domingo, enero 28, 2007

Carta de James Smithson a un amigo II


RECUERDOS SAXIFRAGACEOS (Continuación)

Viene de: Abrí el sobre y la ilustré sobre lo dicho.

Primero mostré la fotografía de la cubierta de uno de los tomos que poseía.

Eva la tomó en las manos y la miró largo rato; sus pupilas, expandidas como una gota de tinta en un vaso de agua, en un vaso de agua clara.

-- ¿Son así todos los demás?. Quiero decir, del mismo formato.

-- Si.

-- ¿Cuantos son en total?

-- No lo sé, yo tengo cuatro, los cuatro que aparecen en esta otra foto. Mírelos, los cuatro iguales, encuadernados con mimo en piel, nervados, grabados en dorado... en oro. En oro de ley. Lo afirmo, porque originalmente los monogramas venían engastados, pero como a uno de los tomos le faltaban las iniciales, hice fundir los demás para grabarlos en hueco. El tipo de letra es el original, por supuesto. El artesano que realizó el trabajo solo tuvo que seguir la huella de los engastes originales. Digo esto porque quiero ser honrado con ustedes.

Monte se rizaba los líquenes de la barba y aprovechaba el tiempo para tomar al milímetro (con ojos que soltaban morcellas actinales) las medidas de la señora Metz. "Ti mangierei tutta", puede que pensara.

Eva Metz se daba mordisquitos blancos en el labio inferior, algo escurridizo; miraba hipnotizada como mis manos divagaban entre papeles.

Sobre la mesa, a mi lado, tenía un buen número de fotocopias tomadas al albur de las páginas de los de los diarios, o lo que quiera que fueran. De vez en cuando alargaba la mano, cogía una, hacia como si la leyera concienzudamente y, cuando daba la impresión de haberla asimilado, leía en alto con voz grave, impostada. Me las sabia de memoria y lo único que hacia, sin esfuerzo, era pasar a "limpio" la letra abreviada y descuidada del mecenas.

El estilo era conciso y claro. Descriptivo al máximo:

“Día aciago. Una ventolera abatió la chimenea del horno de calcinar, y murió el bullmastif Aníbal, y Mary rompió tres de las porcelanas francesas de las que me regaló tu pariente” --- “Por correo de diligencia me escribe Lagrange que han acusado a Lavoisier de usura y apropiacion de fondos públicos. Se dice que todo es venganza de Marat que no entró en la A.C. porque Antoine informó desfavorablemente. ¡Pobre María Ana!” --- “En cuanto despejen los cielos cambiare los rosales con los que estoy experimentando a un lugar más seco y soleado. La pasada primavera apuntaron unas flores demasiado exuberantes de un color desvaído que no me gusto nada” --- “De visita contó mi protegido el Alférez de la señora Woolman que la Armada ha bloqueado el Canal. Será por eso que no he recibido noticias de los carbones que el señor Nayler llevo a Dupont.” --- “Anteayer después del paseo llego el primo Macie. No cabe en si de gozo porque su manceba va preñada. Trajo el primo ron, unos naipes atrevidos franceses y caza de temporada. Por la noche su criado se accidento en la cochera con una escopeta. El doctor Fulton teme que pierda un ojo”--- “El carretero galés que me trae la tierra-roca para estudiar no ha venido hoy, quebró una pierna en las tajaderas del río cuando un gato silvestre dio pavor a una mula. En su lugar vino con el carro un primo que no se sostenía de borracho. No le he pagado por temor a que se lo gaste en la taberna. Mañana enviare a Mary o a Olcot con el dinero” --- “Después de los oficios llego el relojero con una balanza nueva, la ajustamos y probamos que era absolutamente precisa” --- “Mister Keneally que instalo en mi gabinete de trabajo un juego de espejos que aprovechan por orientación la luz natural, partió esta tarde para Amberes a la boda de su hija única. Satisfecho con su ciencia y trabajo le he regalado una pistola y un sombrero y un par de botas de hebilla y quince yardas de tela para su esposa” --- “ Me han llegado letras del viejo Joseph Priestly desde Pensilvania. Dice que va mal de las piernas y que se resiente en la espalda de una caída que tuvo en la bodega cuando colgaba un pernil de tocino. Sigue trabajando y manteniendo las mejores relaciones con Ben Franklin y los señores Jefferson y Washington. El viejo jacobino siempre recuerda agradecido la ayuda que le preste cuando las turbas quemaron su laboratorio y biblioteca de Birmingham. Guardo con el mayor aprecio un libro de química que me regalo cuando era niño, siendo él secretario de lord Shelburne” --- “ Vino a la casa un oficial del señor registrador de la cámara de los tribunales por si el servicio tenía noticias de la que fuera nuestra lavandera K.F.de 17 años, que allanó el hogar de G.F., solterona de 32, y robó objetos por valor de 32 chelines y 9 peniques...”

Mientras leo Eva escucha absorta dando vueltas a una turmalina que lleva en el dedo. Da el sol, y la habitación empieza a parecerme una camara élfica, con las paredes como un antiquísimo amanecer de lava y musgo. Monte sigue el vuelo de un insecticillo como si de un gigantesco saurio alado se tratara, prevenido, con el W.P. del día enrollado fieramente en la mano. Eva lo advierte, se levanta, va, coge un pulverizador y da al alado una muerte atómica e inesperada. Luego se desprende de la chaqueta, bebe agua, se sienta de nuevo y dice:

-- ¿Soy indiscreta si pregunto como consiguió estos "diarios"?

-- En absoluto. Eran de mi abuela. Mi abuela se los pasó a mi madre y mi madre me los pasó a mi. -- Mentí, parcialmente, por no dar asomo al más mínimo conflicto de propiedad. Pues si bien los diarios me los había dado mi madre, estos no habían sido de mi abuela ni por asomo. Habían aparecido entre otros trastos en la casa que mi madre compro junto al Támesis. Casualmente yo estaba allí cuando aparecieron y, consciente de su probable valor y, con permiso de mi madre, me quedé con ellos y con una bonita escribanía portátil del siglo XVII que apareció en el mismo lote de mierda transparedaña.

-- ¿Su madre...?

Adiviné la jodida pregunta.

-- Si vive su madre, quiero decir.

-- ¿Como?

-- Si, perdone. Bueno...

-- Por supuesto, y goza de extraordinaria salud. Mi madre será pocos años mayor que usted. Quiero decir que... que todavía es joven.

-- Su madre es inglesa -- dijo Monte, tuitivo, mirando por mis intereses. --- Por ir al grano, señora; la madre de aquí, de Enrico, nada tiene que envidiar a las damas mas sobresalientes de esta ciudad...

La señora Metz pasó la observación por alto, recogió todos los papeles desperdigados sobre la mesa, los introdujo en una carpeta, puso un adhesivo sobre ella, escribió algo sobre el, introdujo la carpeta en un armarito metálico, volteó el anillo que portaba en el dedo, tosió de fingido, miro a Monte y dijo:

-- Estoy segura de que su aportación será del agrado del consejo. Puede apostar por ello, Enrico.

Cuando deje la habitación Monte la susurraba algo al oído. En lo sucesivo para mi aquello seria una fragancia, un recuerdo verde... saxifragáceo o algo así.

Don Gaiferos (El "don" es imprescindible)