obras y su estudio. He asistido a un almuerzo espléndido ofrecido por Staiber. Otra vez he comido con el Embajador de Portugal, a quien he hecho un apunte al carbón. Además he hecho otro apunte a mi hospedero. Jobst Planckfelt me ha regalado unos corales de India...»

 El maestro, decía mi amo, "pinta caras feas muy bellas". Le admiraba de verdad. De aquella posaba en su estudio una preñada muy bella que saldría en un lienzo como Virgen de la Adoración. Por broma me mandaron a casa de un cerero que tenia seis hijas vírgenes y un perro muy fiero. Regrese con la manda de velas y las ropas hechas jirones. No me importo porque obtuve otras nuevas y estrene mi daga en las nalgas de un aprendiz que maese Quintin tenia. Por mi comportamiento mi señor me retrato al carbón mientras trasegábamos unas cervezas._ ¡Puaff!, este Staiber era un millonetis de Nüremberg por el que jamas tuve aprecio alguno. Mi señor le aguantaba y su esposa le adoraba. Codicia, pura codicia.

«... He vuelto a comer con el de Portugal. También he comido otra vez con Alejandro Imhoff. También he vendido a Sebaldt Fischer, de Amberes, 16 pequeños grabados de la Pasión, por cuatro florines...»

 Este portugués era dicho don Francisco Brandan.

«... He hecho un apunte al carbón de estos genoveses: se llaman Tomasino Florianus Romanus, natural de Lucca, y los dos hermanos de Tomasino, de nombre Vicente y Gerardo, todos ellos de la familia Pumbeley. Estas son las veces que he comido con Tomasino [III]»

 No teniendo facilidad para captar el sonido de los apellidos italianos, mi señor apunta de oído; el verdadero de estos genoveses es Bombelli, de los cuales el mayor, Tomasino, residía en Amberes, en calidad de comerciante en sedas._ Para quien no este debidamente apercibido, el hecho de que mi señor paloteara entre corchetes el numero de veces que yantara de gorra con el genovés, quizá les resulte un rasgo ingenuo. No es así; todas y cada una de sus anotaciones de carácter "practico" o pecuniario estaban ideadas para bailar el agua a aquella mala hembra que el viejo Albrecht le pusiera en suerte. Contando con mi incontestable devoción por él y con mi buen fundamento a la hora de hacer cuentas, llevaba mi señor un libro de cuentas en secreto, una bolsa oculta de la que este escribiente era garante.

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«También he presenciado el domingo siguiente a la Asunción de Nuestra Señora, saliendo de la Catedral de Amberes, la reunión de todas las gentes, de todos los artesanos de la ciudad, cada cual ataviado según su estado. Cada oficio, igual que cada gremio, llevaba su enseña especial, por la que se conocía su profesión respectiva. También había allí, de diversos tamaños, clarines de brillos plateados, a la costumbre gala. Y también había flautistas y tambores, a la guisa germánica. Todos estos instrumentos fueron ruidosamente empleados. Así, pues, presencié en las calles, separados por breves intervalos, la procesión de las corporaciones: los orfebres, pintores, marmolistas, hiladores de seda, escultores, ebanistas, carpinteros, marineros, pescadores, carniceros, curtidores, hiladores de lino, panaderos, sastres, zapateros y toda clase de artesanos a algunos comerciantes dedicados a los comestibles. También se hallaban allí los vendedores de especias, los mercaderes y toda suerte de ayudantes de aquéllos. Después desfilaron las fuerzas armadas: los arcabuceros, los arqueros y los servidores de las alabardas, y, por último, los viajantes y los peregrinos, seguidos de los escribanos y de una multitud de gentes municipales. [...] A pesar de la diferencia de los gremios, todos coincidían en su aspecto: el devoto fervor. En aquella procesión participaba también una muchedumbre de viudas, de las que se mantienen por su trabajo y se ajustan a una regla especial, todas ellas tocadas de un velo blanco que llegaba hasta el mismo suelo: ha sido un placer el verlas pasar tan fervorosamente. Luego vi a los señores de la Catedral de Nuestra Señora, con los sacerdotes, los sochantres y monaguillos, desfilando en medio de la más esplendente magnificencia. Veinte personas portaban una imagen de María con el Niño Jesús, adornado hasta en sus más pequeños detalles, y todo ello en honor de Dios Nuestro Señor. En toda esta procesión admiré cosas que me produjeron grande gozo y placer: desfilaron los profetas, con arreglo al orden del Nuevo Testamento, y después: la Salutación Angélica, los tres Reyes Magos cabalgando sobre grandes camellos, la huida a Egipto... Luego, Santa Margarita... Después, San Jorge con sus siervos, un San Jorge bellamente acorazado...»

 Desfiles procesionales de este jaez solo he visto el que tuvo lugar en Bruselas durante los funerales de Carlos I. Recuerdo con toda nitidez aquella interminable procesión de pomposos gallos negros; los sahumerios; los suspiros elegíacos que brotaban del publico; los gorigoris exhortativos surgidos de la boca obscena de clérigos cebados como capones. Recuerdo la cara de circunstancia de graves y honorables señores vestidos con ropones de riguroso luto; recuerdo el run-run del oro en la bolsa de los limosneros; recuerdo los coloridos emblemas portados por nobles de calzas prietas y zapatos con hebilla de plata; recuerdo las empuñaduras enjoyadas de las espadas; recuerdo a los corceles hasta el suelo engualdrapados; recuerdo la melodía lastimosa de las bandas de pífanos y atambores. Recuerdo, como no hacerlo, un ducado de oro que halle entre la paja con la que habían orillado todo el trayecto de la comitiva... Pero de aquella procesión que tanto deslumbro a mi señor nada puedo decir. No la vi, que durante su transcurso me encontraba en un almacén de los muelles jugando con unos sollastres a los dados. Gane casi cuarenta maravedies y una joya; esta, una cadenilla de plata de la que colgaba, engastada, una piedra mágica de Calicut, ciudad enclavada en la costa Malabar, dísela a B* por permitirme hociquear entre sus pecosas y notables tetas.

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«... He regalado al Emperador de Portugal tres libros, que son: “La Vida de Nuestra Señora”, “El Apocalipsis” y la “Gran Pasión”; después, la “Pequeña Pasión” y una “Pasión” grabada en cobre. Todo esto vale, por lo menos, cinco florines. Lo mismo he regalado al señor Rodrigo, el otro portugués. El señor Rodrigo ha regalado a mi mujer un pequeño papagayo verde...»

 Mediante intermediario, se entiende._ Este era Rodrigo Fernández, un rico mercader con intereses en Indias. Posteriormente le conocí como cónsul de Portugal en Amberes.- Se trataba de un hermoso pájaro de pico ferrado y garras afiladas. Para mi gozo y disgusto de la bellaca, imitaba a la perfección el sonido de los goznes de puertas y ventanas, así como los gemidos femeninos propios del coito. Un buen día manifestó la hija de las Furias que escapó por la ventana. Puro embuste. Mandome al poco mi señor a casa de un físico que le procuraba remedio para cierto desorden humoral, cuando en la caminata que la manda requería, el pájaro me llamo desde un balcón en el que perchaba. Mano izquierda y unas blancas que saltaron de mi bolsa a la del portero me permitieron conocer la verdad. Era la casa residencia de la barragana de un naviero, quien había comprado el papagayo a una dama forastera mediante un intermediario. Vi al bicho e hicele algunas gracietas de las que solía. A mi señor nada dije por preservar su paz de espíritu y ver al pájaro lustroso y tranquilo.

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«En Bruselas he contemplado, en la cámara del oro del Ayuntamiento, los cuatro frescos murales pintados por el maestro Rogerio, el portentoso pintor de los Países Bajos. En la casa de Roenig, de Bruselas, he visto las bellas fuentes, el Laberinto, el parque zoológico: algo muy divertido, que me ha gustado tanto que es como yo me imagino en el Paraíso, y además nunca he visto nada semejante...»

