sábado, julio 28, 2007

De Aquelarres, Fruslerías y Mental Estiaje.

Esto es un hablar por no mantener la boca cerrada; un bla-bla-bla intrascendente que probablemente limite con lo prescindible. Esto es un torear de salón, una patada contra el aguijón de la lógica; esto es, dicho con indulgencia, apatía de estío, pura artificialidad, una fachada retórica sin contenido ni otra intención que no sea la de mantener a N-7, sin la acuciante necesidad de devanarme los sesos, con continuidad y vidilla. ¿O es que los esforzados de la gleba no tenemos derecho a vivir durante unos días como concejales, dentistas o liberados sindicales?.

Así que lo que sigue es una danzarina sinsorgada de la que culpo al escaso caudal de ideas que corren por mi mente. ¡Por supuesto que por el mismo precio y con similar esfuerzo hubiera podido posar otra cosa de mas sustancia!. Pero para qué, si mi moderada esquizofrenia veraniega me ha tornado sinuoso y vago. Además, hasta un pelo[1] da sombra y grano a grano se hace granero. ¿Pensamiento simbólico o cachondeo?...

¡Si, y los cubos de dos números consecutivos difieren en el triple del cuadrado del menor, más el triple del menor, más la unidad[2]; no te jode!. "Disculpas fuera de tono las suyas", D. Gaiferos.

En fin, ya hasta el cuello en el agua enfangada, no queda otro remedio que tornar a aquel libro que semanas atrás excarcele para tontear con las artes adivinatorias, y que hoy, merced a los servicios prestados, corre con libertad sin fianza por los lugares mas inverosímiles de la casa. Venga, sin mas dilación roamos hasta el tuétano...

************


EL BONITO JUEGO DEL AQUELLARRE.
______________


La voz aquelarre se deriva del vascuence y significa «prado del cabrón». lugar que se denominaba así porque en él el demonio, instalado en una especie de bufete, presidía la «espantable orgía».

Hubo la creencia general de que esta ceremonia se celebraba los sábados, pero parece haberse demostrado que éstos eran días excepcionales. Las brujas, montadas en sus escobas, se dirigían al lugar de la cita diabólica. Sin embargo, esto no está tampoco muy claro. En las declaraciones de algunas brujas contra las que intervino el »inquisidor Alonso de Salazar, después de haber visitado las montañas de Navarra, consta que tales brujas lo que solían hacer era «dormirse en el punto de salir». Nadie las sentía cuando se escapaban ni se las echaba de menos porque «quedaba siempre en su lugar una persona supuesta».

En estas orgías -cuando menos en su forma más elemental- las brujas bailaban ante el Gran Cabrón que las presidía y a los sones de un pandero de «mal son». El cielo se ennegrecía y las más impenetrables sombras as rodeaban; espantosos murciélagos revoleaban sobre la escena. Para esta danza las brujas se disponían en circulo en torno al Gran Cabrón que se hallaba de pie sobre su plataforma de piedra, empuñando una vela de pez en cada mano y sosteniendo otra entre sus cinco cuernos. A la lívida luz de estas luminarias, alternativamente, brujas y demonios o íncubos, dándose las manos, comenzaban a danzar vertiginosamente en torno a la plataforma hasta que la danza se desbordaba en un verdadero frenesí y en una franca orgía. Entonces el Gran Cabrón descendía de su altar y se mezclaba en las danzas tomando parte en la horrible confusión. Este era el momento en que tenían efecto toda clase de aberraciones.

Según declaraciones de brujas, recogidas en sus procesos inquisitoriales, unas veces el demonio las golpeaba con los cuernos, otros con los rabos o con las pezuñas, y allí donde él trazaba una señal el lugar tocado se hacía insensible.

Una de las brujas que figuró en la relación del inquisidor Alonso de Salazar, cuenta que de su trato con el demonio, a la hora de parir, paría sapos.

El sapo, como hijo de bruja, tiene una gran importancia en multitud de relatos y relaciones inquisitoriales de la Edad Media y aun más acá. En la segunda década del siglo XVII, una vieja que vivía en Pasajes, y a quien llamaban Marichuloca, fue arrojada del pueblo por los propios niños a quienes ella quería llevar al aquelarre y que la corrieron a pedradas. Una de las criaturas a quien logró engañar regalándole nueces -que, al parecer, es regalo de brujas-, contó que la vieja lo recogía en la cama y lo llevaba al «lugar de costumbre», donde lo tenía guardando sapos hasta el amanecer, porque, como dice el duque de Rivas:

Diz que cuando el gallo canta
desaparecen de improviso
los Aquelarres de brujas,
los fantasmas y vestiglos.


Estos mismos sapos, hijos de bruja, son los que, según dicen todavía en Asturias, caen del aire cuando llueve con violencia. Porque, además, las brujas vienen a ser una especie de causantes de la lluvia, o nuberas, como se las llama en esa región.

Había también otra clase de aquelarres, entre los cuales los más importantes son el llamado imaginario y el que tiene por objeto las prácticas de magia negra. Para el primero, valíanse las brujas, según se supone, de la especie de ungüento antes aludido[3], a cuyo cocimiento se mezclaba un poco de hollín de la chimenea, savia de cáñamo verde, estramonio y otros ingredientes, en los que también tenía su representación la adormidera. A estos aquelarres hay que referir los relatos de machos cabríos encerrados en jarras o redomas y que salen de ellas y a ellas vuelven una vez han efectuado determinadas ceremonias; los polvos diabólicos recogidos «detrás» del cabrón, los festines en los que se comen abortos hervidos sin sal, junto con galápagos y serpientes, las danzas de monstruos y las orgías en las que los íncubos se entregaban a los más nefandos desenfrenos.

