miércoles, diciembre 20, 2006

De Mariposas y Redes Neuronales.


Lo que sigue debí de posarlo hace días, en el punto y hora en el que Cajal, a secas[1], fue galardonado -cien años atrás- con el premio Nobel de Medicina[2]. Al hecho de que no lo hiciera llámenlo ustedes como gusten: dejadez, estupor crónico, despiste o tontuna. Pero ya puesto a ello, aunque de forma somera y precipitada, mejor continuar que revolcarme voluptuoso en la veredaautocomplaciente de la culpa.

La hermosa figura con la que titulo esta posada (aclaro que el escribiente siempre ha llamado al post, posada; manías léxicas, supongo...), si acaso un pelo descontextualizada, pertenece a Cajal, don Ramón, irreprochable padre de la neurofisiología, ganzúa que saltó los cerrojos de los hasta entonces impenetrables misterios del cerebro; disciplina que enfrentó al hombre con su mismidad, con el conocimiento minucioso e intimo del laberinto físico en el que residen los sentimientos, las sensaciones, la inteligencia misma...

A quienes habitualmente leen sobre
cuestiones científicas les resultara de todo punto imposible negar que aun hoy en día, un siglo después de haber sido mundialmente reconocido, Cajal continua siendo referencia obligada en la literatura científica que a su especialidad concierne. Por decir verdad su teoría de la neurona como unidad morfológica y funcional del sistema nervioso, conserva una vigencia insospechada en el estudio de la anatomía y patología nerviosas. Es decir que las rectificaciones, con la actual tecnología o sin ella, han sido mínimas, debido más que nada a la minuciosa atención con la que don Santiago aplicaba el ojo al microscopio. Mas claro: Cajal, seguramente entre los mejores técnicos fotográficos de la época, observó sus muestras "pixel a pixel" y como tal las dibujó. Cajal consiguió (y no es baladí el logro) a fuerza de paciencia y resolución que un acontecimiento óptico indefinido (le) mostrara su estructura original.

Y esto fue en España, patria de Cain; lugar en el que se aplaude en contra y no a favor; país sobre el que recae la maldición de los malos gobernantes: indolentes unos; enemigos de todo tipo de excelencia académica otros; quisicoseros y chanchulleros hasta los más aptos; papanatas localistas el resto. Hideputas... por acortar. Tal fue la ciénaga de pecados de la que emergió
Cajal. Don Guillermo Fatás cuenta así aquella dura cotidianidad:

«No fue un azar. Fueron años de búsqueda rabiosa, concentrada, acerca de todo género de detalles sobre el tejido del sistema nervioso en la médula, en la retina, en animales, en embriones, en restos humanos, en el tálamo óptico, en la corteza cerebral. Montañas de pequeñas anotaciones, de descripciones minuciosas, de mejoras en las tintaciones de los preparados para microscopia, de combate con el tiempo, con la penuria, con las oposiciones a un puesto docente remunerado -ya, entonces, frecuentemente caciqueadas-, con la falta de instrumental».

Toca tascar el freno. Me conozco y no quiero terminar divagando mientras contemplo embobado el dedo que apunta a la Luna.

Sea todo en honor de
CAJAL (Hijo de larresanos, como recalcan sus biógrafos. Nacido en Petilla de Aragón, 1852 - Finado en Madrid, 1934)


* * * * *


NOTAS:

1.- Como reza en el pedestal de la estatua que, obra de
Victorio Macho, le inmortaliza en el Parque del Retiro.

2.- Premio a pachas con
Camilo Golgi, inventor del método de impregnación del tejido nervioso con sales de
plata, que Cajal desarrolló con técnicas propias.




Publicado por Don Gaiferos en 6:51 p. m. |  
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