 Los murales aquellos representaban temas históricos, y eran factura del maestro Roger van der Weyden.

«También he visto (en Bruselas) las cosas que le han traído al rey del país del oro: un sol de oro, de dos brazas de diámetro, una luna de plata, del mismo tamaño; hay dos cámaras llenas de las más extrañas armaduras, armas muy raras, maravillosos escudos, atavíos nunca vistos... Todas estas cosas de maravilla han sido valoradas en cien mil florines...»

 Toda esta parafernalia procedía de México, siendo su mayoría muestra de las armas, galas y alhajas al uso entre los señores aztecas.

«Me ha mandado llamar la "señora" Margarita, estando yo en Bruselas, diciéndome que sería la mediadora cerca del Rey Carlos, para que confirmase mi renta de Nüremberg... He pagado más de dos blancas para que me dejaran ver el retablo de Rogerio (van der Weyden)... También he estado en casa del elector de Nassau; en sus capillas tiene bellos cuadros, pintados por el maestro Hugo, y además he visto la magnificencia de todo su palacio, y la cámara donde se encuentra la cama que da cabida a más de cincuenta personas...»

 Hija del Emperador Maximiliano y regente de los Países Bajos; prudente dama muy retratada por cuanto pintamonas pasaba por su corte. Mi señor sentía profunda devoción por ella. Unicamente la vi una vez... en la distancia, en un jardín a la francesa; la mano enguantada asida a una traílla de la que tiraba un hermoso galgo; un grupo mixto de jóvenes retozones seguía sus pasos._ Desde la prudente distancia a la que me quedé, la cama, un artefacto de vetusto diseño, apenas impresionaba. Sobre un corro de sol un gato atigrado lamiase sus partes. La cámara era sombría y hedía cual oveja mojada. En tanto mi señor se hacia su propia composición del lugar, di en imaginar a obispos y margraves sobre aquella plaza disparatada, embudando por delante y por detrás a un rebaño de vírgenes temblorosas. Corría la especie de que cuando el diabólico engendro iba a ser utilizado, un enano negro, dicho don Brasas, la paseaba como quien ara un campo con un calentador de buen tamaño atado a la cintura. Seguramente decires de viejas en ella desfloradas.

«También me ha invitado a comer el maestro Bernardo, que ha preparado una comida tan espléndida, que no creo que haya gastado menos de diez florines...»

 Bernaert van Orley, para ser exactos, a la sazón pintor oficial de la corte de la señora Margarita. Evita mi señor decir que fue huésped de su casa durante seis días, tiempo que aprovecho para hacerle un hermoso retrato. En los días que corrían trabaja el maestro Bernardo en el diseño de unos cartones para los tapices de un palacio. Tuvo cuatro hijos pintores, y un hermano suyo también lo era.

«Y a Erasmo Roterodamo también le he regalado una “Pasión”, grabada en cobre. He tomado otro apunte al carbón de Erasmo Roterodamo. He regalado a Lorenzo Stercken un “San Jerónimo sentado” y la “Melancolía”... He tomado apuntes, al carbón, de seis personas, que no me han dado nada. He gastado algunas blancas por dos ejemplares del “Eulenspiegel”...»

 En un recio zurrón de naturaleza vulpina que regalome maese Sebastián antes de emprender viaje portaba, envueltos en una camisa de lino, cuatro libros prestos para ser usados. Tres pertenecían a mi señor, el cuarto era mío. Mío y únicamente de mi gusto, porque virtuoso a su modo, mi señor nunca quiso prestar oídos a las frivolidades que opinaba escribía el señor Aretino, nacido, como dice Joaquín López Barbadillo, en 20 de Abril de 1492, hijo de carne de placer. Su madre era modelo de pintores y cortesana de la más baja ralea: pobre y bella hembra de mil machos. Se llamaba Tita. Las historias dicen que lo engendró un tal Bacci, gentilhombre; pero es mejor decir que lo engendró cualquiera. De una hora de pasión o una hora de tormento, de un beso de insaciable amor o de un beso de borracho, fue formado el divino poeta, y su divinidad pasó por un vientre podrido para rodar un día hecha carne sobre el mísero lecho de un hediondo hospital.... De "Comedia del Herrador", que de esa pieza se trataba, hice exitosas y provechosas lecturas dramatizadas en las cocinas y salas de costura de aquellas casas principales por las que mi amo pasaba. Gustaba mucho y ponía pimienta en la piel de las señoras criadas. Eran los libros de mi señor, a los que el decía edificantes castillos de virtud y azote de las vanidades del mundo: “Utopía”, del señor Moro; “ Narresnschift” (La Nave de los Locos) del señor Sebastián Brant, y de su retratado Erasmo de Rotterdam, humanista de expresión latina, uno que se intitulaba “Encomium Moriae” (Elogio de la Locura). Y de estos imaginativos tratados, basados en la búsqueda de la paz y del bien común, leiale servidor párrafos cuando se hacia sitio en el taller de algún maestro local para pintar, por encargo y sobre tabla, y llevaba quebrada la inspiración o la perspectiva. Se conoce que aquellos granos de sabiduría vertidos por mi boca le inspiraban._ Fueron cinco y le dejaron bien pagado. Se trataba de un dux de la guardia del papa y de sus criados. Iba en secreto a la corte de Wittenberg. Diole mi señor al duque una carta para un colega suyo dicho Lucas Cranach. Los ducados y el apuntamiento de los mismos y su custodia fueron cosa mía._ Una obra torpe que pasa por ser el poema nacional flamenco; la edición era de Amberes y de Hoochstraatens.

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«Todos los recuerdos de Rafael del Urbino parecen haber muerto también con su muerte. Pero uno de sus discípulos, llamado Tomás Polonier, buen pintor, ha solicitado verme, y me ha regalado una magnifica sortija de oro, al estilo antiguo, con una piedra bien tallada, que vale cinco florines. Yo le he regalado uno de mis mejores grabados, que vale seis florines...»

 Ya he advertido sobre lo desfigurados que quedaban los apellidos italianos escritos o pronunciados por mi señor. La referencia es al Bolognese; es decir, el "Boloñés".

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«El día 23 de octubre, el Rey Carlos ha sido coronado emperador en Aquisgrán; allí he visto las cosas más preciosas, tales como ninguno de nosotros las ha visto jamás...»

 Hubo grandes fastos y una pantagruélica comida. A la chusma que acompañábamos a los menos principales de entre los principales, nos echaron de comer en un abandonado almacén que olía tenuemente a especias y tenia muchas columnas y grandes arcos. Por cuestiones idiomáticas hubo una bronca del carajo, y a un criado de un abad de Bohemia le saltaron un ojo con un trinchante.

«El viernes, día de San Simón, he partido de Aquisgrán, dirigiéndome hacia Düren, en cuya iglesia he estado, porque allí se conserva la cabeza de Santa Ana... De allí me trasladé a Colonia...»

 A fin de informar al maestro sobre la constitución y medidas de un Polifemo jibudo que se había avecindado en Lieja y, previas lecciones de las proporciones de la figura humana y de geometría, yo partí unos días antes en compañía de unos trajineros que llevaban en reata burros vinagreros. El trayecto Lieja Düren lo hice con un medico hebreo. Recordar que entre los escritos de maese Durero se encuentra “Unterweisung der messung” (Manual de mediciones con compás y escuadra).

«He comprado un tratado de Lutero por cinco blancas... Seis blancas por un par de zapatos... Una blanca por cerveza y pan. Además, una blanca por un pincel...»

 “Tratado acerca de la indulgencia y la gracia”, impreso en alemán. Desde que el 31 de Octubre de 1517, víspera de Todos los Santos, fijara sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, Lutero, un agustino de pantorrilla fina, cuello corto y cabeza gorda, tuvo su incondicional publico. Las 95 se difunden rápidamente por Alemania tras lo que es denunciado públicamente de hereje por los dominicos. La protección del príncipe elector de Sajonia, Federico el Sabio, le libra de su comparecencia ante el tribunal de Roma, que decide aplazar la causa ante las complicadas circunstancias políticas que suponían la elección de un nuevo emperador.