Pero tanto este tipo de aquelarre como el que tenía por objeto la práctica de la magia negra, mucho más complicado y macabro que el anterior -intervenían en él candelas de grasa humana, sangre de la víctima, clavos arrancados del féretro de un ajusticiado, cabeza de gato negro cebado durante cinco días con sangre humana, murciélago ahogado en sangre y cráneo de parricida-, no tenían nada que ver con los más elementales que celebraban las brujas y hechiceras españolas, «más ingenuas» quizá. Pocas posibilidades les ofrecía un país esencialmente católico como el nuestro, a pesar de que Francia y Centroeuropa se entregaban a lo que se ha dado en llamar «alta magia», simbolizada por Baphomet y las lunas blanca y negra de Chesed y Geburah.

Muy pocos han conseguido ver un aquelarre y no por ello pueden considerarse seres privilegiados. El P. Agustín del Río dice que un inquisidor llamado Bartolomé de Homate actuó en tierras de Italia contra las brujas, pero deseando saber cómo procedían se dirigió, acompañado de su notario, al lugar donde se juntaban. Ambos personajes tuvieron entonces ocasión de contemplar al demonio en forma de macho cabrío sentado entre las brujas, como si fuera un gran señor. Pero apenas las jorguinas se dieron cuenta de la presencia de los dos hombres, asieron sus escobas, se precipitaron sobre ellos y los molieron a escobazos. «No aconsejaré, pues, a nadie, que emprenda estas experiencias», termina.

En algunos lugares de Barcelona las brujas se reúnen a las once en punto de cada sábado, y dura la reunión hasta la primera campanada de las doce, pues si la última sorprende a la bruja sin haber efectuado su misión y sin hallarse en su casa, permanecerá en el mismo lugar en que se hallaba hasta el día siguiente por la noche. En Valencia ocurre también lo mismo, pero para poder salvarse cuando se han demorado, han de permanecer agarradas a la estaca del alfarje o a la tranca del establo. Las brujas del Ampurdán parecen haber sido las inventoras de la costumbre moderna de celebrar los aquelarres en casa de alguna de ellas, pero hasta el último instante no se sabe nunca en casa de quién va a celebrarse. Lo deciden en el aire, en pleno vuelo, y la distinguida con tal honor ha de invitar a las demás a una gran cena en la que no figurará jamás carne de cerdo curada o pan. Como quiera que las brujas ampurdanesas tienen un alto sentido de la hospitalidad, antes de echarse a volar dejan ya la mesa puesta para el caso de que las elijan.

Cuando son casadas toman, naturalmente, grandes precauciones para que sus maridos no las descubran. Algunas colocan en la cama un tronco de árbol, o un saco lleno de trapos o al diablo en persona.

Juan Amades nos habla de una de esas reuniones o aquelarres, muy semejantes a los ya descritos, pero que en el Rosellón tienen pequeñas variantes. Por ejemplo, el diablo puede presidir en forma de perro o mono, vigilando el contenido de una gran caldera en la que las clásicas hierbas de la botánica negra[4] hierven con serpientes, víboras, lagartos, salamandras, escorpiones, sesos de pardillo, de gato, cabezas de rana, mezclado todo con sangre de palomo y de murciélago. Este es -dice- un brebaje para hacer encantamientos y al mismo tiempo ungüento para volar y practicar la licantropía. «Para evitar que los no iniciados puedan presentarse a estos aquelarres, desencadenan vientos en todas direcciones y así hacen imposible el acceso al lugar donde se celebran. Antes de disolverse la reunión comercian con el diablo para reafirmar el pacto establecido y le besan bajo la cola en señal de acatamiento.»

Con una rigurosa documentación, Agustín G. de Amezúa, en su magnifica edición crítica de El coloquio de los perros, ha reconstituido uno de estos aquelarres celebrados en la Mancha. Elige como escenario «una cocina obscura y misteriosa, alumbrada por la tenue luz de un mísero candil, o por el reflejo rojizo de las ascuas». Por toda ella, en los rincones, estantes y alacenas se ven todos los utensilios y armas de la brujería. «Estampas de Santa Marta, San Erasmo o San Cristóbal, pegadas a las paredes, clavos hincados tras la puerta, bolsillas de paño, rojo por una vuelta y azul por otra, conteniendo sogas de ahorcados, ochavos de verdugos, barajas de 41 naipes, polvos quemados de piedra alumbre, piedra imán, cabos de cera blanca, hilillos de ombligo de niños, habas de mar y caracolillos, figuras de cera y atravesadas en ellas alfileres y agujas, sesos de asno, hienda de lagartos y otras mil porquerías, sin que falte su sapo entre dos velas, o su bien cuidada maceta de valeriana, regada con vino, muy propia para hechizos».

«En la cocina se encuentran dos, tres mujeres a lo sumo; salvo alguna moza curiosa y principianta, como se verá luego, todas son viejas, altas y huesudas, o arrugadas y contrahechas, de mala catadura, ojos de arpía, pelo revuelto, canoso y desgreñado, que les cae sobre el sucio y miserable corpiño».

