sábado, diciembre 02, 2006

Gaudeamus Igitur (**)


Me cagüen la leche. No pudo ser; no hubo manera. Vino a resultar que a él, a mi colega y amigo Pepe, le otorgaron su novísima licenciatura sin calzarle birrete ni toga ni trapo significativo:o sea que le dejaron con la cocorota y las canillas al aire que se dice. No hubo, por lo que cuenta, pífanos, ni tambores de epinicio académico ni, tan siquiera, incomprensibles disertaciones profesadas en latín escolástico.

Una pena de ceremonia en definitiva, que, de haber sido más rumbosa, el licenciado don José, atendiendo a su espíritu esteta nos la hubiera descrito graciosamente con pelos y perendengues. Eso que perdimos... Eso que perdieron quienes se desentienden, por contrita actividad de ingenio nulo e alegre vida bien pagada, de toda actividad fastuosa que parezca apearlos de su estatus de sabios.

Personalmente me pregunto en que andarían el Mestre General de Ornato y Protocolo y sus adlateres; acaso estuvieran, digo yo, reunidos a cencerros tapados y pasándoselo teta en algún algodonoso
cirro-cumulo, bien practicando el yoga ibérico (siesta), merendando cigüeña que no tornó al campanario o conspirando para joder al Anticiclón de las Azores: Tonterías?

Tonterías no, que no pienso - de momento y hasta que me haga con ciertos imprescindibles datos - colocar a los julays de protocolo de la docta casa al mismo horrible nivel de desorientación vital que, por ejemplo, el de las zopencozapaterozeroladas ministras de cuota; esa rezogante
especie que con cerebros seis o siete tallas por debajo de la necesaria, brinca de alegría y baila con regocijo al contemplar como la naturaleza consigue que los ríos pasen por debajo de los puentes.

Acoto: En mi opinión no hacen estas de menos a sus compañeros de gabinete, tipos mentalmente descatalogados por la historia y el uso y únicamente en activo por la ignorancia ajena y su eminente inutilidad.

Vuelvo a acotar: En general toda la clase política española (los partidos me importan un huevo e irremediablemente mi crítica siempre caerá sobre el gobernante) se pinta sola para mostrar su supina ignorancia sobre todo lo que toca. Es decir que, por lo que toca a la inteligencia y "entendimiento", no se podría casar a ninguno con un asno sin dispensa eclesiástica... Pero “uno no piensa lo que quiere, sino lo que puede”, me parece que dijo
Hébert.

Ya estamos: ya estoy, quiero decir, chancleteando de nuevo y sin miramientos en jardín ajeno. No tengo remedio. El ánimo de criticar con incivilidad y mal café puede conmigo. Es mi sino. Los
cebones que mediante sofismas quieren pasar por flor de la honestidad me vuelven botafuego. Y aquí una pregunta:

¿Será bueno este reiterativo escupir sobre la estulticia? Seguramente no, si es que quiero que este espacio no se asemeje a ese otro que, socapa de servicio publico, llevan las revistas y periódicos con el nombre de «
Cartas al Director»: lacrimoso y monótono invento, seguramente británico, a propósito para despotricar contra cualquier nimiedad, supositicia o no, que caiga a mano. Pero con ser terribles estos tiquismiquis de patio de vecinos que con tanta fruición le dan a la pluma, mas deletéreos aun, si cabe, son aquellos que tras arduos esfuerzos seudoliterarios pontifican una y otra vez, moralizantes, sobre todo lo divino y humano. Categoría a la que no deseo pertenecer.

Pero veníamos hablando aquí de ceremonias de licenciatura y de licenciados... de nuestro licenciado. Así que diré que a quienes le apreciamos esto del cubrecaspas nos resulta indiferente, aunque personalmente no deje de pensar que con el paño encajado hasta las orejas hubiera compuesto buena figura para un retrato de
galería.

Queda, ahora, vestir a nuestro héroe como a un
Niño Jesús de Cartolinha que se tocara con montera, auparle a una mula dócil y de paso animoso, avituallarle con reciedumbre acertada y, si fuera al caso, despedirle con una matimba guanacaratesca allí donde la ciudad fina; al hombro portaría una lupara con ojos de los que agarrotan y achican los genitales, y en la caña de una de las botas de tacón cubano una lengua de buey veneciana. Huelga decir que en adelante su hogar seria las leguas que le separasen del París de la Francia.

Y sepan los libelistas que allí, en su destino, en el
París del Sena, no es trabajo de nuestro brigadista el de conceptuar por triangulación e inversa catenaria el culo de las peponas que migas comen y migas hacen en la sala de compinchazgo del Vauvert. Va, sépanlo, como adelantado de ese sacaperras que antes se llamaba pupilaje y ahora se llama master. Va de colegial al de Navarra, y, a la vez, por ganarse unos durillos y de paso y por el mismo gastar la enemistad perpetua de corchetes, damiselas vanilocas, domines de pan mojar, lechuguinos de fino pisar, avarientos, misacantanos, jetas de colegio y plaza, posaderos, rectorales asexuados y, como no, togados de la Sorbona..., va, digo, de pasante de mi mentor don Panurgo, hijo de carne de placer y de mi señor don Rabelais, factótum de monsieur Pantagruel, bachiller en trapacerías, cagajanoro de tiro largo y apuntar certero, cortabolsas, pífano ambulante, palpa cricas, borrachuzo, vagamundo, limosnero fingido, canalla magnifico, hampón, putero, devoto hipócrita, burlador de sombras, tempestad y llama de París de Francia...

A eso va.

Don Gaiferos (El "don" es imprescindible)

Publicado por Don Gaiferos en 9:48 p. m. |  
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