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«El lunes después de San Martín, en el año 1520, ha llegado a mi señor de Nüremberg la confirmación de mi pensión anual, aprobada por el emperador Carlos V...»

 Supimos de esta buena nueva por un montado que envió de propio el inconmensurable Wiilibald Pirckheimer, patricio de la imperial ciudad de Nüremberg, amigo y mecenas de mi señor. Compre para B*, de ocultis y por manda, un collar de cuentas y unas cintas para el pelo; para el aburrido Teer un filete de venado. La pécora se desato en jaculatorias de gozo.

«El día de San Martín, en la iglesia de Nuestra Señora de Amberes, han robado a mi mujer su bolso, y en él había 11 florines. Así, pues, hemos perdido este dinero, el bolso, y todas las otras cosas de valor, y también las llaves...»

 Y servidor ajeno al sainete, pues al punto me encontraba en casa de un zapatero, rogándole se sirviese echar unas medias suelas a las botas de viaje de mi amo. Llegue, eso si, con tiempo para ver a la doña fieramente enajenada, zarandeando con las sayas descompuestas a dos pobres y pasmados miembros de la ronda de guardia. El maestro hacia gestos resignados al cielo y B* sudaba de miedo. Salí de naja hacia la taberna de Muffel y me regale con una jarra de cerveza. Pasados los años reiría este incidente con el sochantre del templo de la Señora.

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«En Zelanda, según me dicen, ha aparecido una ballena muerta, arrastrada por una marea viva hasta la playa, y que mide más de cien brazas. Y no vive nadie en Zelanda que haya visto un animal ni siquiera tres veces menor que éste, y lo peor es que la ballena no puede ser apartada de tierra. El pueblo vería con agrado que el animal desapareciera, porque teme mucho a la peste y a los hedores. Además es tan enorme la ballena, que, según opinan, ni en medio año tendrían tiempo bastante para partirla en dos mitades y sacar de ella el aceite...»

 Le dije al maestro que la colonia aragonesa de la ciudad (Amberes) acabaría con la carnaza, antes de vísperas, si se entraba con ella en porfía. De inmediato nos pusimos en camino para verla, pero poco antes de llegar a Zierikzee unos músicos ambulantes con los que nos cruzamos dijeron que la ballena había desaparecido, pues no estaba muerta sino varada. En un fonducho comimos un pescado que nos sentó mal. El maestro no pudo tomar apuntes, así que el único que disfruto de la vuelta fue el can.

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«El 16 de marzo me ha regalado el señor Rodrigo seis grandes piñas de Indias, unos corales preciosos y dos grandes monedas de oro portuguesas, que pesarán sus buenos diez ducados. Le he dado a su mozo 15 maravedies de propina. Por 16 maravedies me he comprado una enorme piedra magnética. He cambiado un angelote para pagar el alimento. He pagado seis maravedies en la encuadernación...»

 Estaban bien artillados, eran los mas grandes y mejor arbolados de su época. Venían del otro lado del Atlántico, las bodegas, casi en secreto, cargadas con desconocidos productos de ornato y boca que, por su exotismo, avivaban las imaginaciones y daban pie a incongruentes leyendas. Su lugar de origen y rareza daba pie para que los marineros los vocearan en los puertos como mágicos. Los había que quitaban en un amen la borrachera, o curaban las sarnillas, o prevenían la caída del cabello; otros agudizaban vista y oído; también los había, muy solicitados, que armaban el miembro generatriz del hombre viejo para que bien fodiera... Así llego la piña o ananás; un gallo como untuoso y de colgante papada al que decían guajalote o pavo; los frijoles, porotos o alubias, también la yuca; un fruto rojo y carnoso, dicho jitomate; la hierba palo del sol o girasol, cuyas semillas eran comestibles y prensadas producían una sustancia oleosa de color claro; la guayaba, la papaya, la zarzamora, la vainilla, el cacao, el aguacate; una raíz como puño dicha batata; unas compactas mazorcas, nombradas choclos, con áureos granos que molidos daban una fina harina. Mi querido tabaco._ Conmigo de rondón y unos naipes a tiro, durole la propina a aquel bobo lo que un pedo en la mano._ Se trataba de una moneda fuerte en cuya faz aparecía la efigie del arcángel San Miguel._ Esto es, por un cuaderno de apuntes de buen tamaño que yo portaba colgado a la espalda cuando viajábamos.

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«... Y cuando llegamos a Brujas, me convidó a vivir en su mansión Juan Prevost, el pintor, y me preparó la misma noche un magnífico banquete, invitando a muchas personas de mi agrado... Después me llevaron a la casa del emperador, que es grande y preciosa. Ahí vi la capilla pintada por Rogerio, un magnifico maestro antiguo; di un maravedi a un siervo, que fue el que abrió el retablo para que yo lo viera. Después compré dos peines de marfil, por 30 maravedies. Luego me condujeron a San Jacobo, y me hicieron ver los espléndidos cuadros de Rogerio y de Hugo, que han sido ambos grandes maestros. Después contemplé la imagen de Nuestra Señora, obra de Miguel Angel, de Roma. Luego fuimos a muchas iglesias, donde he visto muchos cuadros excelentes y en copiosa cantidad. Y después de haber visto lo de Juan y lo de los otros, entramos en la capilla de los pintores, donde hay muchas cosas buenas...»

 Ante un capón y un vaso de buen vino conversado el maestro perdía el sentido. Quería el hombre compensar la penuria comunicativa de su casa y se le iba por la boca mas de lo que debía, pues contaba, como es el caso, secretos de su arte que mejor hubieran quedado en su magín guardados. Tanto contó en aquella cena sobre la mecánica de la xilografía y la naturaleza viva del color que yo, sentado tras el en la penumbra -como tantos otros propios- al oído de sus mandas, rabiaba. Botaba y rabiaba porque ninguno de aquellos tipos secos, desafiadores y ricos en ardides para sacar a todo provecho, se lo merecían. Y eso (o por eso) que entre ellos también había reputados pintores; pero eran estos de mano rígida y pincelada tan pesada que a la naturaleza hacían irreconocible, decadentes, pasado puro; siendo por el contrario mi señor, y aunque a el mismo le costara creerlo, el único de entre ellos capaz de representar un modelo junto a las sensaciones inherentes a su observación. Pero es que mi señor veía el sutil trasfondo de toda naturaleza y lo representaba, como hasta entonces nadie lo hizo, con aquellas manos danzarinas como libélulas que tenia._ Tómese "capilla" por un tríptico de van der Weyden que utilizaba Carlos V como "altar de Viaje".

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«En la tercera semana después de Pascua me asaltó una fiebre altísima, con desvanecimientos y mareos, desgana y dolor de cabeza. Y estando otra vez en Zelanda, padecí la enfermedad más extraña que pueda imaginarse, y de la que no he oído hablar a ningún ser humano, y aun sigo padeciéndola...»

 Como se deja ver, este apunte puede dividirse en dos partes, sin que necesariamente la una tenga relación con la otra. Y después de decir que mi señor era un hombre agraciado y bien constituido, afable en el trato, generoso con quien bien le servia (tanto que a veces la maldispuesta le motejaba de dilapidador), artista al fin y extremadamente elegante, por discreción me reprimo... Un físico de Toledo con el que el mismo emperador consultaba, diagnostico al maestro emponzoñamiento de la sangre por el mal aire tomado de alguna laguna.

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«El viernes antes de Pentecostés, en el año 1521, me llegaron nuevas a Amberes, por las que supe que Lutero había sido encarcelado...»