Dos de estas mujeres son ya duchas en el oficio, pero la tercera es joven y novata que va a ser iniciada esa noche. «Juana la Izquierda, maestra de todas, comienza la ceremonia invocando al demonio dentro del necesario cerco. Para hacerlo desnúdase en carnes, suelta su cabello, ralo y canoso, de modo que le cubra las espaldas, ase de una escoba de palma, perfumada previamente con alcrebite, adorna su pelo con una toca y barre, ante todo, el espacio del suelo destinado a contener el cerco».

Con carbón o con sus mismos cabellos dibuja en el suelo un círculo y coloca en su contorno sal, carbón y azufre, y desgreñada y desnuda, como ya hemos dicho, entra en él armada de la escoba y con una candela encendida. Una vez dentro barre la sombra que de su cuerpo proyecta la candela, mientras salmodia en voz baja:

Ven, ven, marido,
cara de cabra,
que más vale lo mío
que tu barba.


Repite la invocación por tres veces, mientras las dos ayudantas cooperan, fuera del círculo, a la invocación, exclamando con voces lastimeras:

Ven, Belcebú, ven,
Ven, Satanás.


Si el demonio no acude a este llamamiento, entonces una de las tres brujas se abraza a la cadena que sostiene el perol en la chimenea y desde allí hace una nueva invocación.

Inmediatamente se oyen extrañas palabras y grandes alaridos mezclados con tremendos ruidos y confusión, pero entre toda esta batahola se oye claramente una voz que dice: «¡Guárte, guárte!». Y aparece el demonio.

Este hace acto de presencia según la forma tradicional; es decir, como macho cabrío, aunque puede, como ya hemos visto, adquirir otras formas diferentes, incluso las de conejo, lobo o mula parda, «si es que, presumido y vanidoso, no entra vestido de negro, con negra barba y negra gorra también».

Es éste el momento de la presentación de la neófita, el demonio la abraza y entonces todas bailan alegremente hasta que el diablo desaparece.

Recógense a la lumbre las jorguinas, desnudándose todas con presteza hasta de la camisa misma y, tomando la olla de barro, úntase las coyunturas de los pies y de las manos, diciendo al mismo tiempo la oración a Satanás u otras fórmulas y palabras misteriosas:

Lucifer,
hijo de príncipe, sobrino de Corer,
pan y quesito - te daré a comer.
Lo que te pidiere - dámelo a entender
por hombre que pase o agua que vacíe,
o perro que ladre;
que te doy palabra, si me lo otorgas,
de no santiguarme en la cama ni en la iglesia,
ni delante del santo que encontrare


Dicho esto aparece de nuevo el diablo y las brujas se sienten alzadas sobre el suelo cosa de un palmo, e inmediatamente emprenden el vuelo diciendo sin descanso:

Vamos viga por viga,
en la ira de Santa María..


Llega después el aquelarre propiamente dicho. Las brujas, tañendo diversos instrumentos, bailan en torno al macho cabrío. De pronto una de ellas comienza a cantar:

¡Qué buena es la ruda!

y responde el coro:

No vale nada.

Luego repite otra:

¡Qué buena es la verbena!

y el coro contesta:

No vale nada.

Y una tercera dice:

¡Qué buena es la hierbabuena!

Pero el coro insiste:

No vale nada

Hasta que, por último, hay una que exclama:

¡Qué bueno es el orégano!

Y todas dicen:

El orégano es bueno.

A cada uno de estos cantos el macho cabrío bala y las brujas lo besan donde ya se ha dicho. Luego, contentísimas porque el orégano es bueno, se ponen todas a bailar cantando:

Huevos cocidos
para nuestros maridos;
huevos asados,
para nuestros enamorados;
el carnero
para mí lo quiero.


Y entonces da comienzo la orgía mientras el carnero se va por las patas abajo.

Desdichado de aquel que, cuando el coro de brujas se dirige al aquelarre alborotando por las calles, asome la nariz por la puerta, porque entonces las brujas lo untan con sus untos y como éstos tienen propiedades aéreas, se lo llevan en volandas. Al regreso, antes de que cante el gallo o apunte el alba, suelen, para divertirse, sacar a algún pobre hombre de su cama y dejarlo en la calle en camisón.

Ya de vuelta en la cocina, desaparece otra vez el diablo, y las brujas, apresuradamente, empiezan a vestirse, repitiendo otra vez a toda prisa:

Vamos viga por viga
en la ira de Santa María.


-----------------------------------



NOTAS:

 1.- Pelo que me viene al pelo para dejar caer una anécdota que me contó un tipo -bastante mas excéntrico que yo- en una librería de Leeds. Decir que mi interlocutor era uno de esos chiflados que babean ante un juego de ingenio bien planteado, y que la anécdota esta relacionada con el pusilánime e inefable reverendo Dogson, por otro nombre Lewis Carroll.

De todos es sabido que Carroll realizo numerosos dibujos y fotografías de las hermanas Liddell (Lorina Charlotte, Alice Pleasance y Edith, por orden descendente de edad), donde Alicia, la víctima de nuestro interés, invariablemente aparecía con media melena azabache al estilo paje. Así era y así continuo siendo cuando de su persona nació la Alicia del país de las maravillas.

No obstante, la representación iconográfica de la niña poco tuvo que ver con la idea del autor, lo que llevo a este, apocado y mansueto por demás, a calzar un severo e inédito cabreo. Y es que dicen pareció poseído por las furias, cuando el ilustrador John Tenniel le envió los bocetos para su aprobación. No era para menos aquel iracundo arrebato, digo yo, pues Alicia, Su Querida Alicia, se había transformado en una rubita de melena bien plantada.

Luego de que se le hubo pasado el sofión y pudo enfrentarse al papel sin rociarle de indignada salivilla, Dogson envío una carta al ilustrador incluyendo en ella un puñado de bocetos de su mano. Tenniel, contemporizador, accedió a devolver a Alicia su negra y recortada melena. Mas no pudo ser, los editores consideraron que la mudanza era una pejiguera que, además, iba a salir cara, puesto que las primeras planchas habían entrado ya en la imprenta.


 2.- No, no se trata de uno de esos trabalenguas al uso. Digo verdad.

Sea n un número cualquiera; el siguiente será n + 1

El cubo de n es n^3

El cubo de n + 1 es (uso cuenta de la vieja) n^3 + 3 x n^2 x 1 + 3 x n x 1^2 + 1^3 = n^3 + 3n^2 + 3n + 1

Restando de este último resultado el primero, se obtiene:

n^3 + 3n^2 + 3n + 1 - n^3 = 3n^2 + 3n + 1



 3.- La referencia es, naturalmente, a capítulos anteriores. Leídos estos con impaciencia y premura he dado con un par de descripciones dignas de ser referenciadas, aunque la que sigue es, a mi juicio, la que mas se ajusta a la intención de esta nota:

«Ni brujas ni especialistas están de acuerdo con respecto a los ungüentos más eficaces para salir por las chimeneas. No parece que se haya inventado hasta ahora el ungüento tipo, aunque, bien es verdad, todos parecen estar de acuerdo en la excelente propiedad de determinados componentes base de tales preparados. Se supone que el más antiguo de los ungüentos conocidos se preparaba según una fórmula salvaje heredada de las lamias, strygas y empusas de Tesalia, que costaba siempre la vida a un niño, con cuya grasa, beleño, belladona y jugo de adormidera, confeccionaban una especie de afrodisíaco»


 4.- Lo juro, me he dado un notable calentón espigando entre librotes que pudieran contener algo sabroso con lo que aderezar esta nota. Puta mierda, a lo que se ve no debo de ser yo muy amigo de la botánica oscura o criptobotanica o botánica mágica o gilibotanica por mejor decir. Resultado: Como casi siempre que me enfango en temas semejantes, la solución ha pasado por la consulta - no diré que exhaustiva porque mentiría- de un par de buenos diccionarios sobre mitología. Sigue, sin enlaces ni hostias, lo mas interesante que he encontrado:

SALVIA (Salvia officinalis).- ROMERO.- PERICON (Hypericum perforatum).- ADORMIDERA.- ARTEMISA (Artemisis vulgaris).- ROBLE o CARBALLO.- CENTAURA (Centarium umbellatum).- DIGITAL (Digitalis purpúrea).- OMBLIGO DE VENUS (Umbilicus pendulinus).- RUDA (Ruta graveolens).- VERBENA (verbena officinalis).- TORVISCO (Daphne gnidium).- MARRUBIO (Marribium vulgare).- ESCORODONIA (Teucrium scorodonia).- PULSATILA (Anémone pulsatila).- HIERBA DE SANTIAGO (Senecio jacobaea).- CINAMOMO.- CONSUELDA (Symphytum officinale).- ARNICA (Arnica montana).- CARDO SANTO (Cnicus benedictus).- SAUCO (Sambucus nigra).- CICUTA (Conium maculatum).- MENTA.- OREGANO.- MALVA REAL (Althaca rosae).- VINCAPERVINCA (Vinca minor).- MALVAVISCO (Althaea officinalis).- ORTIGAS (Urtica dioica).- HIERBA MORA (Solanum nigrum).- AIPO (Smyrnium olusatrum).- CARQUEXIA (Genistella tridentada).- CELIDONIA (Chelidionium majus).- LLANTEN MENOR (Plantago lanceolata).- HINOJO ...

¡Que cojones, no sigo, me canse!

________________________________


Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)

lunes, julio 16, 2007

La siesta en opinión de uno de los matasanos del "Emperador" (II).

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Pues bien, llego la hora de cumplir con la palabra empeñada y garabatear (ante un vaso de vino - noble de cuna, fresco, sin sodomía - y con no poca desgana) aquella opinión que el abulense Lobera sustento sobre la siesta carpetovetónica, que otra no hubo ni había; porque el sestear, corto o de corrido, como el mal gobernar por gusto y repetitiva manía, nunca ha ido mas allá de este “aquí” que podemos y debemos llamar España: terruño de afrentas conservadas en formol y periódicamente sacadas a hombros, con encarnizamiento y desdén ante los sentimientos ajenos, por embrutecidos cofrades que tienen por afrentoso hasta el notable arte de cagar en cuclillas...

¡Maldita sea, otra vez con la cabeza en las nubes!, cuando lo único que pretendía decir es que hasta nuestros ancestros trogloditas, aquejados de horror vacui, se dieron a exornar el techo de sus lugares de reposo líticos tumbados a la bartola, después de una siesta mágico-figurativa y una buena rascada de cojones. O puede que no fuere así, pero hay tantas verdades que entre ellas prefiero la mas bella.

Consta este REGIMIENTO DE LA SALUD, obra del Dr Luis Avila de Lobera, a quien con gusto publicito, de -a mi juicio- tres partes netamente diferenciables en cuanto a la excusa que trae a mano el autor para darle a la imprenta, siendo no obstante irrefutable y unísona la intención didáctica del conjunto. Es la parte que mas aprecio aquella en la que al modo epistolar da respuesta a cuestiones que le fueron planteadas por no pocos notables de su época[1]. Pero mejor que entrometerme yo en su desglose, dejar que el volumen mismo que tengo entre manos de luz al asunto.

COMIENZA LA OBRA

Aquí comienza el presente libro, llamado REGIMIENTO DE SALUD, y trata de la esterilidad de los hombres y mujeres, y de las enfermedades de los niños, y del parto natural y no natural, y regimiento de preñadas, y escogimiento de la leche. Cartas en respuesta de preguntas. Y un regimiento para el Ilustrísimo y Revenderísimo Señor Don Fernando Niño, Patriarca de las Indias, Obispo de Sigüenza, Presidente del Consejo real de Su Majestad, etc., y otras muchas cosas utilisimas. Nuevamente compuesto por el famosísimo y doctísimo Doctor Luis Avila de Lobera, protomédico de Su Majestad, etc., dirigido al Ilmo. Sr. Don Fernando Niño, Patriarca de las Indias, etc.

Regimiento de sanidad sacado de lo más secreto de la medicina por el Doctor Avila de Lobera, médico de Su Majestad, para el Ilmo. y Reverendísimo señor D. Fernando Niño, Patriarca de las Indias, Presidente del Consejo real de Su Majestad,etc.

Sabiendo, Ilmo. Señor, que vuestra señoría deseaba tener algunas reglas y regimiento breve para conservar su salud en tan continuos trabajos que por servicio de Su Majestad pasa, y por el provecho de nuestra República, quise hacer este servicio a vuestra Ilustrísima señoría, el provecho de cuya salud y buena gobernación depende la salud y buena gobernación y provecho de muchos, y saquéle de los más excelentes doctores de nuestra Facultad las notables y más averiguadas proposiciones que escriben para poderse la salud humana conservar, y porque he sabido que se queja vuestra Señoría Ilma. de la pesadumbre de su persona, por ser vuestra Señoría flemático sanguíneo, escribiré lo que conviene a vuestra Señoría Ilustrísima y a todos los que se quisieren aprovechar de estos regimientos y reglas de medicina en la manera siguiente:

El primero es un regimiento de salud breve. El segundo es un regimiento cómo se haya de regir cuando no tenga médico y estuviera enfermo, o si les hubiere pero no fieles.

El tercero será particular que hable de sus enfermedades y accidentes que suelen venir a vuestra Señoría ilustrísima.

El cuarto de la sanidad breve para todo género de hombres provechosos.

Este primer tratado no es más que enseñar un camino fácil y provechoso para guardar la salud conforme a la perfección de medicina y de grandes médicos.

Carta muy provechosa en respuesta de
cierta pregunta que hizo el muy magnífico
caballero y de muy claro ingenio y letras el
señor doctor Burgos de Paz, abogado en la
chancillería de su Majestad; la pregunta
es ésta:

PREGUNTO si después de comer es bueno dormir o no.

Respondo que parece que sí, porque después de recibido el manjar se requiere perfecta digestión, y ésta se hace con la revocación del calor natural, desde fuera hacia las partes de dentro, y esto hace el sueño, luego el sueño es inmediatamente bueno después del manjar. Otra razón: cuando hombre no duerme, claro es que vela, pues según dice Avicena, el sueño es como un sosiego, y el velar es como un movimiento, pues después del manjar se requiere antes reposo que movimiento, porque éste daña. Luego el dormir después de comer es mejor, especialmente que el movimiento trae el calor de lo interior a lo exterior; pero la contraria opinión es más verdadera, porque vemos por experiencia que si luego dormimos, después nos suceden grandes desasosiegos y dolor de cabeza y gravedad en los ojos, y aun se ha visto a algunos ahogarse o morir de súbito o venirles otras enfermedades, porque el manjar queda crudo. Otra razón es porque lo hondo del estómago es lugar de la digestión, que es caliente, porque de la parte derecha tiene al hígado, y de la izquierda al corazón, pues antes de dormir hemos de procurar que venga al hondo del estómago, y esto no se hace sin algún movimiento liviano y suave, lo cual quita el dormir; luego no es bueno dormir después de comer. Y esto se entiende, ora sea de día, ora sea de noche, y si durmiere después de comer, causa catarro y dolor de cabeza y pereza en todo el cuerpo, y otros daños que arriba dijimos. Y el dormir después ha de ser a las personas que lo tienen en costumbre, y ha de ser poco y en lugar templado y oscuro, y ha de ser media hora después de haber comido; se ha de aflojar la cinta, y quitados los zapatos, y cubiertos los pies, y la cabeza alta, y dormir poco, y así no será dañoso, y si fuese en una silla sentado, será mejor.*

*Me niego a anotar estas líneas porque a más de caer fuera de los lindes de mi cabal entendimiento, vendría a ser (mi nota), como aquel cirio de beata cuatro codos mas largo que su devoción. Decir si acaso, para aquellos que no estén acostumbrados a cometer faltas de ortografía por mimetismo con lecturas originales de los clásicos que, "manjar", palabra que se repite ocasionalmente, viene a significar, no exquisitez alguna, sino comestible cualquiera, tal como su raíz latina - manducare = comer- indica.

<<<<<<<----->>>>>>>

NOTAS:

[1].- 37 para ser exactos. Por acortar, que mi tiempo disponible lo requiere, dejo aqui media docena de ellas, resumidas y tomadas al tuntún.
Asi el Sr. D. Juan de Guevara pregunta: Que carne se ha de comer primero, la cocida o la asada?
El Sr. Licenciado Villagómez: Cual vino es de más calor, lo blanco o lo tinto, lo nuevo o lo añejo?
El Sr. Licenciado Cristóbal Muñoz de Salazar: Por qué si bosteza uno, por la mayor parte los que lo ven bostezan, y si uno orina, otro quiere hacer lo mesmo?
El Sr. D. Arguallo: Por qué tenemos cosquillas más en las plantas de los pies y debajo de los hombros que en otras partes del cuerpo, y por qué cuando nos hacen cosquillas nos reimos, y por qué nadie se puede hacer cosquillas a sí mismo?
El Sr. D. Antonio de Luna: Si es bueno el viejo casarse, aunque haya sido casado otras veces?
El Sr. D. Francisco de Eraso: Por qué el uso de los baños es en nuestro tiempo de tan poca estimación y tan raro, habiendo sido tan frecuentado y encarecido de los muy graves y antiguos?

>>>>>>>-----<<<<<<<

CORRESPONDENCIAS:

Ortopedica Konfort de Venezuela -> historia de la traumatología.

Persona -> MEDICINA Y ANTISEMITISMO (JURÍDICO, SOCIAL Y RELIGIOSO) EN EL MUNDO HISPÁNICO (SIGLOS XVI AL XVIII) (¿Raíces de un peculiar trato al médico y a la Medicina?) Apuntes para un desarrollo ulterior.

ESCUELA DE MEDICINA PONTIFICIA UNIVERSIDADS CATÓLICA DE CHILE -> SEPTIMA CLASE MEDICINA DEL RENACIMIENTO.

Departamento de Salud Pública, Historia de la Ciencia y Ginecología -> Historia de la Anatomía.

Biblioteca Universia -> La medicina, sus textos y sus lenguas en la España de Cervantes.

Sociedad de Estudios Latinos (SELat) -> El humanismo médico del siglo XVI en la Universidad de Salamanca.

Sin Dioses -> Una mirada histórica a la medicina mágica, científica y homeopática.

Parnaseo -> La mujer venenosa en la época medieval.

Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)

sábado, julio 07, 2007

La siesta en opinión de uno de los matasanos del "Emperador" (I).

Es la estación; pide el cuerpo tinto de verano y siesta, una compensación por los servicios prestados; aguita clara y espacio tal que garbanzo en olla de dómine[1]. Lo cual que entanto cante la chicharra y no mengüe la calor (esa calor que en mi temperamento hiperboreo altera el significado y el valor del tiempo), ¡por Clavileño, santo patron de los caballitos de feria!, que no he de posar asuntos de enjundia ni de cansina trama. Dicho queda. Prolegomenos fuera.

Es el "Emperador", por antonomasia, don Carlos V (1500-1559); el del careto grave, duro y de pocos amigos; el de la mandibula inferior como gargola catedralicia, saliente de manera notable y a proposito para el gangueo; el del labio inferior como pila para lavar platos: rasgo caracteristico de la raza tudesca de los Habsburgos... Es el su "matasanos", uno entre los tantos[2] que a su real servicio mantuvo, el Dr. Luis Lobera de Avila. De de este Lobera de los Lobera abulenses de toda la vida, hablare por pluma del Dr. Baltasar Hernandez Briz, prologuista y anatodar y apologista de su figura y obra[3]. Baltasaricemos:

INTRODUCCION

El famoso médico del Emperador Carlos V, Dr. Luis Lobera de Avila, o Avila de Lobera, pues de uno y otro modo se nombra en las potadas de sus obras, era natural de Avila, y según dice el editor de las Enfermedades cortesanas, el Dr. Francisco Raya, descendía dicho médico de un distinguido y esclarecido linaje y era bastante rico. Desconocemos dónde hizo sus primeros estudios, pero sabemos que pasó a Francia, en donde apprendió la Anatomía en la escuela de un tal Bertucio, como él asimismo refiere en el folio 1º de su libro de Anatomía, llamándole Magister meus Bertucius [4], del cual dice la enseñaba y demostraba a sus discípulos teórica y prácticamente con el cadáver delante.

A su vuelta a España se fijó en la villa de Ariza, donde empezó a ejercer la profesión. Un año residió allí, y según él mismo confiesa, recibió muchos favores de D. Juan y D. Rodrigo Palafox, señores entonces de aquella villa. Tampoco sabemos cuándo empezó a servir en los ejércitos del Emperador Carlos V, pero lo cierto es que pasó su juventud fuera de España, acompañando siempre al Monarca en sus viajes y expediciones, tanto por mar como por tierra, y gozando siempre de su más alta estimación y confianza, como también entre todos los áulicos y cortesanos que le rodeaban, por el gran juicio, madurez y experiencia con que entendía sus enfermedades y se las curaba, como él mismo refiere en numerosos pasajes de sus obras.

En el libro que tituló Regimiento de la Mar, como también en el Banquete de Nobles Caballeros y en otros, nos refiere sus peregrinaciones: estuvo, pues, en Alemania, alta y baja; en Flandes, en Inglaterra, en Holanda, en Sajonia, hasta el Alois; Viena, Hungria, Bohemia, Corinthia, etc., etc.; recorrió por el Mediterráneo la Francia, la Lombardia, Villafranca de Niza, Paona, Milán, Génova, Venecia, Napoles, Roma y Sicilia, y de la parte de Africa, la Goleta y Túnez.

Por los años de 1520 acompañaba al Rey, pues refiere que hallándose en La Coruña con ánimo de embarcarse con S.M., que iba a tomar la primera corona, desempeñando el destino de proto-médico, prendió a un curandero de lobanillos, a quien soltó después por las felices curas que le informaron había hecho, y cuya receta puso en su Libro de Experiencias de Medicina.

Después que estuvo con el Rey de Inglaterra fué a Sicilia, y allí se embarcó en la galera[5] de D. Diego Acevedo, desde donde se trasladó a la de D. Guevara para asistir al padre Fray Gil, que se hallaba enfermo, y desembarcó en Palamós. Luego volvió a embarcarse cuando lo hizo el Emperador, para ver al Papa y Rey de Francia en la galera del Cardenal de Santiago, de la que salió para ir con el Conde de Benavente a visitar a D. Pedro Pimentel, su hermano, que estaba muy en peligro, y entonces presenció la batalla naval que sostuvieron contra los franceses, creyendo que eran turcos. Curado que fué, el Sr. Pimentel regresó a la nave del Cardenal, hasta que desembarcó en Villafranca, en donde le mandó el Emperador curase al ilustrísimo señor Almirante de Nápoles, que estaba en grave riesgo, y en efecto, fué con él hasta Saona, donde curó; allí le recogieron las galeras del Almirante, y se dirigió a Barcelona. Pasó a Túnez con el ejército, en donde desembarcó el día 21 de julio de 1535; presenció el horroroso saqueo de aquella ciudad, y es regular no dejase de recoger algún despojo de aquella magnifica librería del Rey Muley Hacén, que allí desbarataron nuestros soldados imperiales, mucho más bárbaros en esto que el mismo Barbarroja, contra quien iban a pelear, según dice Hernández Morejón.

Por último, regresó de Túnez, viniendo en la galera del Duque de Alba, porque D. García de Toledo, primo del Duque y capitán de las galeras de Nápoles, se hallaba enfermo.

La mayor parte de las obras del Dr. Avila de Lobera fueron traducidas al alemán y francés, y en ellas se aprecian atisbos geniales de haberse adelantado varios siglos a su época.

Las principales obras que escribió fueron Vergel de Sanidad, que por otro nombre se llama Banquete de Caballeros y orden de vivir así en tiempo de sanidad como de enfermedad. Es un notable tratado de dietética de sanos y enfermos, digno de estudiarse por todos.

Libro de pestilencia, curativo y preservativo y de fiebres pestilenciales, con la cura de todos los accidentes de ellas y de otras fiebres, y habla de flebotomía, ventosas, sanguijuelas y de las diez y nueve enfermedades súbitas, etc.

Remedio de cuerpos humanos y silva de experiencias y otras cosas utilísimas.

Libro de Anatomía; declaración en una breve de la orgánica y maravillosa composición del microcosmo, o menor mundo, que es el hombre, ordenada por artificio maravilloso en forma de sueño o ficción.

Antidotario muy singular de todas las medicinas usuales y la manera como se han de hacer según arte.

Libro de Experiencias de Medicina, y muy aprobado por sus efectos, así en nuestra España como fuera de ella.

Las Enfermedades Cortesanas, que son catarro, gota artérica, sciática, mal de piedra y riñones e ijada o mal de bubas; la última parte de esta obra, sobre el mal francés o bubas es, sin duda, de gran mérito.

Los médicos antiguos basaban sus estudios en la observación y la experiencia, recogida a la cabecera del enfermo; era un empirismo racional, al cual debe la Medicina sus más grandiosos descubrimientos, sus verdade más positivas: recuerdese el descubrimiento de la vacuna Jenneriana contra la terrible viruela; el descubrimiento de la virtud específica de la quina y sus sales contra las diversas formas del paludismo, esa preciosa corteza del árbol de las cinchonas, que tantos beneficios reporta a la Humanidad durante cerca de cuatrocientos años; sabemos que es el especifico contra esta dolencia, y recientemente, cuando descubrió Laveran el hematozoario, se comprobó experimentalmente cómo dosis infinitesimales de quinina mataban a dicho parásito; el descubrimiento del mercurio contra la sifilis, que es el especifico contra esta terrible dolencia, y hace pocos años, cuando se descubrió el parasito de esta enfermedad, se comprobó que muere en contacto con este medicamento, etc., etc., y otros muchos descubrimientos debidos al empirismo racional. El laboratorio ha descubierto el tratamiento de la difteria y de la rabia y pocos más; es decir, que siempre la Medicina, como ciencia natural, descubrirá verdades que se deben a la observación rigurosa de los hechos, y como nuestros antiguos médicos no tenian otra fuente de estudio que ésta, muchas de sus observaciones serán siempre utilisimas de conocer. Imbuídos por la terapéutica galénica, muchos de los productos que empleaban causarán extrañeza, por su extravagancia; pero al lado de estas rarezas, propias de las ideas dominantes en aquella época, hay mucho utilizable, y algunos productos olvidados volverán a salir y serán de gran aplicación. Por todas estas razones, el estudio y meditación de nuestros clásicos merecerá de las personas de buen gusto, de exquisito paladar, un detenido estudio y análisis.

Muchas cosas modernas son de origen muy antiguo, y vestidas con otro ropaje, se presentan ahora como novedades recién descubiertas, y muchas cosas que vienen del Extranjero fueron descubiertas y estudiadas perfectamente por nuestros clásicos hace centenares de años, y merecen, por tanto, que se vulgaricen estas obras, para que se vea adónde habían llegado nuestros antepasados en el estudio de los asuntos más fundamentales de la Medicina.

