La siesta en opinión de uno de los matasanos del "Emperador" (I).
Es el "Emperador", por antonomasia, don Carlos V (1500-1559); el del careto grave, duro y de pocos amigos; el de la mandibula inferior como gargola catedralicia, saliente de manera notable y a proposito para el gangueo; el del labio inferior como pila para lavar platos: rasgo caracteristico de la raza tudesca de los Habsburgos... Es el su "matasanos", uno entre los tantos[2] que a su real servicio mantuvo, el Dr. Luis Lobera de Avila. De de este Lobera de los Lobera abulenses de toda la vida, hablare por pluma del Dr. Baltasar Hernandez Briz, prologuista y anatodar y apologista de su figura y obra[3]. Baltasaricemos:
INTRODUCCION
El famoso médico del Emperador Carlos V, Dr. Luis Lobera de Avila, o Avila de Lobera, pues de uno y otro modo se nombra en las potadas de sus obras, era natural de Avila, y según dice el editor de las Enfermedades cortesanas, el Dr. Francisco Raya, descendía dicho médico de un distinguido y esclarecido linaje y era bastante rico. Desconocemos dónde hizo sus primeros estudios, pero sabemos que pasó a Francia, en donde apprendió la Anatomía en la escuela de un tal Bertucio, como él asimismo refiere en el folio 1º de su libro de Anatomía, llamándole Magister meus Bertucius [4], del cual dice la enseñaba y demostraba a sus discípulos teórica y prácticamente con el cadáver delante.
A su vuelta a España se fijó en la villa de Ariza, donde empezó a ejercer la profesión. Un año residió allí, y según él mismo confiesa, recibió muchos favores de D. Juan y D. Rodrigo Palafox, señores entonces de aquella villa. Tampoco sabemos cuándo empezó a servir en los ejércitos del Emperador Carlos V, pero lo cierto es que pasó su juventud fuera de España, acompañando siempre al Monarca en sus viajes y expediciones, tanto por mar como por tierra, y gozando siempre de su más alta estimación y confianza, como también entre todos los áulicos y cortesanos que le rodeaban, por el gran juicio, madurez y experiencia con que entendía sus enfermedades y se las curaba, como él mismo refiere en numerosos pasajes de sus obras.
En el libro que tituló Regimiento de la Mar, como también en el Banquete de Nobles Caballeros y en otros, nos refiere sus peregrinaciones: estuvo, pues, en Alemania, alta y baja; en Flandes, en Inglaterra, en Holanda, en Sajonia, hasta el Alois; Viena, Hungria, Bohemia, Corinthia, etc., etc.; recorrió por el Mediterráneo la Francia, la Lombardia, Villafranca de Niza, Paona, Milán, Génova, Venecia, Napoles, Roma y Sicilia, y de la parte de Africa, la Goleta y Túnez.
Por los años de 1520 acompañaba al Rey, pues refiere que hallándose en La Coruña con ánimo de embarcarse con S.M., que iba a tomar la primera corona, desempeñando el destino de proto-médico, prendió a un curandero de lobanillos, a quien soltó después por las felices curas que le informaron había hecho, y cuya receta puso en su Libro de Experiencias de Medicina.
Después que estuvo con el Rey de Inglaterra fué a Sicilia, y allí se embarcó en la galera[5] de D. Diego Acevedo, desde donde se trasladó a la de D. Guevara para asistir al padre Fray Gil, que se hallaba enfermo, y desembarcó en Palamós. Luego volvió a embarcarse cuando lo hizo el Emperador, para ver al Papa y Rey de Francia en la galera del Cardenal de Santiago, de la que salió para ir con el Conde de Benavente a visitar a D. Pedro Pimentel, su hermano, que estaba muy en peligro, y entonces presenció la batalla naval que sostuvieron contra los franceses, creyendo que eran turcos. Curado que fué, el Sr. Pimentel regresó a la nave del Cardenal, hasta que desembarcó en Villafranca, en donde le mandó el Emperador curase al ilustrísimo señor Almirante de Nápoles, que estaba en grave riesgo, y en efecto, fué con él hasta Saona, donde curó; allí le recogieron las galeras del Almirante, y se dirigió a Barcelona. Pasó a Túnez con el ejército, en donde desembarcó el día 21 de julio de 1535; presenció el horroroso saqueo de aquella ciudad, y es regular no dejase de recoger algún despojo de aquella magnifica librería del Rey Muley Hacén, que allí desbarataron nuestros soldados imperiales, mucho más bárbaros en esto que el mismo Barbarroja, contra quien iban a pelear, según dice Hernández Morejón.