 ¿Encarcelado dice mi señor? Veamos: En 1520 son publicados los tres manifiestos de Lutero: Agosto: Manifiesto político: “Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana” . Octubre: Manifiesto dogmático: “Cautividad babilónica de la Iglesia”. Noviembre: Manifiesto ético: “De la libertad interior del cristiano”. Nada impresiono tanto como el Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana. Clarín de guerra le llamaron los contemporáneos. Se cuenta que trabajaban con el en la imprenta a medida que Lutero lo escribía. El 18 de agosto habían salido 4000 ejemplares hacia todos los puntos de Alemania, y los impresores no llegaban a dar salida a todos los ejemplares solicitados. Tuvo el escrito la virtud de unir a todas las clases sociales en forma desconocida hasta entonces. A su manera, fue un antídoto eficaz, por lo que a la mayoría de la población alemana se refiere, contra la bula de excomunión, que ya había sido publicada en Roma en junio de 1520. Eck, el encargado de publicar la bula en Alemania, había incluido en ella los nombres de Adelmann, Pirkheimer, Spengler y Carlostadio, que junto con Lutero constituían sus enemigos personales, lo cual causo gran revuelo e hizo que la bula mereciera poco respeto. Además, los obispos alemanes no parecieron muy dispuestos a consentir su publicación en sus respectivos distritos; tan amenazadora era la actitud del pueblo. Por su parte, el día que recibió la bula de excomunión, Lutero reunió a los estudiantes en la plaza de la iglesia de Wittemberg, y en su presencia la arrojo a una hoguera, acto que electrizó a la nación alemana y supuso su ruptura definitiva con el papado. A Carlos V, que acababa de ser nombrado emperador, la querella le inquietaba, primero porque era un católico convencido, y luego, porque el acontecimiento tenía inmensa resonancia en toda Alemania y podía menguar su autoridad en un estado de suyo tan dividido y renuente. De ahí que exigiera de Lutero su comparecencia ante la Dieta (reunión de los representantes del imperio) convocada en Worms. Lutero acudió, sabedor de que merced al salvoconducto expedido por el emperador nadie osaría ponerle ni un dedo encima. Llamado a retractarse de lo expuesto en sus escritos, Lutero se negó con gran firmeza. Antes de la condena definitiva y a petición de los alemanes, nombrose una comisión compuesta por ocho miembros, en representación de los Electores, los nobles y las ciudades, encargada de entrevistarse con Lutero a fin de llegar a un acuerdo. Fracasadas las negociaciones, promulgóse el bando del Imperio contra Lutero, quien recibió orden de abandonar Worms el día 26 de abril, habiéndole sido prorrogado el salvoconducto por plazo de veinte días. Expirados éstos, podía ser reducido a prisión y destruido como pestilente hereje. Por tal y para evitarle sinsabores fue que, al dejar Worms, el elector de Sajonia, uno de sus protectores, hiciera que le apresaran simuladamente y le trasladaran en secreto al castillo de Wurzburgo, donde permaneció diez meses. A decir verdad, Lutero nunca fue acosado por el Emperador y pudo vivir mas o menos tranquilamente confinado en Sajonia con seguridad personal e inseguridad judicial.

«¡Ay, Dios del cielo, ten piedad de nosotros! ¡Oh Nuestro Señor Jesucristo, ruega por tu pueblo! Líbranos cuando sea la hora justa, consérvanos en la fe justa de la cristiandad, agrupa con tu voz a tu grey separada, con tu voz, que se llama la Santa Escritura!... Ayúdanos a reconocer otra vez tu voz, sin seguir en nada a las vanidades del hombre, para que nunca, oh Señor Nuestro, nos apartemos de tu lado!...»

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«... Y al día siguiente nos trasladamos a Bruselas, para tratar el asunto del Rey de Dinamarca... Luego me quedé perplejo al ver como se extrañaba el pueblo de Amberes al ver al Rey de Dinamarca, de aspecto varonil y hermoso, caminando solo, sin escolta, por entre sus enemigos. Y también he visto cómo el Emperador, partiendo de Bruselas con grande pompa, salió al encuentro del Rey para recibirle...»

 De aquella es probable que me encontrara a lomos de una mula frisona, resabiada, de alquiler y reacia a la mano que manda, camino de Coblenza, lugar en el que debía de recoger un horóscopo atinente a mi señor que, durante el banquete de boda del señor Joachin Patinir, al que asistimos, un doctor de Montpelier prestose a levantarle. A la hija de Babilonia se la dijo que servidor iba a hacer listado de unos bienes que los Fugger habían pignorado. Muebles venecianos de lujo creía que eran.

«... Y también el domingo anterior a Santa Margarita ofreció el Rey de Dinamarca un banquete, en honor del Rey, de Margarita y de la Reina de España, invitándome a mi también... He pintado al óleo el retrato del Rey, quién me ha dado como regalo treinta florines...»

 El maestro se refiere a la reina de Portugal, Leonor de Austria, casada con Manuel I de Portugal, y hermana de Carlos V. De aquella no había reina en España, pues Carlos V no fue hasta marzo de 1526 que casó con su prima Isabel de Portugal. La cita del retrato del señor rey de Dinamarca es el ultimo acto artístico que refiere la crónica... Después, recorriendo pueblos y ciudades, remontando el curso del Rhin, regresamos a Nüremberg. Mi señor, sépase, rechazo durante el viaje la proposición que le brindó el municipio de Amberes: trescientos florines anuales para trabajar como pintor en la más importante de las ciudades flamencas.

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Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)



lunes, octubre 29, 2007

Del vudú ibérico, filtros de amor, descomulgadores y otras mandangas mágicas.

He despertado en una soledad inusual, absorbente y grata: la casa entera solo para Herr Monty y para mi. En tanto preparo café mi felino compañero, miagador y con el rabo en sagitario, trenza dúctiles ochos entre mis piernas desnudas. Es su modo de dar a entender que por protocolo él debe de llenar la andorga primero. Me se de voluntad mas floja y lo acepto. Por dar al desayuno un tono euforizante pongo en el viejo tocata “Gigantes y Cabezudos”, una zarzuela en tres actos con música de Manuel Fernández Caballero y libreto de Miguel Echegaray, hermano del olvidado Premio Nobel José Echegaray.

En esto se va la ‘luz’ y como es natural cesa la música. Tras la vacilación impuesta por la sorpresa doy en preguntarme si será un castigo, una goyeria de la secreta del gobierno; pienso, fíjense ustedes, que acaso escuchar zarzuela ronde el delito en estos tiempos de pazguatería y fingido candor que han echado cabezuelas borriqueras con el zapaterozerolismo. Proviene la ocurrencia de la naturaleza del texto y de los personajes (de hierro y no de organdí) de la pieza que con regocijo escuchaba, que no hay entre ellos tiranobanderolistas liberticidas, algoreleanos con fervorin de sacristía, sarracenos farrucos, florislindos, travestones, crédulos de los de comer moscones a cucharadas, lloramingas con afrentas supuestas en busca de beneficios, censalistas ni engendros de cuota y calla.

Luego se armo un diabólico "tole tole" en el patio. Un confuso guirigay orquestado por ventanas que se abren, toldos que se alzan mediante manubrios quejumbrosos y exasperantes, persianas que se acomodan con inaudita prisa y, por encima de todo ello, los bocinazos que con cierta dosis de patanería las vecinas se daban unas a otras. No llevaban las pirujas ni dos minutos sin luz y ya alborotaban como si los caballos del Apocalipsis corrieran desbocados por el barrio. Mas templado, puesto que la falta de corriente eléctrica me importa una higa, continué sin demora con el programa del día. Figuraba en este la tarea inexcusable de lazar a esos libros que, jugando al despiste, casi adquieren la categoría de perennes en los rincones mas insospechados de la casa, colocarles en una cesta y cargar con ellos hasta el desván. Y en esas estaba, reuniendo piezas para estabulizarlas durante la invernada, cuando di con “BRUJERÍAS”, la impagable obra de Don Fernando Gutiérrez que de tan buena y cabal utilidad me ha sido en vuestro servicio.

