viernes, marzo 23, 2007
¿Instituciones vivas u Organismos fosilizados?
Huroneaba entre mis libros a la caza de ciertos datos sobre Gerardo de Cremona (un forastero que gastó vista y vida en el "trujumanato" de Toledo pasando a limpio obras tradicionales griegas importadas por los árabes) cuando di, entre las paginas de uno de ellos[1] y sobre el reverso de una participación de lotería, con una nota de letra apretada, deslavazada por el tiempo, imposible para mis ojos miopes. Refería la tal la gresca que se armó, no importa cuando, por un par de sillones vacantes en la Academia de la Lengua.
Y perdón por lo escueto de lo que sigue. Pero fue aquel endriago de caligrafía minimizada lo que me llevo a meditar sobre el numero de "Reales Academias" que se asientan en España. ¿Seis u Ocho?, esa era la duda que me corroía mientras enlabiaba sus nombres y contaba párvulo con los dedos.
Lo sé: coincidencia, memoria selectiva, recuerdo de alguna lectura repetitiva, selección razonable, yo qué sé. Mas, cierto es, que atiné en mi evaluación primera. Seis y a la vez Ocho. Seis a las que paso a denominar clásicas; dos a las que no se como clasificar, bien por "novísimas" o por resultarme de origen confuso. Y he dicho novísimas porque su inclusión en el Instituto de España no alcanza mas allá de las seis o siete décadas; es decir que hasta entonces no tuvieron carácter de corporaciones publicas ni fueron academias oficiales.
Pero se trata aquí de recorrer los susodichos organismos reales[2] para que cada uno de ustedes, a sus anchas y con el aplomo que fundamenta el conocimiento, de intimo cumplimiento a la pregunta que titula esta posada.
Fundada en 1713 por iniciativa de don Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, y aprobada por Real Cédula de Felipe V del 3 de octubre de 1714: «Limpia, fija y da esplendor».
“Velar por la pureza, propiedad y esplendor de la Lengua Castellana, investigar sus orígenes, fijar sus principios gramaticales, vulgarizar por medio de la estampa los escritos desconocidos y preciosos que se conservan de lejanos siglos y manifiestan el lento y progresivo desarrollo del idioma, promover la reimpresión de las obras clásicas en ediciones esmeradas y publicar láminas excelentes con los retratos de nuestros afamados ingenios, librándolos del olvido”.
Creada por decreto de 18 de abril de 1738 y Real Cédula de Felipe V de 21 de junio del mismo año: «Nox fugit historiae lumen dum fulgèt iberis».
“Ilustrar la Historia de España antigua y moderna, política, civil, eclesiástica, militar y de las ciencias, letras y artes, o sea de los diversos ramos de la vidas, civilización y cultura de los pueblos españoles”.
Fundada por iniciativa del escultor don Juan Domingo Olivieri y del marqués de Villarías, primer secretario de estado, por Real Cédula de Felipe V de 13 de julio de 1744. Sin embargo, no fue hasta el 13 de junio de 1752 cuando se celebró su apertura solemne. «Non coronabitur nisi legitime certaverit».
“Promover el estudio y cultivo de la Pintura, Escultura, Arquitectura y Música, estimulando su ejercicio y difundiendo el buen gusto artístico con el ejemplo y la doctrina”.
A iniciativa del marqués de Molíns, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, y por Real Decreto de la reina doña Isabel de 25 de febrero de 1847, como continuación de la academia de Ciencias Naturales de Madrid. «Observación y cálculo».
“Cultivar el estudio y propagar el conocimiento de las ciencias exactas, físicas y naturales en su esencia y en sus principales aplicaciones”.
Fundada por Real Decreto de la Reina doña Isabel II de 30 de septiembre de 1857, se inauguró y se declaro legalmente constituida al año siguiente por el ministro de Fomento, marqués de Corvera. «Verum, justum, pulchrum».
“Estudiar las ciencias morales y políticas, ilustrando los puntos y costumbres de mayor importancia, trascendencia y aplicación, según los tiempos y circunstancias”.
Reorganizada por Real Decreto de la reina doña Isabel de 28 de abril de 1861, en recuerdo de la antigua Real Academia Médica Matritense (1734). «Ars cum natura ad salutem conspirat».
“Fomentar el progreso de la Medícina española, publicar su historia bibliográfica, formar la geografía médica del pais y un diccionario tecnológico de Medicina”.
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NOTAS:
1.- Poseer las obras completas de Menéndez Pelayo es una imposibilidad técnica para un particular como yo. Me faltaría espacio (en detrimento de otros autores) para albergar todo lo escrito por tan fenomenal bibliógrafo. Si trasteo, sin embargo, con "La ciencia española", "Historia de los heterodoxos españoles" y "Bibliografía hispano-latina clásica". Viene el apunte para especificar que fue en la segunda de las obras citadas donde me volqué para disipar mi ignorancia sobre el cremonense. Don Marcelino fue director de la Biblioteca Nacional. Hoy lo es doña Rosa Regás. Comparar a ambos me sitúa entre la lastima y la risa. ¿Quien y para que va a comparar un elefante con una hormiga? Pero cuando la política y no la excelencia es empleo y recreo...
2.- No es este el momento para abundar en el tema, pero no esta de mas que sepáis que en su día hubo disputas por el orden cronológico académico. Por la prelación que debían de tener las Reales Academias basándose en su antigüedad. Fantasías de algunos listillos que quisieron hacer pasar a una tertulia científica como corporación del Estado.
Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)