Por último, regresó de Túnez, viniendo en la galera del Duque de Alba, porque D. García de Toledo, primo del Duque y capitán de las galeras de Nápoles, se hallaba enfermo.
La mayor parte de las obras del Dr. Avila de Lobera fueron traducidas al alemán y francés, y en ellas se aprecian atisbos geniales de haberse adelantado varios siglos a su época.
Las principales obras que escribió fueron Vergel de Sanidad, que por otro nombre se llama Banquete de Caballeros y orden de vivir así en tiempo de sanidad como de enfermedad. Es un notable tratado de dietética de sanos y enfermos, digno de estudiarse por todos.
Libro de pestilencia, curativo y preservativo y de fiebres pestilenciales, con la cura de todos los accidentes de ellas y de otras fiebres, y habla de flebotomía, ventosas, sanguijuelas y de las diez y nueve enfermedades súbitas, etc.
Remedio de cuerpos humanos y silva de experiencias y otras cosas utilísimas.
Libro de Anatomía; declaración en una breve de la orgánica y maravillosa composición del microcosmo, o menor mundo, que es el hombre, ordenada por artificio maravilloso en forma de sueño o ficción.
Antidotario muy singular de todas las medicinas usuales y la manera como se han de hacer según arte.
Libro de Experiencias de Medicina, y muy aprobado por sus efectos, así en nuestra España como fuera de ella.
Las Enfermedades Cortesanas, que son catarro, gota artérica, sciática, mal de piedra y riñones e ijada o mal de bubas; la última parte de esta obra, sobre el mal francés o bubas es, sin duda, de gran mérito.
Los médicos antiguos basaban sus estudios en la observación y la experiencia, recogida a la cabecera del enfermo; era un empirismo racional, al cual debe la Medicina sus más grandiosos descubrimientos, sus verdade más positivas: recuerdese el descubrimiento de la vacuna Jenneriana contra la terrible viruela; el descubrimiento de la virtud específica de la quina y sus sales contra las diversas formas del paludismo, esa preciosa corteza del árbol de las cinchonas, que tantos beneficios reporta a la Humanidad durante cerca de cuatrocientos años; sabemos que es el especifico contra esta dolencia, y recientemente, cuando descubrió Laveran el hematozoario, se comprobó experimentalmente cómo dosis infinitesimales de quinina mataban a dicho parásito; el descubrimiento del mercurio contra la sifilis, que es el especifico contra esta terrible dolencia, y hace pocos años, cuando se descubrió el parasito de esta enfermedad, se comprobó que muere en contacto con este medicamento, etc., etc., y otros muchos descubrimientos debidos al empirismo racional. El laboratorio ha descubierto el tratamiento de la difteria y de la rabia y pocos más; es decir, que siempre la Medicina, como ciencia natural, descubrirá verdades que se deben a la observación rigurosa de los hechos, y como nuestros antiguos médicos no tenian otra fuente de estudio que ésta, muchas de sus observaciones serán siempre utilisimas de conocer. Imbuídos por la terapéutica galénica, muchos de los productos que empleaban causarán extrañeza, por su extravagancia; pero al lado de estas rarezas, propias de las ideas dominantes en aquella época, hay mucho utilizable, y algunos productos olvidados volverán a salir y serán de gran aplicación. Por todas estas razones, el estudio y meditación de nuestros clásicos merecerá de las personas de buen gusto, de exquisito paladar, un detenido estudio y análisis.
Muchas cosas modernas son de origen muy antiguo, y vestidas con otro ropaje, se presentan ahora como novedades recién descubiertas, y muchas cosas que vienen del Extranjero fueron descubiertas y estudiadas perfectamente por nuestros clásicos hace centenares de años, y merecen, por tanto, que se vulgaricen estas obras, para que se vea adónde habían llegado nuestros antepasados en el estudio de los asuntos más fundamentales de la Medicina.
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NOTAS:
[1].- «Sentóse el licenciado Cabra y echó la bendición. Comieron una comida eterna, sin principio ni fin. Trajeron caldo en una escudillas de madera, tan claro, que en comer una dellas peligrara Narciso más que en la fuente. Los macilentos dedos se echaban a nado tras un garbanzo huérfano y solo que estaba en el suelo. Decía Cabra a cada sorbo: Cierto que no hay tal cosa como la olla, digan lo que dijeren, todo lo demás es vicio y gula.»
Francisco de Quevedo, descripción de la pauperrima olla del Dómine Cabra en la Vida del Buscón (libro I , capítulo IV).