En fin, que seducido por las sugerencias históricas y literarias en las que se vuelca don Fernando, no he podido evitar ponerme al teclado para regalarme y regalaros con otra de sus "crónicas". Sea la ultima. Con mi agradecimiento.

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MALFETRIAS, ENSALMOS Y CONJUROS

He recurrido adrede a un vocablo antiguo, malfetría, para castellanizar lo que los catalanes, de una forma concreta y popularisima llaman mal donat, o mal dado, traducido libremente. La malfetría no es más que el hechizo, encanto o embrujamiento que se hace a un individuo, con obscuros propósitos. Allí donde no puede llegar el aojamiento llega, infaliblemente, la malfetría, que también pudiera llamarse magia contagiosa.

Para lograr este embrujamiento las hechiceras han de conseguir algo que pertenezca al cuerpo de quien van a embrujar y cuanto más sucio mejor: uñas, pelo, excrementos incluso ropa. Utilizando este material, la bruja manipula con él y clava, pincha, corta o rompe, según quiera que algo semejante le ocurra al elegido. El sistema de embrujamiento resulta un poco complicado porque la bruja no es persona que no esté enamorada de su oficio y le gusta complicarlo con virguerías. Es lo que pidiéramos llamar una sibarita de su profesión.

Una malfetría muy corriente es la de confeccionar una muñeca de trapo o de cera o aun de barro, pero en ambos casos con material o parte de él que haya pertenecido al embrujado, y coserla a alfileres. Según donde se claven los alfileres será la enfermedad que padecerá el embrujado, o bien se producirá lo que se ha dado en llamar modo de la agujeta, experimento éste que solía hacer Catalina de Médicis cuando la edad había retirado de ella sus naturales encantos. La aristoloquia y la artemisa son buenos remedios contra este mal. También, a veces, suelen no clavar alfileres en la figurilla y arrojarla al mar, con lo que el embrujado se despierta con un incansable deseo de viajar de un lado a otro, sin reposo ni sosiego. Claro que todas estas operaciones se llevan a cabo con una serie de conjuros y misteriosas oraciones e imprecaciones.

Un maleficio muy famoso fué, hace ya mucho tiempo, el del llamado hombre pez, de Liérganes. El embrujado se llamó Francisco de la Vega Casar, y vivía en Liérganes con sus padres. A los quince años fué a Bilbao a aprender el oficio de carpintero, donde vivió dos años. En la víspera del día de San Juan del último año, se fué a bañar con unos amigos a la ría. Nadando ría abajo se perdió de vista y desapareció. No se supo nada más de él hasta que cinco años después, unos pescadores de Cádiz que pescaban en alta mar vieron «una figura como de hombre o mujer que se mostraba fuera del agua y se sumergía en queriendo acercarse para reconocerla». Decidieron pescarlo y para ello le lanzaban desde lejos grandes pedazos de pan. Con gran asombro suyo vieron que los cogía con la mano y se los comía. Un día juntaron muchas redes, haciendo con ellas una especie de enorme círculo, logrando pescarle. El «pez» fue llevado al convento de San Francisco, donde fue interrogado en diversos idiomas, pero a ninguno contestó. Solamente le oyeron pronunciar la palabra «Liérganes». Un montañés que por allí había hizo que escribieran a don Domingo de Santolla que además, de ser de Liérganes, era ministro de la Suprema Inquisición. El franciscano fray Juan Rosende acompañó al pez hasta los alrededores de Liérganes, donde hizo que el pescado lo guiase, como así fué. Y ocurrió que, sin vacilación alguna, el hombre pez se dirigió a la casa de sus padres, quienes, junto con sus hermanos, lo reconocieron en seguida. Hay que advertir, para dar más misterio a la cosa, que uno de los hermanos, José de la Vega, al tener antes noticias de lo ocurrido, marchó a Cádiz, pero no se supo nunca nada más de él. Un testigo ocular afirma que solamente pronunciaba tres palabras: tabaco, pan y vino, pero no hablaba ni respondía. «Cuando le vi la primera vez -dice el testigo- ya no tenía escamas, aunque si la cutis muy áspera y las uñas muy gastadas, aunque un anciano de aquel lugar, hombre de muy buena razón, asegura que cuando vino se le veían algunas escamas en el pecho y espalda, pero que luego se le fueron cayendo». El hombre pez estuvo nueve o diez años en Liérganes y desapareció luego sin dejar rastro.

Corrió la voz de que su madre lo había embrujado, pero ella lo negaba «y me inclino a la verdad de esta mujer, porque la conocí y me parecio mansa y virtuosa».

En Cataluña, para maleficiar, es todavía costumbre decir los «responsos de la muerte». Para llevar a cabo esta ceremonia la bruja ha de hacer quemar un cirio cabeza abajo, salmodiando la fórmula mágica, y del mismo modo que se consume la cera se consume el individuo a quien se le dedica tan cariñoso recuerdo. La cura se hace quemando el cirio al revés. Es una fórmula muy útil porque sirve también para que las lavanderas encuentren las piezas de ropa que han perdido. Es el cerato simple de la brujería.

El ensalmo nació como réplica supersticiosa a estas artes diabólicas del maleficio. En realidad, no es más que un cierto modo de curar con oraciones, y otras aplicando al mismo tiempo algunos remedios. Llamáronse ensalmos porque, por lo general, se utilizaban los versos del Salterio, «y dellos, con las letras iniciativas de letra por versos o por parte hacen unas sortijas para ciertas enfermedades».

«Ensalmar a uno -dice Covarrubias- a veces significa descalabrarle, porque tiene necesidad de que le aten alguna venda a la cabeza, de las cuales suelen usar los ensalmadores, bendiciéndolas primero y haciendo con ellas ciertas cruces sobre la parta llagada o herida».

Otras veces las oraciones son simplemente mágicas y se confía más en la manipulación de de determinadas cosas. Así por ejemplo, las verrugas se curaban echando en un pote tantos guisantes como verrugas tenía el enfermo y pronunciando luego las palabras mágicas. Cervantes nos habla también de cierto ensalmo para pegar barbas.

Pero los tipos más importantes de este curanderismo eran los saludadores, que curaban con saliva. El P. Castañega no los considera hechiceros. «Tienen algunos hombres tal saliva, en ayunas -dice- , que basta matar las serpientes, y cada día vemos que la saliva en ayunas cura las sarnillas y algunas llagas sin aplicar otra medicina. De esta manera podría ser que algunos hombres fuesen así complexionados que tuviesen virtud natural oculta en el aliento o resollo y en la saliva y aun en el tacto». Al ganado lo curaban dándole pedacitos de pan «cortados por su boca y mojados en su saliva», y se curaba también la gota coral escupiendo a la cara del enfermo.

En Barcelona son muy corrientes las xucladors, que curan chupando las heridas, llagas, quemaduras, mordeduras de serpientes y de perros rabiosos. Una famosa saludadora barcelonesa curaba del siguiente modo: lavaba la herida o lo que fuera, luego hacía sobre ella tres veces una cruz con la lengua y después chupaba con toda su fuerza mientras el enfermo rezaba una salve. Como todas las saludadoras, decía haber nacido en Viernes Santo y, en consecuencia, tener una cruz en el paladar.

Los conjuros fueron otro tipo de réplica a estas artes diabólicas, pero su campo de acción se extendió en contra de su primitivo propósito y alcanzaron un gran desarrollo, sobre todo en el aspecto amoroso. En la causa contra Francisco González, que saca a relucir don Agustín G. de Amezúa, había una fórmula para ligar o atraer el amor del hombre. Era la siguiente:

Con cinco te miro,
con cinco te ato,
la sangre te bebo,
el corazón te arrebato,
tan humilde vengas a mí
como las suelas de mis zapatos.
Arre, borrico,
que muy bien te ato;
te juro a Dios y a esta cruz
que has de andar tras de mí
como el alba tras la luz.

