jueves, julio 03, 2003

Darwin a secas I



A causa de los conceptos -aparentemente inamovibles- que puso en solfa, Charles Robert Darwin es con toda seguridad el hombre de ciencia más caricaturizado (vease a tal efecto alguna de las eiquetas de Anis del Mono)de la historia. Por otra parte, su fotografía más publicitada es aquella e la que aparece, ya entrado en la vejez, con cara de aparente mala leche: la barba, larga, cuajada de hebras nevadas; la calavera al descubierto; el ceño fruncido y los ojos ocultos bajo unas cejas crespas y muy pobladas. La boca es un trazo negro que se escurre por las comisuras, y la frente la tiene surcada por profundas arrugas. Un retrato logrado que, a poco que uno se detenga en él, da idea de un Darwin entre reflexivo y doliente, voluntarioso, algo amargado quizá, adusto y recto.

Tío Charles nació el 12 de febrero de 1809 en la vieja e industriosa Shrewsbury, en el seno de una familia prestigiosa y acomodada. Su pantagruelico padre era médico de la localidad, y el padre de este, también médico, fue el famoso Erasmus Darwin, poeta y naturalista, autor del poema «Botanic Garden, de Zoonomia or the Laws of Organic Life», donde enuncia una teoría de la evolución, atribuyendo a la tierra una vida de millones de años - en contra de las ideas sustentadas por los naturalistas de la época- durante la cual las especies habrían cambiado, desarrollándose a parftir de una primera. Digamos, pues, que de casta le venían al joven Charles los reflejos... Su abuelo materno fue Josiah Wedgwood, un millonetis que fabricaba mariconadas de porcelana

Dado su temperamento inquisitivo Charle fue un estudiante deplorable, un novillero de campeonato que prefería andar entre perros cazando ratas, o por los bosques lapidando ranas, dando plomo a los pájaros y recolectando rocas, insectos y mierdas de esas, que permanecer pasivo en la Sherewsbury School mientras un viejales con mal aliento y ganas de repartir leña intentaba meterle en la cabezota cuatro cosas sobre números y muchos latinajos. En 1825 su padre le pone, como era norma familiar, a estudiar medicina en la Universidad de Edimburgo, materia que dejará dos años despues -aburrido de las plúmbeas clases y horrorizado y asqueado por las clases de Anatomía y por las prácticas quirúrgicas- para ingresar en el Christs College de Cambridge y hacerse ministro de la Iglesia de Inglaterra.

Para mearse de risa, porque Charles sigue con su inveterada costumbre de hacer poco o nada. Bueno, la verdad es que como disponía de pasta gansa en el bolsillo, pues se dedicaba a cazar y montar a caballo. No obstante, en Cambridge conoce a dos personalidades que influirian definitivamente en su vida: el geólogo Adam Sedgwick y el naturalista John Stevens Henslow, quién encauzó al discolo mozo hacia la geología y la biología. Tras graduarse en Cambridge en abril de 1831, Henslow le proporciona la oportunidad de dejar Inglaterra y embarcarse como naturalista en un periplo de circunvalación del mundo a bordo del HMS Beagle. Además de por temperamento, influido también por la lectura de los viajes y descripciones de Humboldt y del español Azara, el 27 de diciembre de 1831, Darwin, bajo las ordenes del capitán Robert Fitzro, zarpa de Davenport rumbo a lo que él llamaría su "segunda vida". Tenía 22 años.

En cuatro palabras, decir que el objetivo de aquella expedición al culo del mundo era completar el estudio topográfico de los territorios de la Patagonia y la Tierra del Fuego, la traza de las costas de Chile, Perú y algunas islas del Pacífico, y la realización de una serie de medidas cronométricas alrededor del mundo. Este crucero de estudios, de casi cinco años de duración, llevó a nuestro Charles a lo largo de las costas de América del Sur, para regresar después durante el ultimo año arribando en las islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica.

CONTINUARA

Salud y buenos alimentos
Publicado por Don Gaiferos en 12:14 a. m. |  
Etiquetas: