sábado, marzo 06, 2004

Del cuaderno con tapas de abedul de mi bisabuela III

COMEZON O PICORES DEL ANO:

El comezón anal es un picor persistente, con enrojecimiento, maceración y fisuras de la piel alrededor del orificio de salida del recto. El picor se hace a veces tan molesto que exige un remedio radical. Hay muchas causas posibles de tal padecimiento, pero la más común es una infección de las capas externas de la piel por algún elemento irritante. La humedad constante entre las nalgas merma la resistencia normal de la piel, y los organismos irritantes, siempre presentes, encuentran oportunidad para desarrollarse en esa piel reblandecida. Cualquiera que sea la causa del picor, lo más importante para vencerlo es mantener la piel limpia y seca. Puede ser necesario conservar una compresa de muselina y algodón prensado entre las nalgas para lograr este propósito.

Qué debe hacerse:

1.- Manténgase limpia la piel alrededor del ano. Lávese suave, pero minuciosamente con agua tibia y jabón suave, dos veces por día. Telas suaves o algodón húmedo deberán ser utilizados como complemento del lavado, en lugar de los más bastos productos higiénicos al uso.

2.- El lavado después de la defecación puede resultar más completo aplicando una irrigación de 225 c.c. de agua templada.

3.- Después de lavar y secar cuidadosamente, aplíquese la siguiente f.m:

Acido fénico ................ 1,2 gramos
Glicerina .....................30 "
Agua de rosas .............90 "

4.- Después de secar el remedio, aplíquese el siguiente polvo:

Acido salicilico en polvo. 5 gramos
Talco en polvo ............ 55 "

5.- Aplicar cada noche una pequeña dosis de una pasta hecha como sigue:

Acido salicílico .............. 2 gramos
Azufrado* ...................4 "
Lanolina ....................60 "

6.- Si el tiempo y el lugar lo permiten, los baños de sol a menudo ofrecen alivio.


* Soy de la opinión de que se trata de azufre precipitado.

Anotación (con tachaduras y enmiendas posteriores de diversas manos) correspondiente al 7 de agosto, lunes, de 1905.


DE LA JORNADA DE UN CURRANTE EN EL ALFOZ DE SAINT-SERNIN:

Despega un avión pesado y las plantas que se solean en la ventana tiemblan de rabia en las macetas. Servidor se cubre los oídos y blasfema por lo bajini. Me apetece echar un cigarro pero no puedo: está rigurosamente prohibido. Tendré que buscar una disculpa para ir a otro edificio y fumaquear en el patio. La cruzada antitabaco es el subterfugio de los tuercebotas de siempre para hacernos creer que desean un mundo limpio y sano. Amén revienten con los dolorosos chancros producidos por el veneno que consienten.

Madame Loubet, de nombre Marise, esta familiarizada con este trajín volandero y, encastillada tras su impoluto escritorio, no mueve ni un puto músculo, mucho menos los anales. A madame Loubet le han ordenado que me atienda pero no lo hace. Natural, es una tímida laboral que teme destrozarse las uñas. La señora y yo nos comunicamos mediante gestos, visajes y gruñidos hominidos. Padece de hemorroides y asienta su escueto y nada femenino culo sobre un cojín anatómico que, de tanto en tanto, produce un sonido equivoco y descojonante. Además, por joderla, solo por joderla, me muevo por el antedespacho del laboratorio en una silla de oficina con ruedas a golpe de piernas y nalgas, realizando imaginativos ejercicios sobre el culo. Cabrón insensible que soy.

Mi nueva y cordial enemiga viste confusa y rara: con afectación fauvista, se me antoja a mi; y, siendo francesa tiene, por gracia extrema de la naturaleza, jeta de francesa: de perro de lanas, quiero decir, tal - para que os hagáis una idea - como la de la cornificada señora de Mitterrand. Si a alguien pondera la hermética señora Loubet es a su marido, un tomacopas profesional de casposa cola de caballo, botines puntiagudos con tacón cubano, estrabicos y desquiciados ojos y corbatas de lazo. Monsieur Loubet, que trabaja para el Gobierno Central, es un prepotente y un bocazas, o eso dejó ver en una penosa cena de cortesía con la que me obsequiaron en un chigre decorado con mucho ladrillo de cara vista que se encuentra en la Plaza de San Pedro. "La Couler de la Culotte", me parece que se llama.

Servidor, que ni es empatico con los gilipollas, ni contemporizador, ni medroso de la opinión ajena, ni blandengue, ni paciente, ni respetuoso con las opiniones ajenas si estas son absurdas o aberrantes, ni demócrata a la violeta, la verdad es que se muere de ganas por partirle la boca. Intransigente y gruñón que es uno. O dicho de otro modo: Con lo que he visto y pasado para mi el ser y el estar ya es un todo inequívoco.

Junto a la rampa de personal que lleva al subterráneo donde esta la incineradora, un conserje da de comer y de beber a un perro. Los dos son grandes y grises, ladran , aunque solo uno -seguramente el menos indicado- está sujeto con una cadena. El edificio principal, pompidou y hortera, cubico y muy vidriado, oculta al Canal du Midi. Una putada, con lo que a mi me gusta ver al agua correr libremente. Casi paralelo al canal discurre el Garonne, que nace en casa y es por estos pagos donde comienza a enmerdarse.

La señorita Drakopoulou, con muletas porque se ha escarallado una rodilla al caerse de una moto, me sonríe desde el otro lado del cristal blindado que me separa del pasillo. Pablete, su hijo de cinco meses, hace gimnasia de pies y manos bajo mi mesa, en un capazo, cabe a la fuente de calor de un destilador múltiple que he preparado para calentarle la comida. Apenas le cojo en brazos porque el japuta ha tomado la costumbre de mesarme la incipiente barba. Me la dejé a lo pijo y tengo que meterla navaja definitivamente. La impagable enfermera Dormieux y mi hija Talía, que necesita pelas y por eso me acompaña, cambian y dan de comer al cabroncete en el cuarto del autoclave. Lo hacen clandestinas, claro.

Sofía Drakopoulou es la becaria griega que me prepara disoluciones, geles, compuestos, densos, tintes, cultivos y demás mierdas con las que trabajo. Tengo que proyectar un sistema integral de reciclado de basuras para edificios y trabajo, hoy por hoy, con materiales orgánicos y en la disolución de gases apolares. Estos días, por ejemplo, Sofía y yo trabajamos en la agrupación en micelas de algunos ácidos de cadena larga. Con los resultados de toda esta parafernalia se pretende conseguir compuestos (aquí debería de hablar de cámaras de flotación e intercambio) que optimicen el rendimiento de máquinas depuradoras en proceso de diseño. Una mierda de la que ya me estoy cansando.

En esta partida mi hija es quién lleva las peores cartas. A ella, pobrecita mía, la ha tocado conseguir deshechos vegetales, recoger los desperdicios y las sobras de la cafetería y del comedor del laboratorio, solicitar de aquellos empleados que sean padres o madres de bebés, los pañales usados, molturar huesos y espinas, separar y referenciar grasos y otras guarrerías que por pudor me callo. Estadística y cantidad, nada más. Tal volumen de basura orgánica, separada en paquetes de 10Kg ajustados a determinados parámetros de consumo, se muele, machaca e hidrata hasta obtener una papilla primordial con la que poder trabajar en lotes homogéneos: la mayoría serán utilizados para pruebas mecánicas de nuevos elementos: el vulcanizado del rodete de una bomba de densos, por ejemplo. Una mierda, nunca mejor dicho.

A Sofía se la ve ahora frágil y desamparada, pequeña, rodeada por una horda de mozalbetes que el que menos le saca la cabeza. En su estatus de becaria, a Sofía le ha tocado este mes encargarse de las visitas semanales guiadas. Al fondo a la derecha, casi oculta por esta turbamulta de uniforme, hormonas desatadas y tiza, puede verse a mi hija, colocando una nota en el tablón de anuncios, junto a la fotografía que da aviso de la muerte de la matemática rusa Olga Ladyzhenskaya, referente obligado en el estudio de las Ecuaciones de Navier-Stokes (Nota personal: mi eterno agradecimiento al profesor Salas Conde -Mecánica de Fluidos e Hidráulica- por el ímprobo esfuerzo que durante todo un curso realizó para que los borricos del 72 llegáramos a atisbar la importancia de tal ecuación. Sepa que sus ejemplos prácticos en los "botijos" de la E.C.A. no han sido olvidados). No es tan definitivo y fatal el aviso que mi muchacha clava: Esta mañana, en tanto perdía el tiempo haciendo footing por las orillas del canal, ha encontrado un perrucho desvalido que pretende adopte alguien. Mi hija y su innegable síndrome de Noé...

Sofía abre la doble puerta y permite que una chavalota fotografíe lo que hago. Estoy cargando los pozos de un electroferometro con un gel de poliacrilamida. Esto nada tiene que ver con mi trabajo. Ocurre que por no estar las próximas horas de brazos cruzados, me he ofrecido al Dr. Destaing para ayudarle en su trabajo. Trabaja con proteínas y me ha pedido que, mientras él actualiza unas cromatografías, le haga una estimación rápida sobre el numero de proteínas de una mezcla, que encuentre el punto isoeléctrico de las mismas y su masa molecular aproximada. Aprovechando la sesión fotográfica pregunto a Sofía donde guarda el azul Coomassie, que es un colorante que se fija a las proteínas y permite visualizarlas. Los demás chicos se agitan tras el cristal cual invaders enloquecidos; están felices porque un auxiliar que ha llegado con un carretón ha repartido entre ellos bollos y cocacolas, gorras, chapas, bolígrafos y carpetas con el logo orbicular del grupo de empresas al que el laboratorio pertenece.

Trasteando en el ordenata de mi eventual despacho he visto un completisimo programa de gráficas; así que, más por curiosidad que por otra cosa, le pongo en marcha para afinar la determinación de la masa molecular de algunas proteínas desconocidas que, entre las estándar (proteínas marcadoras de masa molecular relativa conocida) he ido encontrando. La cosa, aunque lo cuente así, por lo grueso, no tiene mayor misterio: se trata de hallar la migración relativa o desplazamiento de una proteína X colocada entre otras dos, conocidas, representadas en una gráfica logarítmica. Y permitirme el aparente oscurantismo de esta posada. Esta es la crónica apresurada de una jornada, no un curso rápido de bioquímica aplicada. En realidad se trata, sin más, de cumplimentar alguna curiosidad y de dar a conocer uno de los pocos días benévolos de los de mi puto y sacrificado oficio.

Y sigo, coño. Y sigo...

Mientras la impresora escupe datos y más datos, madame Loubet come un plátano. Hoy, por seguir fiel a su estilo, se ha puesto un perfume nuevo capaz de cauterizar a la más aguerrida de las fosas nasales... Pero tal es natural, que madame Loubet vive inmersa en anuncios de colonias de nombres impronunciables. Tengo que enterarme de que son represores estos punzantes aromas. Aunque crudo lo tengo si para tal pesquisa debo de acercarme demasiado a ella. Mejor dejémoslo correr. Sobre la mesa mil cachivaches inútiles que me son ajenos, medio bocata de chacina del país que lo es menos, un cronometro, una guía telefónica y un glosario de química en todas las lenguas comunitarias, las gafas que se dejó la china (en realidad es vietnamita e hija adoptiva de los Loubet y trabaja en el piso de arriba, en algo relacionado con prensa y publicaciones), una bandejita con moneda fraccionaria anterior al Euro, el ostentoso directorio de la empresa, un frasco de aspirinas y un libro que he recogido del vestuario porque algún sandio lo ha olvidado. En su interior una postal de Helsinki, un bono de ferrocarril impreso en un idioma del que no tengo ni pajolera idea, la fotografía de una gachí en bicicleta y el informe sobre las aminotransferasas hepáticas de una oveja. No me llama la atención que este profusamente ilustrado ni editado por "Heritage Ms. Bookshop" en Singapur; otro es el motivo que me mueve a incorporarle a eta posada. Trata el descomunal mamotreto sobre familias en las que varias generaciones se han dedicado, con éxito, a un campo especifico del quehacer humano. Ramonean por sus páginas actores, médicos, deportistas, políticos, industriales, economistas, militares, etc. Leo el índice onomástico y ninguno de los citados -aun siendo la mayoría de ellos ampliamente conocidos- es capaz de despertar mi interés por su vida y milagros. Esto porque al primer vistazo he comprendido que el autor ha dejado en la cuneta a científicos e investigadores. ¿Será ignorancia o que la ciencia no cotiza en el mercado? Igual me da, la mierda es mierda nos la coloquen envuelta en hojas de parra o en refinada plata.


Esto es otro día.

Todo en orden por lo que a días anteriores se refiere. Nieva con ganas en el Pirineo y espero que mi hija haya llegado con bien a casa. Por no aburrirme trasteo en un medidor de impedancia que tiene un condensador jodido. Nada más llegar, madame Loubet me ha puesto el prospecto de un medicamento dermatológico bajo las narices y me ha interrogado sobre el cloruro de benzalconio y el polioxietilén-nonilfenol, como si fueran parientes míos. Hoy viste a lo estación de esquí y huele a algo que se asemeja a las violetas. Esta acatarrada y se suena la nariz con una finura que acompleja y pasma. Un tipo de perilla puntiaguda reparte unos folletos que tratan sobre las "Lesiones por irradiación". Traduzco un párrafo tomado al azar:

"Las estructuras celulares más sensibles a la irradiación son los ácidos nucleicos, mientras que las enzimas, al ser moléculas grandes, no se ven tan afectadas. Por esta razón, el mayor efecto de la irradiación es el de interferir con la mitosis celular y en consecuencia y siguiendo la ley de BERGONIE-TRIBOUDEAU, las células son tanto más sensibles -a la radiación- cuanto mayor sea la capacidad de reproducción y más diferenciada sea su función"

O sea, que alteran la producción de energía en la mitocondria, la síntesis de las proteínas y la reproducción celular.

Llega la señorita Drakopoulou con la prensa café y bollos. Esta toda indignada porque los enculacabras de Al Qaeda han amenazado a Francia por la cosa esa de la "ley del velo". La sugiero que no haga caso de lo que cuatro endebles mentales que ni Dios sabe lo que fantasean digan. Que esa gente que se adorna con vanilocas entelequias, solo pretende alcanzar relieve a fuerza de vueltas de tuerca al tornillo de la estupidez y de la ignorancia. También viene -destacada- información sobre el terremoto de Marruecos. Eso me interesa más porque dice que se ha dejado sentir con fuerza en Melilla y tengo un colega allí. Telefoneo de inmediato a mi amigo Justo y me dice que no hay noticia de que en la ciudad haya ocurrido nada irreparable. Teme lo que haya podido ocurrir en los febles pueblos marroquíes del Sur. Me cuenta que no estaba en casa mientras la "temblaera" y que cuando llego a ella, con su mujer y sus hijos, se encontró conque unas pesas que tenía sobre una estantería se habían desplazado volcando a esta sobre la televisión y un equipo de música. "Casos leves como el mío debe de haber bastantes a juzgar por como esta la línea con los del seguro", me dice. Ojalá sean estropicios semejantes los mayores de los males, aunque me temo que...

Después de esta noticia las paredes me oprimen con fuerza; parece que se me vayan a venir encima. Soy de la opinión de que más de veinte días entre los mismos muros no debe de ser sano ni bueno. A mi, tal me pesa; me pesa en exceso. Antes que en este cómodo edificio preferiría estar navegando Níger arriba, aunque me tirotearan y tuviera que reprimir las ganas de ejecutar sumariamente a los padres que por un puñado de dólares ofrecen a sus hijas prepuberes y anonadas; o en Adelaide, Australia, ahíto de cerveza uno, mecanizando granjas cual provincias para desinfectar y desinsectar ganado; o montando plantas azucareras en Mongolia, el país que en primavera tiene las colinas más hermosas del mundo; o de gira por las bases de la Península Antártica... En fin, cosas mías que no dejo de acompañar con un nostálgico suspiro.

Llegado a este punto pensaba dejar de daros la lata, abrigarme bien (cae del cielo una especie de caspa que acelerada por el viento produce sobre el rostro semejante efecto al de un escopetazo de sal gorda), coger la puerta e irme a tapear por el barrio viejo con los jóvenes saltimbanquis de Sistemas y Procesos, unos tipos simpaticones y pelin desquiciados que investigan, teóricamente, procesos químicos complejos de interés practico en aplicaciones medioambientales, médicas y tecnológicas. Tienen una excelente documentación sobre el tratamiento de tumores con haces de piones y de vez en cuando tomo algunas notas, bien propias o procedentes de intercambios con laboratorios de Zurich, Vancouver, Moscú, Los Alamos... Sabíais que el radio de Bohr en los piones es como trescientas veces más pequeño que el de los electrones?

No cedí a la tentación sin embargo: Primero porque ambiente y momento calzaban de un modo perfecto para la consecución de esta posada; luego, porque sobre la mesa, en lo alto de una torre de manuales y guías, rematada cual pináculo catedralicio por un frasco con muestras de oscuro y amenazador cromo (elemento de transición de símbolo Cr y número atómico 24), continuaba guiñándome, burlón como él solo, el libro del que párrafos arriba os he hablado. Retiro el pesado frasco (Densidad Cr en gr/cm3 = 7.1. La presencia de esta muestra se explica porque, por favor, lo he extraído de una mena de cromita - óxido ferroso crómico, FeO.Cr2O3- para que los colegas trabajen con él y con alimentos de origen marino, los cuales carecen de el. Diré más por si sentís curiosidad: el Cr regula el metabolismo de los azúcares y actúa sobre el control de la absorción de glúcidos y de la secreción de insulina; es decir, que favorece el paso de los glúcidos al interior de las células), tomo el libro, le abro al azar y coloco una impoluta holandesa a su lado. Luego, en tanto que con cierta sensación de infidelidad tomo algunas notas que se me antojan interesantes, doy en pensar que antes que de los Rothschild (Meyer, Amschel, Alphonse, Gustave, Edmond) o los desvergonzados y trágicos Kennedy (Patrick Joseph, Joseph Patrick, John Fitzgerald y Robert Francis y Edward More...), hubiera preferido leer sobre la prosopopeyica tribu Bernoulli o sobre las sapientes y pluscuamperfectas chicas de Boole.


Donde más por ignorancia que por problemas técnicos corto el rollo.

Pues eso, tal como lo enuncio, que no puedo seguir. Seguramente se deba a que no se lo suficiente y que cuando en estas crónicas paso de un número determinado de páginas pues el invento se me descojona y deja de funcionar. Tampoco es que tenga tiempo para aprender demasiado más, así que tendréis que acostumbraros a mis limitaciones. Jode, pero no hay otra cosa, chavales. Veré si mi jefe y amigo, Gandalf, que se maneja cual pez en el agua en estas lides es capaz de indicarme como solventar estos fallos. Pero que no me lo ponga difícil porque no le haré ni puto caso. Tampoco es la cosa irreparable pues así, a lo tonto, me queda material inédito para poneroslo en otra posada. En fin, que hago lo que puedo; y, puesto que lo que hago y puedo lo hago porque de las pelotas me sale, tampoco es para que me queje demasiado; para eso, para lloros y quejas infundadas ya están la jeremiaca Comisión de la Verdad y la demagógica y rastacueril panda de cineastas patrios que nos asola.

Lo dicho, en una próxima entrega los Bernoulli y las chicas de Boole. O vete a saber qué, pues en cabeza como veleta tampoco cabe demasiada disciplina ni fundamento.

Venga, gente, a gastar poco y navegar con buen rumbo.
Publicado por Don Gaiferos en 5:10 p. m. |  
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