Esta era una fórmula corriente, pero había otras como clavar clavos en la pared recitando una fórmula mágica, dar de beber sangre de tórtola, o fabricar un perfume con frutos de cilantro reducidos a polvo y mezclados con almizcle, azafrán e incienso, colgar en el cuello raíces de lirio, o dar infusión de corregüela en vino; también se podia hacer un magnifico filtro para mantener la fidelidad conyugal dejando en infusión durante diez minutos cinco gramos de hojas de vincapervinca, magnetizando el agua y pronunciando determinadas oraciones.

El mismo Amezúa cita una fórmula del licenciado Amador Velasco y Mañueco «para hacerse amar locamente», como se dice por ahí. Toma una rana viva y métela en un tintero y tápala con su tapador, y luego lleva el tintero a un hormiguero donde haya hormigas y cava y métele dentro, y luego cúbrele, dende a quince días vuelve a tu tintero, o donde aquella espina del espinazo, y vete con tu tintero al mismo arroyo donde lo tomaste y estando dentro la espina ve metiendo agua y vaciando hasta que se quede libre de agua el tintero y limpia la espina; y esto hecho, mételo entre los dedos de la mano derecha y tomando la suya dirás: «Mi señora, beso las manos de vuestra merced», y así te querrá mucho, «pero no lo vea la persona».

Un conjuro más poético, citado por el mismo autor, es el siguiente: «Luna, qué alta estás, qué altas son tus torres, más altos son tus amores, conjúrote con la madre de Nuestro Señor Jesucristo que salga un rayo de tu amor y a mí me dé por las espaldas y a fulano por el corazón, y que por mi amor no pueda dormir ni reposar hasta que me venga a buscar».

Para cada cosa había su conjuro correspondiente. Había también los conjuros que se hacían cuando un consultante acudía a la hechicera para saber si su amante o marido le era fiel o no. Las brujas los hacían también para librarse de los corchetes que iban a apresarlas por orden del Santo Oficio («León bravo, amansa tu ira, primero fué Cristo que Santa María; cuando nació la Virgen, Cristo nacido era, alguacil, hinca la barba en tierra»), pero no producían efecto.

«Hay otros conjuradores para conjurar a los endomoniados -dice el P. Castañega-, y algunas veces son los mesmos sobredichos, y tienen para esto otras maneras diabólicas. Hacen unos cercos en tierra con ciertas señales y letras dentro repetidas en cierta manera, y hacen al demonio hincar las rodillas dentro de aquel cerco; y luego que le dice el conjurador ciertas palabras, pierden el sentido, y vienen a hacer gestos espantosos y gritar muy reciamente, e decir palabras desvariadas e muchas veces en infamia de los presentes. Conjurale que diga quién está dentro (testigo soy de vista desto que digo); respóndele que está en aquel cuerpo por príncipe y capitán del demonio llamado Satanás o Belcebú, etc., con tantos; y algunas veces que están allí con él tales a tantas ánimas de tales hombres que morieron, y señala cuáles, y habla en su nombre de ellos, representando sus personas, y si morieron en cama o en batalla, piden que les den a beber como fatigados de sed, y si murieron de enfermedad habla como enfermo, e otros semejantes engaños pasan. Hácenles sahumerios crueles, pónenle manojos de ruda en las narices y danle bofetadas e otros tormentos».

Del poeta granadino Gregorio Morillo, capellán del arzobispo, trae a cuenta Rodríguez Marín, en sus notas a la biografía de Pedro Espinosa, el siguiente hecho. «Dice Gregorio Morillo, contándolo por milagro, que en su presencia, el año de 1603, llevaron al Sacro Monte, por espacio de nueve días, a una endemoniada, y estaban los demonios rebeldes y no salían, aunque le habían dicho mil Evangelios, y que el arzobispo fué allá y con el libro de la nómina de Santiago le hizo la señal de la cruz desde la frente hasta el pecho, diciendo en lengua árabe: Non est Deus, nisi Deus Iesus Spiritus Dei, y desampararon los enemigos, dando terribles aullidos, aquel cuerpo».

«Una tarde, por la puerta de Atocha -cuenta Francisco Santos-, entre mucha gente iba un hombre que decía quería arrojarse en una noria. Metiéronle en un registro y al ruido pasó un sacerdote del Hospital General, y viendo que se enfurecía, envió por una estola, agua bendita y cruz, y empezó a conjurarle con tan buenas razones que mostraban su buena alma. Dijo el demonio: «No me atormentes, que yo saldré ahora en tu presencia, que ya estoy cansado de habitar en tan ruín vaso e ingrato, que habiendo recibido grandes beneficios de Dios, le ha pagado muy mal, que al echar un por vida, me entré en su cuerpo y más quiero las penas del infierno que tan ruín morada. No me pidas señal que prevenida la tengo y del campo la traigo, toma» A este tiempo arrojó por la boca una agujeta de cuero con sus herretes. «Dime -dijo el sacerdote-, ¿dónde hallaste esta señal?» Y respondió: «Se la quité a un pícaro que se puso a hacer su menester delante de mi y anda loco buscándola con las bragas en la mano. Id y lo veréis en esa primer huerta». No faltaron curiosos que se fueron y vieron al hombre dando vueltas y buscando su agujeta, y preguntándole qué era lo que buscaba, dijo: «La agujeta de estos calzones, que no la puedo hallar, y creo que algún demonio del infierno se la ha llevado». Volvieron al registro con la certificación y ya estaba el hombre libre del fiero enemigo, pero mortal y sin sentido, hasta que poco a poco fué volviendo: diéronle unos bizcochos y ya en su acuerdo se le llevó el sacerdote a su cuarto y se confesó y arrepintió de sus pecados.

Hubo pícaros, sin embargo, que no tardaron en darse cuenta del negocio que un endemoniamiento así representaba. El mismo autor nos cuenta uno de estos casos de una moza de dieciocho años y de buena cara, que al conjurarla hablaba latín con buenas voces y arte, sin solecismos, tanto que confundía. Conjurándola una tarde un religioso, y estando absorto de oírla, la preguntó si sabía otra lengua, a lo que respondió que todas, y el religioso la dijo: «En el nombre de Dios todopoderoso y de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero, que digas lo que has dicho en lengua china». Y respondió: «Pitarul agiman de abou, oquiay amplau» «¿Qué has querido decir», la preguntó, y dijo: «En tus grandes palabras, o Dios en tí está o por tu boca habla Dios». Con todas estas gracias bachilleras se supo que la había educado un tío suyo sacerdote, desde tierna edad, y después de los primeros rudimentos de leer y escribir, viéndola de sutil entendimiento, la había enseñado la gramática, y que tenía un galán que la pedía cuenta de lo que llegaba de limosna cada día, porque no había quien, al verla, no se la diese, y de este modo juntaba muy razonable congrúa.

Pero eso no debe hacerse porque a las brujas les molesta.

También los descomulgadores de plagas actuaban por medio de conjuros. Eran gente a la que se pagaba para que cada año acudiera a los pueblos a librarlos de la «langosta, el pulgón y las otras sabandijas que se enjendran en la tierra» «La común manera de estos engañadores -dice el maestro Ciruelo- es que el conjurador se hace juez y delante de su audiencia comparecen dos procuradores el uno por parte del pueblo que demanda justicia contra la langosta; el otro pone el vicario del obispo, o la justicia del rey por parte de la langosta o la oruga. Después de muchas acusaciones que pone el procurador del pueblo y respuestas que hace el procurador de la langosta y dados sus términos de probanzas de la una parte y de la otra, hácese luego proceso y a la fin el maldito juez da su sentencia contra la langosta, en que dentro de tantos días se vaya de todo término de aquel lugar, so pena que de excomunión la sentencie. E acontesce muchas veces que el diablo, por cegar y engañar a los pueblos que tales cosas consienten, haga venir en efecto lo que promete el conjurador, y por ser secretas operaciones con cosas naturales hace huir de allí las langostas y las otras sabandijas».