[2].- En la obra que acometo se preocupa el autor de catalogar a los "Ilustres y Doctisímos Médicos de su tiempo". Son estos:
• Dr. Cavallos, protomédico de su majestad.
• Dr. Andrés Vesalio, médico de su majestad.
• Dr. del Aguila, médico de la cámara del esclarecido príncipe nuestro señor.
• Dr. Moreno, médico de cámara del esclarecido principe nuestro señor.
• Dr. Abarca, médico de su majestad y de la camara de la esclarecida reina bohemia.
• Dr. Francisco de Almansa, médico de su majestad.
• Dr. Montaña, médico de su majestad.
• Dr. Irure, médico de su majestad.
• Dr. Pedro López, médico de su majestad.
• Dr. Ledesma, médico de la Santa Inquisición, teniente de protomédico.
• Dr. Rodríguez, catedrático de p. en Valladolid.
• Dr. Peñaranda, catedrático de Filosofia en Valladolid.
• Dr. Céspedes, catedrático en Valladolid.
• Dr. León, catedrático en Alcalá.
• Dr. Vega, catedrático en Alcalá.
• Dr. Reynoso, catedrático en Coimbra.
• Dr. Alderetes, catedrático en Salamanca.
• Dr. del Hierro, médico en Sevilla.
• Dr. Cabra, médico en Sevilla.
• Dr. Tupulina, médico en Córdoba.
• Dr. Aguilar, médico en Toledo.
• Dr. Fabricio, médico en Segovia.
• Dr. Vega, médico en Avila.
[3].- Sobre mi mesa de trabajo:
LIBRO DEL RÉGIMEN DE LA SALUD,
Y DE LA ESTERILIDAD DE LOS HOMBRES Y
MUJERES, Y DE LAS ENFERMEDADES DE LOS
NIÑOS, Y OTRAS COSAS UTILÍSIMAS
Del
DR. AVILA DE LOBERA
Con
Una Introducción y Numerosas Notas
del
DR. BALTASAR HERNANDEZ BRIZ
Corresponde el volumen al Tomo V de la BIBLIOTECA CLÁSICA de la MEDICINA ESPAÑOLA.- Madrid.- MCMXXIII.
[4].- Acaso presa de la ignorancia, no acierto a dar con un Bertucio, Bertuccio o Bertucius que se ajuste a mis espectativas. Medicos de tal nombre los hay en cantidad regular, pero para mi que todos gravitan en una orbita espaciotemporal que no acaba de concordar con las cuentas que me hago. Hernandez Briz apunta -sin demasiada convición- a un Bertucio médico famoso en Leipzik, que floreció por los años 1452, y escribió de Medicina, de quien Fabricio habla en su Biblioteca Médica, tomo I, página 245, edición de Putavia, 1754.
[5].- Nave de guerra de aproximadamente 400 toneladas, con vela y remo, y quilla larga en relación a su escasa manga. Naves complamentarias y de raiz semejante son:
Galeaza: nave de guerra, de algo más tonelaje y muchos remeros, que pretende coordinar la velocidad de la galera con la potencia del galeón.
Galeón: barco grande de vela, utilizado para grandes cargas en tiempos de paz y para cooperar con las galeras en época de guerra. Podía tener hasta 800 toneladas.
Galeota: galera menor, con sólo 16 a 20 remos a cada banda.
Aclarar, no obstante, que los historiadores posteriores a Lepanto emplean el termino "galera" para todo barco de guerra que formara en un contingente naval destinado a operaciones belicas, sea galera en su efectivo termino, o sea bergantín, galeaza, nave, leño, fragata, bucentauro o fusta.
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CONTINUARA
CORRESPONDENCIAS:
SUR.es -> Cordero lechal con pasas.
fundación INDEX -> HISTORIA DE LAS MATRONAS.
Fundacion CRUZCAMPO -> Las cervezas de los Reyes.
Colineta -> A ORDE DOS ALIMENTOS.
Centro Virtual Cervantes -> Didactismo y arte literario en el diálogo humanístico del siglo xvi.
EL MITNAL MEDICO -> TEXTOS MEDICOS - IV.
Millersville University -> La Medicina Española Renacentista.
COLEGIO OFICIAL DE MÉDICOS DE SANTA CRUZ DE TENERIFE -> EVOLUCIÓN DE LOS SABERES PEDIÁTRICOS EN ESPAÑA DESDE EL TRATADO DE GERÓNIMO SORIANO.
Histgüeb -> Las Nodrizas.
Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)
Etiquetas: GENERALIDADES, Hibridos, La "Historia" según mi discurrir