<<<<<<<-->>>>>>>

NOTAS:

[1].- «Sentóse el licenciado Cabra y echó la bendición. Comieron una comida eterna, sin principio ni fin. Trajeron caldo en una escudillas de madera, tan claro, que en comer una dellas peligrara Narciso más que en la fuente. Los macilentos dedos se echaban a nado tras un garbanzo huérfano y solo que estaba en el suelo. Decía Cabra a cada sorbo: Cierto que no hay tal cosa como la olla, digan lo que dijeren, todo lo demás es vicio y gula.»
Francisco de Quevedo, descripción de la pauperrima olla del Dómine Cabra en la Vida del Buscón (libro I , capítulo IV).



[2].- En la obra que acometo se preocupa el autor de catalogar a los "Ilustres y Doctisímos Médicos de su tiempo". Son estos:

• Dr. Cavallos, protomédico de su majestad.
• Dr. Andrés Vesalio, médico de su majestad.
• Dr. del Aguila, médico de la cámara del esclarecido príncipe nuestro señor.
• Dr. Moreno, médico de cámara del esclarecido principe nuestro señor.
• Dr. Abarca, médico de su majestad y de la camara de la esclarecida reina bohemia.
• Dr. Francisco de Almansa, médico de su majestad.
• Dr. Montaña, médico de su majestad.
• Dr. Irure, médico de su majestad.
• Dr. Pedro López, médico de su majestad.
• Dr. Ledesma, médico de la Santa Inquisición, teniente de protomédico.
• Dr. Rodríguez, catedrático de p. en Valladolid.
• Dr. Peñaranda, catedrático de Filosofia en Valladolid.
• Dr. Céspedes, catedrático en Valladolid.
• Dr. León, catedrático en Alcalá.
• Dr. Vega, catedrático en Alcalá.
• Dr. Reynoso, catedrático en Coimbra.
• Dr. Alderetes, catedrático en Salamanca.
• Dr. del Hierro, médico en Sevilla.
• Dr. Cabra, médico en Sevilla.
• Dr. Tupulina, médico en Córdoba.
• Dr. Aguilar, médico en Toledo.
• Dr. Fabricio, médico en Segovia.
• Dr. Vega, médico en Avila.


[3].- Sobre mi mesa de trabajo:

LIBRO DEL RÉGIMEN DE LA SALUD,
Y DE LA ESTERILIDAD DE LOS HOMBRES Y
MUJERES, Y DE LAS ENFERMEDADES DE LOS
NIÑOS, Y OTRAS COSAS UTILÍSIMAS


Del

DR. AVILA DE LOBERA

Con

Una Introducción y Numerosas Notas

del

DR. BALTASAR HERNANDEZ BRIZ

Corresponde el volumen al Tomo V de la BIBLIOTECA CLÁSICA de la MEDICINA ESPAÑOLA.- Madrid.- MCMXXIII.


[4].- Acaso presa de la ignorancia, no acierto a dar con un Bertucio, Bertuccio o Bertucius que se ajuste a mis espectativas. Medicos de tal nombre los hay en cantidad regular, pero para mi que todos gravitan en una orbita espaciotemporal que no acaba de concordar con las cuentas que me hago. Hernandez Briz apunta -sin demasiada convición- a un Bertucio médico famoso en Leipzik, que floreció por los años 1452, y escribió de Medicina, de quien Fabricio habla en su Biblioteca Médica, tomo I, página 245, edición de Putavia, 1754.


[5].- Nave de guerra de aproximadamente 400 toneladas, con vela y remo, y quilla larga en relación a su escasa manga. Naves complamentarias y de raiz semejante son:
Galeaza: nave de guerra, de algo más tonelaje y muchos remeros, que pretende coordinar la velocidad de la galera con la potencia del galeón.
Galeón: barco grande de vela, utilizado para grandes cargas en tiempos de paz y para cooperar con las galeras en época de guerra. Podía tener hasta 800 toneladas.
Galeota: galera menor, con sólo 16 a 20 remos a cada banda.
Aclarar, no obstante, que los historiadores posteriores a Lepanto emplean el termino "galera" para todo barco de guerra que formara en un contingente naval destinado a operaciones belicas, sea galera en su efectivo termino, o sea bergantín, galeaza, nave, leño, fragata, bucentauro o fusta.


<<<<<<<-->>>>>>>

CONTINUARA


CORRESPONDENCIAS:

SUR.es -> Cordero lechal con pasas.

fundación INDEX -> HISTORIA DE LAS MATRONAS.

Fundacion CRUZCAMPO -> Las cervezas de los Reyes.

Colineta -> A ORDE DOS ALIMENTOS.

Centro Virtual Cervantes -> Didactismo y arte literario en el diálogo humanístico del siglo xvi.

EL MITNAL MEDICO -> TEXTOS MEDICOS - IV.

Millersville University -> La Medicina Española Renacentista.

COLEGIO OFICIAL DE MÉDICOS DE SANTA CRUZ DE TENERIFE -> EVOLUCIÓN DE LOS SABERES PEDIÁTRICOS EN ESPAÑA DESDE EL TRATADO DE GERÓNIMO SORIANO.

Histgüeb -> Las Nodrizas.


Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)

Suscribirse a: Entradas (Atom)