No fueron menos famosos los conjuradores de nubes y tempestades. Incluso todavía existen algunos, pero los procedimientos de conjuración y aun los conjuros se hallan en franca decadencia y han perdido una buena parte de su importancia El P. Castañega nos ha dejado dicho de ellos lo siguiente: «Los conjuradores y conjuros de las nubes y tempestades son tan públicos en el reino que, por maravilla, no hay pueblo de labradores donde no tengan salario señalado y una garita puesta en el campanario o en algún lugar muy público y alto, para el conjurador, porque esté más cerca de las nubes y los demonios. Anda este error tan desvergonzado que se ofrecen a guardar el término de la piedra de aquel año (y estos tales, muchas veces, son los curas de los lugares) y al tiempo de los conjuros dicen y lóanse que juegan con la nube como con una pelota, sobre quién a quién se la echará en su término; y algunos, que presumen de más sabios, hacen cercos y entran en ellos, y se dicen que se ven en tanta priesa con los demonios que les echan el zapato del pie para que con él se despidan; y salen del cerco muy fatigados y lóanse de muy esforzados, y señalan términos dentro de los cuales quieren que se extiendan y valgan sus conjuros, procurando echar la nube fuera de su termino y que caiga en el del vecino, o en tal lugar o parte señalada»

En Arenys de Mar, el procedimiento inverso consiste en encender una hoguera al lado de una fuente, de manera que se produzca una gruesa y potente columna de humo para que los demonios que atraen el granizo puedan encaramarse por ella hasta las nubes. Cada granizo provocado por las brujas, trae consigo un pelo de cabra de grandes poderes mágicos. Incluso, con anterioridad, las brujas llegan a esquilar las cabras de un rebaño para hacer provisión de pelos.

Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)



jueves, octubre 18, 2007

El Activista por la Paz que tomaba "Vitamina C" (II)

 «Creo que el descubrimiento de la fisión controlada de núcleos atómicos y la liberación controlada de energía nuclear es el mayor hallazgo desde que el hombre primitivo descubrió el uso controlado del fuego. Un solo kilo de materia fisionable, como fuente energética, equivale a mas de dos millones de kilogramos de carbón. Si se cuenta con la abundancia de material fisionable en la naturaleza, se comprende la promesa de energía nuclear que representa para el mundo del futuro, y la posibilidad de que contribuya al bienestar humano, si la civilización no es antes aniquilada por la guerra...»

Veamos como caen los naipes, como armo la presente martingala.

Digo: Largar por las buenas sobre un tipo tan proteico y denso como Pauling no deja de ser una temeridad propia, eso si, de turulatos de "nasciencia" o de ilusos sin picardía intelectual alguna. Colóquenme en la casilla que gusten, puesto que ni la una ni la otra me son ajenas. Científico, símbolo y paradigma de un sentimiento generalizado en su época, disidente, intelectual y ciudadano (en el sentido lato del termino) que igual enarbolaba una pancarta ante las fuerzas del orden que dictaba una clase magistral, requiere la glosa de su figura tanto de una extensa erudición como de paciencia franciscana para espigar en su dilatada vida al rescate de esencialidades. Y uno, extraño en ambas patrias, solo puede lamentar quedarse en lo anecdótico y, si acaso, dosificar la desmesura como recurso retórico que acerca a la verdad. 

Reconocimiento. Como didacta de la ciencia Pauling también se mostró como una figura sobresaliente. A más de investigador fue un buen enseñante. Sus libros de texto de química han sido leídos y reproducidos masivamente. En 1935, al alimón con E. Bright Wilson, dio a la luz “Introduction to Quantum Mechanics”, que durante buen numero de años fue la "Biblia" con la que multitud de estudiantes, tanto de química como de física, se familiarizaron con las aplicaciones de la mecánica cuántica.

Tampoco debemos echar en saco roto el trabajo que se tomó por hacer comprensible la estructura de las proteínas, puesto que tuvo la osadía de aplicar sus teorías sobre el enlace en la investigación de las mismas (incluyendo la hemoglobina), llegando a descubrir que la deformidad de las células en la anemia falciforme, es causa de un defecto genético que influye en la producción de hemoglobina. Luego Pauling, el Pauling que glosamos, fue un vanguardista a la hora de considerar las causas moleculares como vectores determinantes en la aparición de algunas enfermedades.

Junto al biólogo alemán Max Delbruck desarrolló, allá por 1940, el concepto de complementariedad molecular en las reacciones específicas antígeno-anticuerpo. Item más: advirtiendo de la importancia de la participación del hidrógeno en la estructura de las proteínas (En román paladino. Participación: formación de puentes de hidrógeno que estabilizan la estructura tridimensional de la proteína) y las interacciones habidas entre macromoléculas, puso a Watson y Francis Crick [1]en camino para teorizar sobre el conocido modelo tridimensional de la macromolécula del ácido desoxirribonucleico (DNA).

Entre 1936 y 1958 Linus P. fue director de los laboratorios Crellin de química. Y a fe que la elección fue acertada. Como tal, es voz corrida que parecía poseer el don de la ubicuidad; en todos los sitios a un tiempo lo mismo atendía a un problema científico con su proverbial visión global de las cosas que resolvía enfadosas causas administrativas con ingenuo y premura. Como presidente del departamento de química jamas le faltó tiempo para sus estudiantes graduados: les hacia pasar a su abarrotado despacho, presidido por un pizarrón cubierto de crípticas anotaciones, se sentaba, echaba los pies sobre el escritorio y les escuchaba o amonestaba suasorio como filósofo.

Pauling estaba dotado de un alto sentido del humor que en pocas ocasiones le abandonaba. Vivía en una gran casa, a la que dotó de una piscina que por su uso más parecía de utilidad publica que privada; casa abierta a individuos y opiniones, con igual cortesía y entusiasmo recibía a alumnos y colegas. Como viajaba mucho, por lo común acompañado por su esposa Ava Helen, no pocas veces alguno de sus alumnos hubo de hacerse cargo de la casa y de sus hijos: Linda, Peter y Crellin... Y era en este punto donde este cernícalo[2] huevon pretendía colocaros, así como al desgaire aunque con la pertinencia debida, una cita de un libro de Schopenhauer [3] que, por mortificarse en la purga de algunos veniales, a ratos lee. "Quien siembra recoge", venia a decir con muchos latinajos.     

Entre pitos y flautas estalla la Segunda Guerra Mundial y con ella la utilización de la energía nuclear con fines bélicos. Lo cual que tras explosiones nucleares de Hiroshima y Nagashaki en agosto de 1945, encontramos a un Pauling firmemente comprometido con la Paz y radicalmente opuesto al ensayo exponencialmente creciente con armas nucleares. Intuitivo como siempre, había advertido que la radiación -aun en pequeñas cantidades- era perjudicial para los genes [4]. Hombre de acción al fin y "temerariamente" seguro del peligro biológico que entendía representaban las precipitaciones radiactivas que seguían a todo ensayo nuclear atmosférico, presento un escrito sobre el tema a las Naciones Unidas en 1958. Firmado por 9235 científicos de 49 paises llevaba el titulo No more War!.

{Nosotros, los científicos abajo firmantes, solicitamos que se realice ahora un acuerdo internacional para detener las pruebas con armas nucleares. Cada ensayo de bomba nuclear difunde una carga adicional de elementos radioactivos sobre todo territorio del mundo. Cada suma adicional de radiación origina un daño a la salud de los seres humanos en el mundo entero y un daño al plasmo humano que importa la reproducción, lo cual lleva al aumento en la cantidad de niños defectuosos que podrán nacer en futuras generaciones. Mientras estas armas sólo se encuentren en poder de tres potencias será factible un acuerdo para llegar a su control. Si las pruebas continúan, y si la posesión de estas armas se extiende a otros gobiernos, aumentará considerablemente el peligro de que estalle una catastrófica guerra nuclear, por la acción irreflexiva de algún líder nacional irresponsable...}

Recordemos que nos encontramos en EE.UU., ese país en apariencia alocado donde lenguas interesadas dicen que gobiernan las corporaciones industriales más sucias en base a los fondos que libran a favor de uno u otro candidato durante las campañas electorales. ¡Ya me gustaría que esta malhadada España siguiera adelante con la calidad democrática con la que la U.S.A. lo hace! A saber por qué, y eso hasta a este filoamericano le parece, los nortacas parecen necesitar de una paranoia colectiva para sobrevivir y mantener su identidad como pueblo. Hoy es una, anteayer fue otra; la que toco durante la esplendorosa madurez de Pauling fue el miedo casi cerval al diablo[5] comunista. Estamos en plena Guerra Fría y un borrachuzo de cabeza fingida, natural de Grand Chute (adviertan lo premonitorio de su lugar de nacimiento), Wisconsin, aupado al senado y de nombre McCarty, que hoy luce con todo merecimiento en la galería de gilipollas del siglo XX, ha emprendido una cruzada anticomunista, una caza de brujas de grandes dimensiones e irreparables consecuencias.

Pero claro, no sabiendo ni por asomo distinguir a un comunista de un librepensador, las consecuencias no podían ser buenas. Por ello, Linus Pauling, premio Nobel de Química y sincero pacifista, fue amenazado de cárcel y citado a declarar (si no fuera penoso movería a risa) ante la caterva de tontos interinos que se prestaron a formar parte del comité de actividades antiamericanas. De puta pena, señores. Preso en su propio país y privado de pasaporte, Pauling no recobró este hasta que tuvo que viajar a Estocolmo para recibir el Nobel de la Paz 1962. ¡Que papelón para los imbéciles de sus captores!

Y la plaga se extendió, y en el Instituto de Tecnología de California (casa a la que tanto lustre dio), amen de en otros centros del saber a los que deberíamos de suponer liberales, Pauling fue ninguneado, tratado como apestado... Durante toda su carrera científica, nuestro héroe actuó y se pronuncio al socaire de su intuición, a su bola dicho a la llana, sin hacer puñetero caso de las controversias que pudiera provocar. A principios de los años setenta, por ejemplo, defendió el uso de grandes dosis de vitamina C para tratar el resfriado, así como para paliar el proceso de envejecimiento y prevenir el cáncer, teoría que ninguna autoridad medica ha aprobado. En 1970 recibió el premio Lenin de la Paz. La medalla Linus Pauling, creada en su honor, premia a aquellos trabajos de investigación química que sobresalen por su calidad y novedad...

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NOTAS:

*1.- En las librerías:

JAMES D. WATSON: “Genes, chicas y laboratorios”. Editorial Tusquets, 408 páginas.

 Francis Crick: “La búsqueda científica del alma”. Editorial Debate, 384 páginas.

 

* 2.- Fíjense ustedes en que contexto tan curioso tope, días ha, con un cernícalo.

«Representando alegóricamente a cada uno de los pueblos peninsulares por diferentes especies de pluma, el conde de Lemos, D. Pedro Fernández de Castro, traza una apasionada defensa de Galicia contra los ataques, a menudo injuriosos de puro despectivos, con que afeaban a sus paisanos el resto de los españoles, usando de una leyenda  en que popularmente aparecían los gallegos por las gentes más rudas y groseras de la Península (Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos: Historia del buho o historia del diputado gallego con las demás provincias de España. En M. Murguia, Antología.)

Bajo el amparo del águila austriaca reúnense a orillas del Manzanares el buho gallego, el tordo vizcaíno, el cernícalo navarro, el cuco aragonés, el milano catalán, el mirlo valenciano, la golondrina de Murcia, el pavo andaluz, el jilguero portugués, el ganso castellano y el sisón manchego, para disputar sobre la grandeza de sus respectivas patrias. Asevera el buho que por ser  Galicia la región más denigrada entre las españolas y serlo España entre todas las naciones, “queda probado que el buho gallego de todas las aves de esta junta es la verdadera ave española, y la que más derecho tiene a este nombre”, por cuya tesis le hubieran matado las otras de no aparecer el águila austriaca, poniendo orden y llamando a juicio; siguese una acusación por parte del tordo vizcaíno, replicado por el buho gallego, a quien da finalmente la razón el águila, y una segunda parte en la que el buho arremete especialmente contra el cuco aragonés, “caco” y “aragán”; el jilguero portugués, “ave mosaica”. etc»

FRANCISCO ELIAS DE TEJADA SPINOLA: LA TRADICION GALLEGA. Madrid, 1944.

 

*3.- «EL ARTE DE SER FELIZ o EUDEMONOLOGÍA». Tratado que teniendo por falsilla el Oráculo manual de Baltasar Gracián, muestra en Cincuenta Reglas Para La Vida a un Schopenhauer distanciado de su radical pesimismo. «Lo que uno tiene por sí mismo, lo que le acompaña en la soledad sin que nadie se lo pueda dar o quitar, esto es mucho más importante que todo lo que posee o lo que es a los ojos de otros», reza la contraportada.

 

*4.- Me confieso perezoso a la hora de emperejilar u ordenar este tablón de apuntamientos, no llevo registro de él, y me pierdo en el trance de asegurar cuando y bajo que epígrafe escribí sobre esto o aquello. Pero como este oriental desapego nada tiene que ver con la memoria, bien puedo afirmar que hubo un día en el que escribí sobre las radiaciones ionizantes de origen artificial que causan lesión. Relaté, después de una introducción puramente física sobre los agentes radiantes, las alteraciones a nivel de RNA y del DNA, así como las factibles de producirse en la información genética.

De los mecanismo de acción dije (resumo al máximo) que se producían en tres etapas encadenadas entre si: Una primera en la que la penetración de las partículas ionizantes en el protoplasma da lugar a la ionización de diversas moléculas. Otra en la que los resultantes de la ionización reaccionan con el agua formando como consecuencia radicales OH- y H- libres, los cuales interaccionando entre ellos o con otras moléculas dan como resultado H2O2 y HO-2. Por ultimo, estos productos con gran capacidad de reacción y al tiempo muy inestables, reaccionan con los ácidos nucleicos y las enzimas, alterando por ello desde la producción de energía en la mitocondria, hasta la propia síntesis de proteínas y la reproducción celular. Creo que incluía algo sobre la mitosis celular y la ley de Bergonie-Triboudeau.­ Seguro, oigan.

 

*5.- Tiempo hubo en el que más desnortado que de costumbre di por recopilar primeros párrafos de novelas. De entre todos uno me chocó en especial, esto porque dado el tema de la novela poco imaginaba un inicio "diabólico" semejante. Se trata de la obra de Louis Aragon titulada “Las aventuras de Don Juan Lapolla Tiesa”, que dice así:

«Quien no cree en los brujos no cree en el diablo; quien no cree en el diablo no cree en Dios, quien no cree en Dios será condenado» éste es el resumen de la doctrina que predicaba en Leipzig a finales del siglo dieciocho el estudiante de teología Rau, que pese  a un lenguaje magnífico y que decía del trueno: Ahí viene el príncipe salvaje...

 

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CORRESPONDENCIAS:

 OSU (Libraries) -> Linus Pauling.The Nature of the Chemical Bond. A Documentary History.

 Medicina Humanista -> Linus Pauling.

 LewRockwell -> No More War Against Vitamin C.

 I+DT info (Revista de la investigación europea) -> El ADN, memoria de la vida.

 Oregon State University -> Linus Pauling Institute.

 laverdad.es -> ROSALIND, LA HEROÍNA RELEGADA.

 The Pauling Miracle

 GeoCities -> ESTRUCTURA MOLECULAR DE LOS ÁCIDOS NUCLEICOS.

 cnice -> ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL ENLACE QUÍMICO.

 Clínica Las Condes -> Breve historia del descubrimiento de la estructura del DNA.

 ESCUELA DE MEDICINA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE -> La genética molecular.

 

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